El peso de la naturaleza
El novelista brit¨¢nico Thomas Hardy (Dorchester, 1840-Max Gate, 1928) public¨® El regreso del nativo en 1878, cuatro a?os despu¨¦s de su primer gran ¨¦xito, Lejos del mundanal ruido (Alba, 2002) y con ella abri¨® su periodo de madurez, al que pertenecen novelas tan soberbias como Tess of the d'Ubervilles (Alianza, 1979) o Jude el oscuro (Alba, 1996). Hardy es un escritor que viene despu¨¦s del realismo que representan en Inglaterra George Eliot y Anthony Trollope, pero tiene caracter¨ªsticas muy especiales que lo alejan de ellos. En primer lugar, su pesimismo, que entronca con una corriente europea a la que no son ajenos Schopenhauer o Wagner y que se atribuye en su caso a una aplicaci¨®n del "Immanent Will" kantiano, una especie de fuerza ciega de la vida que act¨²a con independencia de los deseos e intenciones de los hombres, lo que extiende el sufrimiento por igual entre ellos. Esa suerte de azar aciago tiene algo de tragedia griega tambi¨¦n, pues Hardy no es un novelista de la conciencia sino de lo que se llamaba el "error tr¨¢gico", lo que encaja a la perfecci¨®n con la noci¨®n de azar ciego que, en cierto modo, exculpa a los seres afectados por el dolor, pues no hay en ellos tanta culpa como destino tr¨¢gico.
EL REGRESO DEL NATIVO
Thomas Hardy
Traducci¨®n de Esther P¨¦rez
Montesinos
Barcelona, 2006
384 p¨¢ginas. 22 euros
Hardy naci¨® en Dorchester
(el Casterbridge de El alcalde de Casterbridge, entre otros libros) pues su mundo novelesco se desenvuelve en el territorio que ¨¦l llama Wessex y que es su Dorsetshire natal, un mundo sombr¨ªo, pelado, medio inh¨®spito, que en El regreso del nativo se convierte en el verdadero protagonista de la obra. El peso de la naturaleza sobre las vidas y costumbres de los habitantes de esa "vasta extensi¨®n de ilimitado erial conocida con el nombre de Egdon Heath" es omnipresente en la novela. En los p¨¢ramos la gente vive en casas aisladas, algo parecido a los caser¨ªos, y el continuo caminar de unos y de otros por sendas o a campo abierto, entre brezales y aulaga, es un leitmotiv que, adem¨¢s, tendr¨¢ un papel decisivo en el curso dram¨¢tico de la historia. De hecho, en sus siguientes grandes novelas, la presencia de la naturaleza quedar¨¢ m¨¢s atenuada. Sus personajes se acercar¨¢n m¨¢s a los ojos del lector, no estar¨¢n tan inmersos en el entorno.
Tambi¨¦n tiene un peso importante el paso de las estaciones, pues la novela transcurre a lo largo de un a?o. Esa naturaleza es la que cr¨ªa una gente sencilla y, a su modo, feliz; gente primitiva, contraria a toda innovaci¨®n ("?as¨ª que tiene ideas extra?as? -dijo el anciano-. ?Ah, en estos tiempos se abusa mucho de ese mandar a la gente a la escuela!"). Como la gente es sencilla, la historia es sencilla. Lo notable es ver c¨®mo Hardy le va dando cuerpo a esa historia hasta otorgarle una densidad dram¨¢tica sobrecogedora. Hardy no es un analista de conciencias ni de grupos sociales, pero s¨ª es un expositor privilegiado de la condici¨®n humana y ¨¦se es su fuerte. El personaje central Clym Yeobright es un hombre que "hab¨ªa llegado a esa etapa de la vida de un joven en que se le hace evidente por primera vez cu¨¢n desoladora es la condici¨®n humana general". Clym, hijo del lugar, regresa de Par¨ªs, donde ha obtenido una posici¨®n estable, asqueado de la vida mundana y deseoso de reintegrarse a su lugar de origen con la intenci¨®n de dedicar su vida a los dem¨¢s como ense?ante; su proyecto es montar una escuela. Esta actitud consterna a su madre, que no quiere que se empeque?ezca y eso es lo que le suceder¨¢. Los "errores tr¨¢gicos" empiezan a acumularse en ¨¦l y alrededor de ¨¦l en forma de matrimonios equivocados y de ah¨ª surgen una serie de personajes afectados por el conflicto y otra serie de secundarios, los habitantes del lugar, tambi¨¦n parte de la misma naturaleza, contemplados con el benigno y apenas insinuado humor basado en el pintoresquismo de las viejas costumbres.
La figura de Clym no deja de
recordar a la de Jude, uno de esos personajes obcecados en variar el destino y, si es necesario, la realidad. A su lado refulgen dos personajes femeninos, la madre y, a¨²n m¨¢s, su esposa: Eustacia. A diferencia de Clym, que es m¨¢s bien de una pieza, las mujeres -y, sobre todo, Eustacia (a la que en el cine encarn¨® Catherine Zeta-Jones), presentan una ambig¨¹edad que carga de pasi¨®n y sentido la obra. Lo mismo que la Sue de Jude el oscuro, Eustacia no es de una pieza y re¨²ne cualidades y defectos que se tensan al l¨ªmite en una situaci¨®n que, guiada por ese ciego azar mencionado antes, acaban propiciando el desastre. Sin embargo, la posici¨®n de Hardy a¨²n no se precipita en el pesimismo que vendr¨¢ en obras posteriores: tras el desastre que afecta a Eustacia y a Wildeve y serenando ya las aguas de la novela, comenta: "La desgracia se hab¨ªa abatido sobre ellos con gentileza, truncando sus err¨¢ticas historias con una cat¨¢strofe, en vez de, como ocurre en muchos casos, menguando sus vidas hasta llegar a convertirlas en una nader¨ªa carente de inter¨¦s merced a largos a?os de arrugas, abandono y decrepitud".
Hay que hacer objeciones a
la traducci¨®n, un tanto acartonada, dura y r¨ªgida en bastantes ocasiones por estar demasiado pegada al original ingl¨¦s en la construcci¨®n de las frases. En fin, la primera de las obras maestras de Thomas Hardy, hoy un cl¨¢sico incontestable, poderoso narrador de grandes temas y empuje tr¨¢gico.
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