Estambul
Para internarse en el Estambul de Orhan Pamuk hay que franquear el perturbador p¨®rtico de una cita de Ahmet Rasim: "La belleza del paisaje est¨¢ en su amargura". Y una de las partes m¨¢s sugerentes del libro, all¨ª donde abre las tripas de la ciudad, es la que trata de la palabra turca de ra¨ªz ¨¢rabe, h¨¹z¨¹n, que significa amargura y que Pamuk desarrolla como una singular identidad. He recorrido ese cap¨ªtulo con pasos alegres y sin poder evitar una sonrisa. Los reclamos publicitarios se han vuelto cada vez m¨¢s agresivos, pero todav¨ªa parece lejano el d¨ªa en que una ciudad utilice como lema tur¨ªstico el de ?Bienvenidos a la amargura! Y, sin embargo, esa ser¨ªa una expresi¨®n que recibir¨ªamos con j¨²bilo la noche en que llegamos a Estambul. Hay algunos desfasados que contraponen la figura del aut¨¦ntico viajero a la del vulgar turista. Ser turista hoy, en la sociedad de riesgo, es mucho m¨¢s aventurado que explorar la Ant¨¢rtida con Scott. ?sa fue la sensaci¨®n que tuve despu¨¦s de aterrizar de madrugada en un ch¨¢rter que deber¨ªa haberlo hecho de v¨ªspera, y en hueste abatida y somnolienta ¨ªbamos atravesando la oscuridad hacia un hotel, cuando nos despert¨® la palabra del gu¨ªa turco. Hablaba un castellano cincelado y severo, tal vez aprendido en una galera de Lepanto. No sabemos si como saludo o reproche, dado el estado deplorable del pasaje, sus primeras palabras fueron: "?Prep¨¢rense! El trabajo del turista aqu¨ª es muy duro". Y luego, a modo de calurosa bienvenida: llegan ustedes a la ciudad m¨¢s ca¨®tica del mundo; tengan cuidado con los ni?os ladrones; lleven los pasaportes cosidos a la piel; en cuanto a alimentaci¨®n, no me gustar¨ªa hospitalizarlos con diarrea, etc¨¦tera, etc¨¦tera. Buenas noches y buena suerte. En lugar de refugiarnos en la embajada m¨¢s pr¨®xima, resistimos como valerosos turistas. Y vali¨® la pena. En Estambul pasas enseguida de la congoja al hechizo. El tiempo que lleva aceptar de un ni?o "ladr¨®n" una rodaja de sand¨ªa. Y pronto te das cuenta de que h¨¹z¨¹n, la amargura, esa palabra mutante, puede ser el disfraz m¨¢s extremo del humor. Como cuando aquella joven estambul¨ª, experta en historia de las religiones, que nos guiaba muy seria por la Mezquita Azul, aclar¨® de forma imprevisible: yo soy atea. Y sonri¨®. Hac¨ªa a?os que no o¨ªa a una persona declararse atea. Y sonre¨ªr.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.