'Sir' Pou
Pocos premios tan merecidos y que me hayan alegrado tanto. Hace tiempo que el p¨²blico, la cr¨ªtica y sus compa?eros consideran a Pou uno de los indiscutibles maestros de nuestra escena. Maestro por su sabidur¨ªa actoral y por una trayectoria ejemplar, nacida de la selecci¨®n y el compromiso, de haber dicho muchas veces que no a propuestas que en nada encajaban con su modo de entender el teatro y la vida.
A m¨ª me alegra much¨ªsimo este premio, ya digo, porque es el equivalente al t¨ªtulo de sir que sin duda ya tendr¨ªa en el bolsillo de haber nacido en su adorada Inglaterra. Jos¨¦ Mar¨ªa Pou es esa rara figura que suele llamarse "un hombre de teatro". Total, absoluto: una pasi¨®n absorbente, brotada en la adolescencia, guiada por tutores de lujo (por encima de todo, siempre, el gran Jos¨¦ Luis Alonso, su padre profesional) y que le ha llevado a amar de modo rotundo todo lo que tenga que ver con su profesi¨®n en cualquiera de sus facetas. El premio le llega en la m¨¢s pura asunci¨®n de esa hermosa figura, justamente cuando se encuentra girando, y con un ¨¦xito descomunal, al frente de La cabra, de Edward Albee, obra de la que es traductor, director, empresario y primer actor (es decir, un actor-manager completo, para seguir con la equivalencia brit¨¢nica).
Hace muchos a?os que tengo el honor y el placer de ser amigo de Jos¨¦ Mar¨ªa. Todo lo que he aprendido de ¨¦l es incalculable. Me ha descubierto obras y autores -tantas llamadas plet¨®ricas, desde Broadway o cualquier punto de Espa?a: "Has de correr a ver esto"-; hemos viajado juntos y juntos nos hemos emocionado ante funciones que ya son historia; hemos compartido charlas eternas y, sobre todo, me ha regalado su concepto generoso e indesmayable de lo que ha de ser una vocaci¨®n teatral plena, comprometida y constante: jam¨¢s le he visto dar un traspi¨¦s ni aceptar un papel por razones alimenticias, ni rebajar sus exigencias, siempre alt¨ªsimas, para consigo mismo y para su p¨²blico.
Jos¨¦ Mar¨ªa debut¨® nada menos que con el m¨ªtico Marat-Sade de Marsillach y creci¨® en la escuela del mejor teatro de repertorio, en la ¨¦poca dorada del Mar¨ªa Guerrero. Tras el magisterio de Alonso, trabaj¨® a las ¨®rdenes de Paco Nieva, de Osuna, de Narros y de Jos¨¦ Mar¨ªa Morera, entre otros muchos. Fueron casi veinte a?os pate¨¢ndose Espa?a, con el coraz¨®n en Madrid, antes de retornar, por la puerta grande, a su Catalu?a natal, a instancias de Herman Bonn¨ªn, que le llam¨® para interpretar al Lamberto Landisi de As¨ª es, s¨ª as¨ª os parece, en 1987. Desde entonces, su lista de actuaciones memorables desbordar¨ªa el espacio de este art¨ªculo. Me gustar¨ªa citar aqu¨ª al sulf¨²rico Cardenal Cibo del Lorenzaccio de Flotats, o aquel extraordinario Amado monstruo de Tomeo, dirigido por Nichet, o el conmovedor "hombre de la flor en la boca" de Desig, una de las piezas maestras de Benet i Jornet, a las ¨®rdenes de Sergi Belbel. O el efervescente Senex de Golfus de Roma (el musical, otro de sus amores incombustibles), armado en M¨¦rida por Mario Gas. O, ya en el breve pero intens¨ªsimo Nacional de Flotats, dos trabajos tan antag¨®nicos como el salvaje Roy Cohn de ?ngeles en Am¨¦rica, o el bondadoso doctor Dorn de La gaviota.
El a?o 1998 es el de Arte, de Yasmina Reza, uno de los ¨¦xitos m¨¢s grandes de su carrera, que desde entonces no hace sino subir y afrontar nuevos retos: en la misma temporada, el mon¨®logo de Bartleby el escribiente y Skylight, de David Hare, Y, al a?o siguiente, su primer Shakespeare, el Rey Lear de Calixto Bieito, atrevi¨¦ndose a abordar una propuesta rompedora y extenuante con el coraje y el sentido del juego de ese ni?o eterno que nunca ha dejado ni dejar¨¢ de ser, para gran suerte de nuestro p¨²blico y nuestro teatro.
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