El mosaico de los siglos
Con el comisariado de Nicholas Serota y Enrique Juncosa, respectivamente directores de la Tate Gallery de Londres y del Irish Museum of Modern Arte de Dubl¨ªn, las dos instituciones que, junto al MNCARS, han organizado el presente evento, se exhibe ahora en Madrid una selectiva retrospectiva del artista brit¨¢nico Howard Hodgkin (Londres, 1932), a mi juicio, uno de los mejores pintores actuales desde una perspectiva internacional. Considero, por tanto, esta exposici¨®n de 64 obras, fechadas entre 1959 y 2005, un verdadero acontecimiento, que se ha beneficiado, adem¨¢s, de la contribuci¨®n personal del artista en el montaje, lo cual ha enriquecido de manera excepcional la iniciativa, ya que, para Hodgkin, es muy importante regular la fuerza expansiva de la pintura en el espacio que la cobija, siendo ¨¦ste, por as¨ª decirlo, el cuadro que contiene dos cuadros. Con unos muros de tonalidad gris grafito, perfectamente compartimentados, el resultado resulta admirable, lo que demuestra, una vez m¨¢s, que no hay espacios malos para el arte, sino, por lo general, maltratados a costa y en contra del arte. Es, en fin, muy positivo que se produzca esta retrospectiva en nuestro pa¨ªs, donde, hasta el momento, s¨®lo se hab¨ªa podido contemplar obra gr¨¢fica suya y una excelente muestra de peque?os formatos en Barcelona en 1990.
HOWARD HODGKIN
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa
Santa Isabel, 52. Madrid
Hasta el 8 de enero de 2007
De maduraci¨®n lenta, la tra
yectoria de Hodgkin se escalona por d¨¦cadas, desde la de 1960, en la que estuvo influido por el pictoricista pop brit¨¢nico, que abandon¨® ya hacia la segunda mitad, hasta las sucesivas de 1970, donde cuaj¨® su personal estilo de figuras enterradas por masas crom¨¢ticas de atrevida y brillante sensualidad, y durante la cual obtuvo un notable reconocimiento local, y de 1980, a partir de la cual continu¨® su trabajo creativo en medio de un creciente impacto internacional. Dotado de una extraordinaria erudici¨®n visual, que le ha hecho merecedor de ser considerado un experto en historia del arte, pero, sobre todo, de un raro refinamiento sensible, la obra de Hodgkin posee una compleja urdimbre de influencias muy diversas, que nos remiten a fuentes tan diversas y, a veces, tan ex¨®ticas, como los mosaicos bizantinos o las pinturas murales indias, pero tambi¨¦n a la tradici¨®n posimpresionista francesa y sus inmediatas consecuencias, principalmente Vuillard y Matisse, por citar los ejemplos m¨¢s concluyentes al respecto. Si asomarse a esta urdimbre puede ayudar a situar mejor la obra de Hodgkin, lo m¨¢s definitivo es, no obstante, comprender su t¨¦cnica y est¨¦tica personales. En este sentido, yo creo que es necesario adentrarse en su concepci¨®n de la pintura como un precipitado de iluminaci¨®n emocional y riguroso control material, cumpliendo de esta manera esa norma de la mejor pintura francesa de la concentraci¨®n cl¨¢sica en el sentimiento, traducci¨®n de la raz¨®n como reguladora del sentimiento.
Lo m¨¢s desafiante de la evoluci¨®n de Hodgkin es precisamente c¨®mo, una y otra vez, lleva la tensi¨®n entre los extremos del libertinaje irradiante del color, las formas cada vez m¨¢s esponjosas y el gesto disruptivo, y ese control anal¨ªtico, donde hasta lo aparentemente espont¨¢neo tiene una intenci¨®n formal y simb¨®lica. Como quiera, por lo dem¨¢s, que, desde la d¨¦cada de 1990 hasta ahora, no ha hecho sino acentuar esta tensi¨®n, lo cual est¨¢ palpablemente visible en esta retrospectiva, dando as¨ª a su recorrido un excitante tono dram¨¢tico, no tiene la sensaci¨®n el espectador de hallarse ante la obra encalmada y conclusa de un artista al que ya no le resta sino mirarse en el espejo; antes, por el contrario, se ve como arrastrado en medio de un embriagante torbellino, que es todo menos ca¨®tico. Por ¨²ltimo, aunque no creo que haya que buscar ninguna raz¨®n ex¨®gena para disfrutar de esta maravillosa exposici¨®n de Hodgkin, no me resigno a no resaltar su actualidad, cuando muchos artistas j¨®venes tratan hoy de dotar con una nueva fuerza expansiva a la pintura y lo hacen con mucho menos vigor, intensidad e inteligencia que este artista brit¨¢nico, con sus setenta y pico a?os a la espalda, y sin que decrezca un ¨¢pice su voluntad de volc¨¢nica expresi¨®n controlada, su, nunca mejor dicho, inmarcesible don.
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