Para Bush, la hora de la verdad
?As¨ª se las pon¨ªan a Fernando VII! ?sta parece ser la deducci¨®n que saca James Carville, mago electoral de la victoria de Bill Clinton en 1992, cuando Albert Hunt, de The New York Times, le preguntaba hace d¨ªas su opini¨®n sobre las legislativas del 7 de noviembre. Para Carville, hay que remontarse a 1974, con el esc¨¢ndalo Watergate encima de la mesa, para encontrar un entorno tan favorable a las aspiraciones dem¨®cratas. Si no ganamos ahora, sentencia Carville, habr¨ªa que replantearse "los propios conceptos sobre los que descansa el partido". Como las encuestas confirman todos los d¨ªas, el Watergate actual se llama Irak, no por la invasi¨®n en s¨ª, apoyada por la casi totalidad de los miembros del Congreso y la mayor¨ªa de la opini¨®n p¨²blica, sino por la desastrosa gesti¨®n de la ocupaci¨®n. Si al desastre iraqu¨ª se a?aden la inoperancia de la Administraci¨®n con el Katrina, el desorbitado precio de los carburantes en un pa¨ªs donde el autom¨®vil es un ap¨¦ndice m¨¢s del cuerpo humano y el esc¨¢ndalo de pedofilia protagonizado por un congresista republicano, se comprende que los ¨ªndices de popularidad de George Bush est¨¦n bajo m¨ªnimos, en torno al 30%. Aunque para consuelo del 43? presidente, la popularidad del Congreso en su conjunto, sea a¨²n m¨¢s baja (un 29%).
Todas las proyecciones demosc¨®picas predicen, salvo acontecimiento nacional o internacional imprevisto -por ejemplo, un agravamiento de la crisis provocada por Corea del Norte-, una victoria dem¨®crata en la C¨¢mara de Representantes, donde necesitan una ganancia neta de 15 esca?os para hacerse con la mayor¨ªa, y una dura batalla para hacerse con el control del Senado, donde s¨®lo un tercio de sus 100 miembros tienen que someterse a la reelecci¨®n. Si hay tsunami a escala nacional, los republicanos perder¨¢n las dos C¨¢maras. Si s¨®lo se registra una tormenta tropical, los dem¨®cratas se alzar¨¢n con la mayor¨ªa en la C¨¢mara baja, pero perder¨¢n la oportunidad, entre otras cosas, de rechazar los nombramientos presidenciales a nivel federal, incluidos los miembros de la judicatura, si el Senado permanece en manos republicanas. En t¨¦rminos reales, la p¨¦rdida de las dos C¨¢maras supondr¨ªa para Bush una humillaci¨®n pol¨ªtica, pero tendr¨ªa muy poca relevancia a la hora de intentar cambiar su programa legislativo. Seg¨²n esas predicciones, los dem¨®cratas no contar¨ªan con los suficientes votos para oponerse a las maniobras conocidas como filibusterismo en el Senado, y mucho menos para anular el derecho de veto presidencial a cualquier proyecto de ley. Sin embargo, una victoria dem¨®crata en la C¨¢mara de Representantes supondr¨ªa, eso s¨ª, la posibilidad de crear comit¨¦s de investigaci¨®n sobre actuaciones de esta Administraci¨®n. Y los dem¨®cratas sue?an con la creaci¨®n de varias comisiones para investigar, por ejemplo, los contratos de reconstrucci¨®n en Irak, en especial, los adjudicados a Haliburton, la antigua empresa del vicepresidente Dick Cheney.
Y, sin embargo, a pesar de todas las predicciones favorables, los dem¨®cratas no las tienen todas consigo. Temen la capacidad de movilizaci¨®n de sus bases por parte de la maquinaria electoral del partido republicano, mejor engrasada y con m¨¢s medios que los dem¨®cratas y, sobre todo, temen un golpe de efecto de ¨²ltima hora por parte de Karl Rove, el art¨ªfice de las dos victorias presidenciales de George Bush. A pesar de Irak y de otros errores de Bush, el partido republicano est¨¢ m¨¢s consolidado a escala nacional que el dem¨®crata desde los tiempos de Ronald Reagan, gracias a una coalici¨®n que el californiano forj¨® entre trabajadores industriales blancos, protestantes evang¨¦licos, sure?os, y peque?os y medianos empresarios. Una coalici¨®n que ha logrado mantener en el poder a los republicanos 18 de los ¨²ltimos 26 a?os.
Si el partido dem¨®crata no logra resquebrajar ese entramado y contin¨²a con la imagen de partido secular y socialdem¨®crata del noreste del pa¨ªs que ha tenido hasta ahora, su permanencia como partido minoritario estar¨¢ asegurada. Aunque existen s¨ªntomas de que el bloque republicano no es tan s¨®lido como lo era antes. El estado crucial de Ohio, un microcosmos de la Uni¨®n, que dio la victoria a Bush en las dos ¨²ltimas elecciones, se decanta ahora claramente por los dem¨®cratas, seg¨²n las ¨²ltimas encuestas. Aunque la mayor amenaza para Bush proviene de una eventual abstenci¨®n por parte de su propio electorado, indignado por una serie de actuaciones de la actual Administraci¨®n desde el d¨¦ficit presupuestario al esc¨¢ndalo sexual del ex congresista Mark Foley. La victoria dem¨®crata depender¨¢ en gran medida de cu¨¢ntos republicanos se quedan en casa el martes 7 de noviembre.
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