Agente secreto en Internet
Un guardia civil enamor¨® a un presunto pederasta para desarticular una trama pornogr¨¢fica
De la noche a la ma?ana, Juan, un joven agente de la Guardia Civil, dej¨® de patrullar las carreteras provinciales de Pontevedra. Hasta entonces, lo suyo eran las multas y los controles de alcoholemia, pero, de repente, Juan -el nombre en clave que us¨® para la operaci¨®n- se vio inmerso, casi por casualidad, en una red internacional que comerciaba con pornograf¨ªa infantil.
Desde Pontevedra, pegado al ordenador una media de seis horas por d¨ªa, el agente se mantuvo en contacto con un supuesto pederasta residente en Washington que puso a prueba sus dotes interpretativas cuando le confes¨® su tendencia homosexual.
El agente ten¨ªa que fingir y dejarse querer. Lo hizo tan bien que logr¨® enamorar a su interlocutor. Fue tanta la pasi¨®n que despert¨® en ¨¦l que lo convenci¨® de que viajase a Espa?a para una cita de amor. As¨ª cay¨® una red internacional que comerciaba con im¨¢genes pornogr¨¢ficas de ni?os de hasta tres a?os. El pederasta encaprichado se enfrenta ahora a una petici¨®n de pena de 900 a?os de c¨¢rcel. El caso, que se juzgar¨¢ a partir del martes en la Audiencia Provincial de Pontevedra, no es uno m¨¢s de la veintena de procesos abiertos en Espa?a contra redes de pederastas que operan en Internet. Ser¨¢ una causa in¨¦dita que puede sentar jurisprudencia, al haber intervenido, por primera vez, un agente encubierto.
El sospechoso supuso que pod¨ªa haber algo raro cuando se percat¨® de que su amigo evitaba que le acariciase la nuca
Juan logr¨® interceptar hasta un centenar de fotograf¨ªas que durante tres meses le envi¨® a trav¨¦s de la Red Pablo Rodr¨ªguez Sanguineti, de 63 a?os, de nacionalidad uruguaya y residente en Washington desde hace m¨¢s de tres d¨¦cadas. El presunto pederasta, que carece de antecedentes penales, es un hombre aparentemente culto, que presume de moverse bien en c¨ªrculos diplom¨¢ticos y cuyo oficio conocido era la traducci¨®n simult¨¢nea y de textos por encargo. Entre su clientela aparec¨ªan algunas organizaciones dependientes de Naciones Unidas, seg¨²n ha declarado ¨¦l mismo. Solitario, soltero, homosexual, coleccionista de pornograf¨ªa infantil y con tendencia a la perversi¨®n, seg¨²n los investigadores, son rasgos que completan parte de su perfil psicol¨®gico.
El material incautado en la operaci¨®n no es apto para todos los est¨®magos, hasta el punto de que el visionado de las fotograf¨ªas se realizar¨¢ a puerta cerrada durante el juicio. En ¨¦l aparecen menores de entre tres y ocho a?os de edad. "Son de una dureza terrible", afirma un magistrado de la Audiencia de Pontevedra. En su macabra colecci¨®n tambi¨¦n hay fotos con escenas de zoofilia.
Infiltrado en la Red
En el oto?o de 2005, el guardia de tr¨¢fico contact¨® en un chat de Internet con un individuo. En una de estas conversaciones, su interlocutor le coment¨® que conoc¨ªa a otro usuario que ten¨ªa abundante archivo de pornograf¨ªa infantil. As¨ª, a mediados de octubre, a trav¨¦s del Messenger, se puso en contacto con Pablo, quien pronto accedi¨® a enviarle las primeras fotograf¨ªas. Nada m¨¢s verlas, el Equipo de Delitos Telem¨¢ticos de la Comandancia de la Guardia Civil de Pontevedra decidi¨® abrir una investigaci¨®n en la que el agente de tr¨¢fico actuar¨ªa de agente infiltrado.
Los investigadores centraron su atenci¨®n en el uruguayo y le identificaron como presunto cabecilla de una red al descubrir que en el chat Hispano se publicaba material pornogr¨¢fico, tanto fotos como v¨ªdeos, a trav¨¦s del canal Sexotab¨², en el que se produc¨ªa un intenso tr¨¢fico de estos contenidos entre, al menos, 10 personas. La investigaci¨®n sobre la supuesta trama se denomin¨® a partir de entonces Operaci¨®n Tab¨².
Pablo empez¨® a encapricharse de Juan. Y en su af¨¢n de seducirle no par¨® de enviarle fotos, cada vez m¨¢s duras, mientras se intercambiaban mensajes amorosos. El objetivo de Juan era atraer a su enamorado internauta a Pontevedra. Y Pablo cay¨® en la trampa: sac¨® un billete de avi¨®n y reserv¨® una habitaci¨®n en el hotel Ensenada de la ciudad gallega.
En una de sus ¨²ltimas conversaciones antes de emprender viaje a Galicia, entre frases sobre el futuro de su relaci¨®n y sobre las ansias mutuas de conocerse en persona, Juan tendi¨® otro cebo a su enamorado: le asegur¨® que estar¨ªa disponible para ¨¦l la hija menor de una amiga suya. El gusto de Sanguineti por los menores no discriminaba entre sexos.
El 17 de enero de 2006, Sanguineti aterriz¨® en el aeropuerto de Santiago, donde le esperaba Juan. Seg¨²n confesar¨ªa a la Guardia Civil, el presunto pederasta sospech¨® algo raro al percatarse de que su amigo evitaba que le acariciase la nuca. Pero se march¨® en coche con ¨¦l y, poco despu¨¦s, ambos fueron detenidos en el peaje de la autopista de Pontevedra. El uruguayo no descubrir¨ªa que su presunto novio era un agente infiltrado hasta tres meses despu¨¦s, cuando se levant¨® el secreto del sumario. En sus declaraciones judiciales, Sanguineti sostiene que nunca ha estado con menores y que su gran error fue enamorarse del guardia y seguir su juego.
El mismo d¨ªa en que se trunc¨® la falsa historia de amor entre Juan y Pablo, la Guardia Civil practic¨® otros nueve arrestos en cadena, todos ellos en el marco de la Operaci¨®n Tab¨². El Equipo de Delitos Telem¨¢ticos solicit¨® la colaboraci¨®n del FBI, cuyos agentes, tras registrar el domicilio de Sanguineti en Washington e intervenir su ordenador, "quedaron horrorizados" por la colecci¨®n de pornograf¨ªa que guardaba, seg¨²n constataron fuentes de la investigaci¨®n.
Lagunas de la ley
EL PROCESADO est¨¢ en prisi¨®n preventiva en la c¨¢rcel de A Lama (Pontevedra)
y se enfrenta a una petici¨®n de 900 a?os de c¨¢rcel. El juicio, que comenzar¨¢ el martes, levanta gran expectaci¨®n en medios judiciales y policiales porque sienta un precedente al intervenir un agente infiltrado y por la falta de jurisprudencia sobre una legislaci¨®n reciente. El fiscal, Luis Uriarte, desglos¨® el sumario de la Operaci¨®n Tab¨² para juzgar a Sanguineti en un proceso aparte, del que ser¨¢ ponente del tribunal Rosario Mendiz¨¢bal. Otra mujer, Cristina Vieira, ejercer¨¢ la defensa y se centrar¨¢ en poner de relieve lagunas de la ley. Para Vieira, no hay jurisprudencia ni definici¨®n clara sobre lo que es distribuci¨®n, difusi¨®n o exhibici¨®n de im¨¢genes pornogr¨¢ficas. A su juicio, la ley incurre en la doble moral de que "se puede mirar, pero no guardar". La defensa sostiene que la historia de Pablo y Juan es s¨®lo una "relaci¨®n amorosa entre internautas que comparten un material pornogr¨¢fico disponible la Red". "Mi cliente, insiste Vieira, "no es un pederasta, sino un hombre que vino a Pontevedra porque estaba enamorado".
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