Islam: todos no son Uno
En los ¨²ltimos tiempos se ha ido acumulando una serie de pol¨¦micas que aparentemente enfrentan cada vez m¨¢s lo que podr¨ªamos llamar, para entendernos, el "universo occidental" y el "universo del islam". Aqu¨ª, en nuestro mundo, est¨¢n planteando un intenso debate sobre la libertad y el miedo. La libertad de expresi¨®n no puede ser un valor absoluto (b¨¢sicamente as¨ª reclamado cuando se trata del mundo musulm¨¢n) que, desprovisto de todo sentido de la responsabilidad, se convierta en el abuso de ese privilegio para denigrar a otros seres humanos; y el miedo o la coacci¨®n nunca deben ser la raz¨®n por la que se nos obligue a cambiar nuestra representaci¨®n o actitud con respecto al Otro. Debe ser el resultado de un mejor conocimiento de su realidad. All¨ª, en el mundo musulm¨¢n, el debate se propone sobre el respeto y/o la denigraci¨®n de su cultura y religi¨®n, representadas con una insistencia preocupante como globalmente violentas y fan¨¢ticas. Lo cierto es que esas "provocaciones de Occidente", as¨ª interpretadas por nuestros vecinos del Sur, suelen basarse en especulaciones esencialistas carentes de conocimiento y saber real sobre esas m¨²ltiples sociedades musulmanas, frecuentemente "aportadas" por quienes no tienen ning¨²n t¨ªtulo de autoridad en el saber ¨¢rabe e isl¨¢mico, y sin embargo aceptadas como saber de c¨¢tedra. Pero lo cierto es que tambi¨¦n del lado musulm¨¢n se ha de ser consciente de que en tanto prevalezca la reacci¨®n emotiva ante dichas "provocaciones" no se lograr¨¢ m¨¢s que confirmar los estereotipos que alimentan una creciente islamofobia social.
Una de las claves del problema es que se ha interiorizado una imagen reductora y monol¨ªtica de "nosotros" y "ellos" (las dos "culturas") como si se tratase de universos cerrados donde los millones de seres humanos que se reparten entre "occidentales" y "musulmanes" representasen respectivamente una total uniformidad cultural, ajena, cuando no antag¨®nica, la una de la otra.
Esta concepci¨®n de "las culturas", cuando se trata de la relaci¨®n entre el mundo musulm¨¢n y "nosotros", es fruto de un proceso de elaboraci¨®n occidental en el que "islam", y, por tanto, los m¨¢s de 1.200 millones de individuos que lo integran, se ha interpretado de manera ficticia como una etiqueta ideol¨®gica y una fuerza dominante y global que determina y uniformiza el comportamiento y la definici¨®n cultural de toda esa enorme cantidad de personas. Todos son Uno (como ya se?alaba Jos¨¦ Mar¨ªa Perceval en su tesis sobre los moriscos), ignorando la gran diversidad de una inmensa geograf¨ªa que se extiende por ?frica y Asia (adem¨¢s de los millones de musulmanes que viven y han nacido en pa¨ªses occidentales). Consecuencia tambi¨¦n de la centralidad medi¨¢tica que los conflictos en Oriente Medio tienen, el perfil de ese Uno isl¨¢mico que representa a Todos est¨¢ dominado por caracter¨ªsticas como el fanatismo, el fundamentalismo y la irracionalidad. La combinaci¨®n de hostilidad y reduccionismo que alimenta esta representaci¨®n recreada de un homus islamicus amenazante, retr¨®grado y violento, le hace objeto de atenci¨®n terap¨¦utica, punitiva e incluso, como denuncia el pensador palestino Edward W. Said en su libro Cubriendo el Islam, "asesinable". As¨ª se allana el camino a las iniciativas imperiales y coloniales en esa importante parte del mundo.
En la aproximaci¨®n a esa cultura monol¨ªtica que la mayor¨ªa social occidental percibe como representativa a los pueblos musulmanes, se da tambi¨¦n un abuso del concepto de decadencia. En total ausencia de conocimiento, pruebas y argumentaciones, se difunde que esos pueblos viven una prolongada decadencia que les ha anclado en el pasado y desmarcado de la marcha mundial. Sin negar las carencias del mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n, propias del subdesarrollo econ¨®mico y del monopolio cl¨¢nico del poder -al igual que padecen otras zonas del mundo-, esta importante parte del planeta no ha dejado de participar en el proceso evolutivo hist¨®rico y se han alcanzado logros, transformaciones modernizadoras y una din¨¢mica creativa de aportaciones filos¨®ficas, culturales, intelectuales y art¨ªsticas. El problema es que las desconocemos porque hay fuertes resistencias a integrar el campo cultural ¨¢rabe e isl¨¢mico al mosaico mundial.
No deber¨ªa ser dif¨ªcil imaginar el sentimiento de angustia que siente cualquier ¨¢rabe y musulm¨¢n ante la implacable insistencia de presentar su fe, su cultura, su identidad como fuentes inherentes de decadencia, terrorismo, violencia y fundamentalismo.
En las sociedades del mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n existe un extenso sentimiento de frustraci¨®n as¨ª como, seg¨²n definici¨®n del escritor liban¨¦s Samir Kassir, un profundo sentimiento de desgracia. Sin menospreciar sus
efectos, tal sensibilidad no procede s¨®lo de la experiencia del subdesarrollo, sino tambi¨¦n de la vivencia hist¨®rica de la impotencia y la desposesi¨®n. La ocupaci¨®n de sus territorios, el sometimiento a reg¨ªmenes totalitarios y todos los muertos que ello ha conllevado son una experiencia constante desde hace m¨¢s de un siglo.
Los ciudadanos ¨¢rabes y musulmanes son mayoritariamente urbanos y su extensa nueva generaci¨®n de j¨®venes ha tenido un acceso masivo a la educaci¨®n, de manera que se trata de sociedades en que una parte sustancial de las mismas est¨¢ muy politizada. Junto a esto, tienen una memoria colectiva muy acentuada sobre su pertenencia a una parte determinante del mundo (cuna de grandes civilizaciones, situaci¨®n estrat¨¦gica de gran valor geopol¨ªtico y acumulaci¨®n en su suelo de las principales fuentes de hidrocarburos del mundo) que les deber¨ªa dar influencia y bienestar, pero cuyos beneficios han quedado desde hace m¨¢s de un siglo completamente fuera de su control. Todo ello son factores sociol¨®gicos y psicol¨®gicos que agravan el sentimiento de desposesi¨®n.
La ineficacia pol¨ªtica (de la comunidad internacional y los gobiernos locales) para que se aplique la ley internacional (resoluciones de la ONU, convenciones humanitarias y de derechos humanos) en esta parte del mundo tambi¨¦n contribuye a acentuar la cultura de la desesperaci¨®n. Y a todo ello se une el universo de las percepciones y de la mirada de los Otros: el sentimiento de "impotencia para poder acallar el sentimiento de que no sois m¨¢s que cantidad desechable en el tablero planetario cuando, sin embargo, la partida se juega en vuestro territorio", utilizando de nuevo las palabras de Kassir.
Pero la complicada alquimia de todos estos sentimientos fortalece de manera nociva el victimismo musulm¨¢n (?por qu¨¦ nos odian?) y el riesgo de caer en su complacencia, repleg¨¢ndose en ellos mismos, en su rencor y frustraci¨®n, como de hecho est¨¢ sucediendo en sectores de esas poblaciones. Por ello se impone tambi¨¦n un ejercicio de reflexi¨®n en el universo musulm¨¢n para salir de ese pernicioso c¨ªrculo cerrado, en el que a su vez se est¨¢ cayendo, del "nosotros" y "ellos". Siempre que se da en el mundo occidental una pol¨¦mica sobre su religi¨®n o su cultura, su respuesta no puede centrarse en las reacciones censuradoras y emotivas (muchas veces manipuladas porque mientras se expresan contra Occidente no se est¨¢n expresando contra la falta de Estado de derecho y democracia en sus pa¨ªses respectivos) o violentas de los minoritarios extremistas. Desde la intelectualidad musulmana se debe responder de manera serena, racional y cient¨ªfica (lo que le falta a las provocaciones occidentales) a esas opiniones "orientalistas" con respecto a la historia del Islam y su universo filos¨®fico, religioso y cultural. Y, lo que es muy importante, plantear toda esta cuesti¨®n "cultural" en t¨¦rminos del necesario respeto a la dignidad del ser humano con respecto a su legado hist¨®rico, cultural y religioso. Constituir un lobby inteligente que acceda a la opini¨®n occidental para cambiar su imagen.
Si no se reconduce la historia en esa parte del mundo permitiendo que sus ciudadanos controlen su propio destino y no se ahonda en un conocimiento occidental m¨¢s genuino y solvente de su diversidad y creatividad, el bienpensante "di¨¢logo entre culturas" ser¨¢ un fracaso m¨¢s que a?adir a las relaciones entre Occidente y el mundo musulm¨¢n.
Gema Mart¨ªn Mu?oz es directora de Casa ?rabe y el Instituto Internacional de Estudios ?rabes y del Mundo Musulm¨¢n.
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