Alegato municipalista
El continuo goteo de esc¨¢ndalos inmobiliarios que salpican d¨ªa s¨ª y el otro tambi¨¦n a los gobiernos locales de diversas partes del pa¨ªs, est¨¢ contribuyendo a que se divulgue la especie que "gesti¨®n municipal es igual a corrupci¨®n". Y no dejan de o¨ªrse voces que postulan una reducci¨®n significativa de las competencias locales o un control m¨¢s f¨¦rreo de su capacidad de gobierno. No cabe soluci¨®n m¨¢s err¨®nea a los problemas que tienen planteados el pa¨ªs y sus gentes. La postraci¨®n financiera de los municipios, fruto de las promesas reiteradamente incumplidas de equilibrar la capacidad de gasto p¨²blico entre las tres esferas de gobierno (me niego a hablar de niveles de gobierno, con una l¨®gica jer¨¢rquica que dista de ser postulable), est¨¢ obligando a los gobiernos locales a recurrir a la espita de las plusval¨ªas derivadas de su gesti¨®n del suelo. Y ello se da en momentos en que los niveles de presi¨®n inmobiliaria han alcanzado cotas absolutamente insospechadas, fruto de esa combinaci¨®n diab¨®lica de dinero negro en busca de refugio, desgravaci¨®n fiscal por vivienda y pol¨ªtica agresiva de las instituciones financieras para situar las hipotecas a los niveles de los alquileres aunque sea a costa de alargar las mismas m¨¢s all¨¢ de la esperanza de vida. L¨®gicamente, el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil de la cadena de los poderes p¨²blicos en Espa?a son los municipios, y a ellos dirigen sus mand¨ªbulas los tiburones financieros.
No hay conclusi¨®n m¨¢s equivocada de ese conjunto de factores que reclamar la minoraci¨®n gubernamental de la esfera municipal. Precisamente cuando cualquier analista serio de la realidad de nuestro tiempo, se da cuenta de que s¨®lo reforzando los poderes locales podremos hacer frente a los retos sociales planteados. Es evidente que el gobierno local se enfrenta al futuro desde una agenda de actuaciones m¨¢s compleja y heterog¨¦nea de lo que lo hac¨ªa a?os atr¨¢s. Pero, precisamente, el cambio de ¨¦poca en el que estamos inmersos resit¨²a la significaci¨®n y la capacidad de gobierno de los ayuntamientos. La vida de los ciudadanos y ciudadanas est¨¢ hoy m¨¢s llena de incertidumbres y de dudas sobre su trabajo, su familia, su vida, de lo que lo estaba hace unos a?os. Estas incertidumbres planean sobre la realidad social y afectan la vida de pueblos y ciudades. Y cada vez m¨¢s la calidad de la pol¨ªtica se medir¨¢ a partir de lo que ocurra en la decisiva esfera de la cotidianeidad, de los estilos y formas de vida.
Son precisamente los ayuntamientos y sus equipos de gobierno los que desde posiciones de primera fila deben gestionar y tratar de implicar conjuntamente a la ciudadan¨ªa en la gobernaci¨®n de la vida local, y en la resoluci¨®n de unos problemas cada vez m¨¢s complejos y m¨¢s dif¨ªciles de resolver desde el nivel en el que est¨¢n hoy situados los recursos y las estructuras de gesti¨®n de que disponen los gobiernos locales. Si algo queda claro es que el bienestar individual y colectivo de los ciudadanos depende cada vez m¨¢s de la capacidad de servicio y de la capacidad de gestionar servicios y recursos desde la proximidad de los gobiernos locales. Sin los ayuntamientos no hay bienestar ciudadano. Hace unos meses, Le Monde publicaba un art¨ªculo en el que se mencionaban los crecientes costes emocionales de ser alcalde ante el aumento constante del sufrimiento psicosocial de la poblaci¨®n y sus repercusiones en relaci¨®n con el escal¨®n pol¨ªtico-administrativo al que primero acuden y que siempre est¨¢ cerca. El alcalde acaba siendo el recogepelotas final de un conjunto de temas y de problem¨¢ticas que por su complejidad, por su trasversalidad, por su falta de adecuaci¨®n con un espec¨ªfico servicio o negociado, requieren una atenci¨®n integral. Y ello se aborda desde el nivel local se tengan o no las competencias para ello. Como afirmaba a menudo el que fuera alcalde de Vitoria por muchos a?os, Jos¨¦ ?ngel Cuerda, "donde acaban las competencias de los alcaldes empiezan sus incumbencias".
En muchos municipios, donde los concejales son escasos y con dedicaci¨®n parcial, donde los t¨¦cnicos son contados, con pocos recursos y sobrepasados por los acontecimientos, los alcaldes se convierten en la trasversalidad y la integralidad con patas. Son ellos los que muchas veces han de llamar a ¨¦ste o aqu¨¦l para desencallar un escollo, reclamar un servicio a una administraci¨®n superior, aprovechar un pasillo o una reuni¨®n de otro tema para desatascar un asunto que por los canales previstos se eternizar¨ªa o llegar¨ªa demasiado tarde. Y si ello es m¨¢s o menos f¨¢cil para los alcaldes de las grandes ciudades, a los que les toca representar a los peque?os municipios la cosa se les complica enormemente. Esa constante labor de gesti¨®n de incidencias, de agente multinivel, se puede hacer mejor o peor. Pero lo que es seguro es que resulta cada d¨ªa m¨¢s relevante para el ejercicio de los derechos de ciudadan¨ªa y la poca o mucha calidad de vida de una poblaci¨®n. Una poblaci¨®n alejada de los vericuetos de poder y perdida en muchos casos ante la indiferencia de unos servicios auton¨®micos o estatales que pueden no sentir al mismo nivel esa presi¨®n directa y constante de la calle. Los problemas de la gente requieren pol¨ªticas pensadas y gestionadas desde la proximidad, con l¨®gicas trasversales y con mecanismos y estilos de gobierno y gesti¨®n participativos. Hace falta sumar esfuerzos, generar complicidades y consensuar procesos de avance, en el marco de unas opciones estrat¨¦gicas definidas de manera comunitaria, aprovechando las oportunidades de la proximidad territorial. ?se es el reto de los gobiernos locales en los momentos que vivimos. No mezclemos churras con merinas. Mejoremos los controles sobre las recalificaciones urban¨ªsticas, castiguemos sin compasi¨®n a los que se aprovechen en beneficio propio o del partido de turno de esa presi¨®n inmobiliaria, pero no confundamos cuatro sinverg¨¹enzas con miles de alcaldes que tratan de hacer lo que pueden sin los medios adecuados. No les convirtamos en h¨¦roes de la proximidad, pero tampoco les descalifiquemos como mediadores inmobiliarios. Los necesitamos m¨¢s que nunca.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica y director del Instituto de Gobierno y Pol¨ªticas P¨²blicas de la UAB.
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