El mensaje en la solapa
Las peque?as chapas de metal y celuloide, se?as de identidad o de protesta, se convierten en objeto de culto
El dise?ador gr¨¢fico Gerald Holtom uni¨® en 1958 las letras N y D del c¨®digo naval para formar un extra?o s¨ªmbolo a favor del Desarme Nuclear. Luego lleg¨® Eric Austin y lo pint¨® en negro encima de una chapa de arcilla blanca. Ese objeto -dec¨ªa la nota que lo acompa?aba- ser¨ªa lo ¨²ltimo que desaparecer¨ªa en caso de producirse la temida cat¨¢strofe at¨®mica. El s¨ªmbolo se convirti¨® en el emblema de la paz y del movimiento hippy. Y, lejos de desaparecer, es hoy una de las chapas m¨¢s reproducidas de la historia.
Esos peque?os pedazos de metal cubiertos con un mensaje impreso en celuloide llevan siglos hablando del sujeto que las porta. "No a la guerra", "Free Nelson Mandela", "Al Gore y Lieberman a la Casa Blanca" (¨¦sta fue poco efectiva) o el rostro de Marylin visto por Andy Warhol, son algunos de los mensajes colgados de las solapas de millones de personas. En una acrobacia a medio camino entre el dise?o gr¨¢fico y la publicidad, determinados creadores han conseguido estampar m¨¢s en esos broches de 25 mil¨ªmetros de di¨¢metro que en una gigante valla publicitaria de la autopista.
El a?o pasado el British Museum dedic¨® una retrospectiva a las chapas
El a?o pasado el British Museum dedic¨® una retrospectiva a este formato bajo el nombre de Status Symbols: identity and belief on modern badges (Identidad y creencias en las chapas modernas). Todo un repaso hist¨®rico a la chapa donde pod¨ªan encontrarse ejemplares como el de la prof¨¦tica "Don't do it, Di" ("No lo hagas, Diana"), de 1981 - en referencia al matrimonio que estaba a punto de contraer con el pr¨ªncipe Carlos-, u otra, la m¨¢s subversiva de la exposici¨®n, que atacaba al propio museo por el expolio llevado a cabo en Atenas. Una chapa que, de haber tenido cierta iron¨ªa -un elemento imprescindible en el dise?o-, no hubiera dudado en colgarse el director del centro.
Este a?o, en Madrid, el artista ?lvaro Sobrino afrontaba un reto: c¨®mo realizar la mayor exposici¨®n de dise?o gr¨¢fico, con piezas ¨²nicas creadas para la ocasi¨®n y sin apenas presupuesto. As¨ª surgi¨® Always Chapas, una muestra que pudieron contemplar los invitados a la feria profesional de dise?o Sign, celebrada hace dos semanas en Ifema. Novecientos noventa y nueve modelos dise?ados especialmente para el evento por m¨¢s de 300 artistas. Y un peque?o libro editado por Blur.
"La chapa obliga a concretar, a sintetizar y depurar el dise?o", explica Sobrino. "Si normalmente el dise?o gr¨¢fico vende productos, la chapa vende identidades. Es una reivindicaci¨®n de la personalidad de quien la lleva", a?ade. Los organizadores, vinculados a la revista Visual (que dirige Sobrino), colgaron una web donde todo el mundo pod¨ªa mandar su propio dise?o de chapa. Luego, los modelos elegidos se imprimieron en el celuloide y se estamparon en el metal.
Desde las primeras protestas pol¨ªticas hasta el No a la guerra, pasando por los Sex Pistols, los Who o los Rolling Stones. Todas las ¨¦pocas han tenido su cat¨¢logo de chapas. Olvidadas en Espa?a desde, quiz¨¢, los ochenta, a principios de este siglo volvieron con fuerza. "Aqu¨ª el boom fue durante la movida. Luego, hace unos a?os, volvi¨® primero al Pa¨ªs Vasco y Catalunya, y un poco despu¨¦s a Madrid", explica Sobrino.
Popland es una de las tiendas de Madrid que m¨¢s ha apostado por la chapa. "Hace siete a?os que las vendemos. Empezamos con las de 25 mil¨ªmetros y hemos llegado a las de 60", explica Quique Vega, uno de los propietarios del establecimiento. Cada chapa cuesta alrededor de un euro y entre las dos tiendas venden unas 400 al mes. Adem¨¢s, para que cada uno concrete su propio mensaje, ofrecen a sus clientes la posibilidad de personalizarlas a su gusto. Para Vega, el boom ha pasado. Pero la chapa es ya objeto de culto.
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