?Han muerto en vano?
La intervenci¨®n en Irak ha creado un mundo m¨¢s peligroso para las democracias
Murieron en vano". Cuatro palabras que son insoportables para la madre de un soldado muerto y vergonzosas para los pol¨ªticos que le enviaron a morir. As¨ª que nuestros dirigentes aseguran que "no murieron en vano". Pero ?qui¨¦n les cree?
Al contemplar las dimensiones del fracaso estadounidense y brit¨¢nico en Irak he tratado de imaginar si puede haber alguna circunstancia futura, alguna l¨ªnea de acci¨®n estrat¨¦gica a largo plazo, que un d¨ªa nos permita decir honradamente y con credibilidad a la madre de un soldado muerto en Irak: "Su hijo no muri¨® en vano". Por el momento, parece casi imposible.
Es verdad que nuestras tropas acabaron con una tiran¨ªa repugnante, con el consiguiente j¨²bilo inicial de la poblaci¨®n iraqu¨ª. Para algunos -sobre todo para kurdos y chi¨ªes-, varios elementos de su vida han mejorado. Gente que estaba en la c¨¢rcel o en el exilio, est¨¢ ahora en casa. Millones de iraqu¨ªes acudieron a votar a los partidos pol¨ªticos de su elecci¨®n, a pesar de las intimidaciones. Disponen de unos medios de comunicaci¨®n incomparablemente m¨¢s libres que antes, y de menos motivos para temer la represi¨®n del Estado central. Unos cuantos han prosperado. En algunos lugares, las fuerzas de ocupaci¨®n han llevado a cabo una gran tarea de reconstrucci¨®n. Pero la lista de consecuencias positivas se acaba ah¨ª; la negativa es mucho m¨¢s larga.
La Valoraci¨®n Nacional de Inteligencia reci¨¦n publicada por Estados Unidos confirma que Irak se ha convertido en "la gran causa" de los terroristas
Despu¨¦s de 1956, las democracias occidentales aprendieron de sus errores y se entregaron a la "distensi¨®n ofensiva" con los Estados comunistas
?Podemos aceptar que esta 'guerra' contra el terrorismo, como la guerra fr¨ªa, nunca se ganar¨¢ por medios militares?
La dimensi¨®n de un fracaso
Como narra Patrick Cockburn, escritor brit¨¢nico que conoce como pocos Irak, en su nuevo libro, The occupation, la dimensi¨®n de nuestro fracaso, despu¨¦s de m¨¢s de 40 meses de ocupaci¨®n, es sobrecogedora. Empieza por los servicios m¨¢s esenciales. A pesar de los cientos de miles de millones de d¨®lares gastados, varios testigos del Gobierno estadounidense declararon ante el Comit¨¦ de Relaciones Exteriores del Senado, a principios de a?o, que el rendimiento de los servicios de electricidad, agua, alcantarillado y combustible en Irak es a¨²n inferior a los niveles anteriores a la invasi¨®n. La econom¨ªa, en muchos aspectos, est¨¢ peor. La gente ha sustituido el miedo a la polic¨ªa secreta de Sadam y los torturadores por el miedo a bandas, milicias, criminales y fan¨¢ticos.
Sustituir la tiran¨ªa por la anarqu¨ªa es limitarse a pasar de un c¨ªrculo del infierno a otro. Como dec¨ªa hace poco un iraqu¨ª: con Sadam ten¨ªamos un Estado, un Estado malo, pero no tener ning¨²n Estado es peor. Aunque el c¨¢lculo que ha hecho la Universidad Johns Hopkins de unas 600.000 muertes de civiles iraqu¨ªes desde la invasi¨®n sea exagerado, una cifra extrapolada de una muestra demasiado peque?a, el n¨²mero de muertos iraqu¨ªes es espantoso. El pa¨ªs se encuentra en plena guerra civil. Cuando se vayan las tropas extranjeras es pr¨¢cticamente seguro que la situaci¨®n empeorar¨¢ todav¨ªa m¨¢s antes de, quiz¨¢ -pero s¨®lo quiz¨¢-, mejorar, si los dirigentes chi¨ªes, kurdos y sun¨ªes, con sus patrocinadores extranjeros, son capaces de elaborar un compromiso basado en un Estado confederal m¨¢s o menos (des)integrado.
Y eso es s¨®lo lo que ocurre dentro de Irak. En el mundo en general, la balanza es a¨²n peor. Una intervenci¨®n que pretend¨ªa hacer un mundo en el que la democracia estuviera m¨¢s a salvo ha creado un mundo m¨¢s peligroso para todas las democracias. La Valoraci¨®n Nacional de Inteligencia reci¨¦n publicada por EE UU confirma que Irak se ha convertido en "la gran causa" de los terroristas. Ha indignado a los musulmanes de nuestros propios pa¨ªses, incluidos los terroristas que atentaron en Londres el 7 de julio. Al desviar fuerzas y atenci¨®n de nuestra misi¨®n inicial y leg¨ªtima de eliminar las bases de Al Qaeda en Afganist¨¢n, ha permitido que los talibanes se reagrupen y recobren fuerza all¨ª. Ha convertido a un Ir¨¢n islamista militante en un l¨ªder regional, con m¨¢s probabilidades de que intente desarrollar armas nucleares. Ha hecho que EE UU alcance sus mayores niveles de impopularidad en todo el mundo desde que existen los sondeos serios y ha disminuido dr¨¢sticamente su capacidad de salirse con la suya. Corea del Norte, por ejemplo, le hace un corte de mangas nuclear a Washington. Para eso vale ser "la ¨²nica hiperpotencia del mundo". El economista y premio Nobel Joseph Stiglitz calcul¨® hace poco que los costes definitivos de la guerra de Irak, "incluidos los costes presupuestarios, sociales y macroecon¨®micos, superar¨¢n probablemente los dos billones de d¨®lares". Es decir, 2.000 d¨®lares per c¨¢pita para cada uno de los 1.000 millones de pobres m¨¢s pobres del mundo, que viven (y mueren) con menos de un d¨®lar al d¨ªa.
Ya ha pasado el tiempo suficiente para sugerir que la invasi¨®n y ocupaci¨®n de Irak por parte de estadounidenses y brit¨¢nicos ha resultado ser el mayor error estrat¨¦gico de nuestro tiempo. Por consiguiente, ?qu¨¦ podemos decir honradamente a esa madre o ese padre afligidos?, ?"su hijo (o hija) muri¨® en vano"? Mientras meditaba sobre esta cuesti¨®n me he acordado de la revoluci¨®n h¨²ngara de 1956, cuyo 50? aniversario conmemoramos esta semana. Ambas historias comenzaron con muchedumbres jubilosas que celebraban alrededor de la estatua derribada de un tirano (Stalin en Budapest, Sadam en Bagdad). En ambos sitios, al cabo de unas semanas, la celebraci¨®n se transform¨® en sangre y miseria. Tres a?os despu¨¦s, en 1959, pr¨¢cticamente todos los h¨²ngaros reconoc¨ªan que la revoluci¨®n hab¨ªa terminado en derrota. Muchos llegaron a hablar m¨¢s bien de desastre y adoptaron el realismo pragm¨¢tico encabezado por Janos Kadar, que hab¨ªa autorizado la ejecuci¨®n del l¨ªder revolucionario Imre Nagy. Sin embargo, 33 a?os despu¨¦s de aquella derrota, en 1989, presenci¨¦ en Budapest la ceremonia con la que volvi¨® a enterrarse a Nagy, una celebraci¨®n inolvidable de una revoluci¨®n que acab¨® triunfando. La plaza de los H¨¦roes estaba adornada con enormes banderas rojas, blancas y verdes, todas con agujero recortado donde antes estaban la hoz y el martillo; igual que hab¨ªan hecho en 1956. Fue lo que un historiador h¨²ngaro ha denominado "la victoria de una derrota".
Los casos de Hungr¨ªa e Irak
Desde luego, los casos de Hungr¨ªa e Irak tienen muchos elementos que los diferencian: los h¨²ngaros luchaban directamente por la liberaci¨®n de su propio pa¨ªs, a diferencia de los soldados brit¨¢nicos y estadounidenses en Irak. Pero lo que me interesa de la comparaci¨®n es sencillamente que nuestra opini¨®n sobre unos acontecimientos tan dram¨¢ticos cambiar¨¢ con el paso del tiempo dependiendo de cu¨¢les sean las consecuencias a largo plazo, pero tambi¨¦n de nuestras decisiones pol¨ªticas. Con un rumbo hist¨®rico afortunado, y si las democracias son capaces de aprender de sus errores y comprometerse de forma m¨¢s inteligente con una lucha a largo plazo, hasta una derrota puede ser un hito en el camino hacia la victoria.
Despu¨¦s de 1956, las democracias occidentales aprendieron de sus errores, dejaron de hablar de "reducci¨®n", impidieron que Radio Europa Libre siguiera animando a los pueblos de Europa central y oriental a alzarse y, por el contrario, se entregaron de forma constructiva a lo que yo llamo la "distensi¨®n ofensiva" con los Estados y las sociedades del mundo comunista. Cincuenta a?os despu¨¦s, tras lo que es -llamemos a las cosas por su nombre- una gran derrota en Irak, ?podemos volver a aprender de nuestros errores?; ?podemos aceptar que esta guerra contra el terrorismo, como la guerra fr¨ªa, nunca se ganar¨¢ por medios militares?; ?tenemos la confianza necesaria para emprender la v¨ªa diplom¨¢tica con todos los pa¨ªses de la regi¨®n, incluidos Ir¨¢n y Siria, y entablar una negociaci¨®n regional sobre seguridad comparable al Proceso de Helsinki en la Europa de los a?os setenta?; ?podemos elaborar -junto con disidentes e intelectuales ¨¢rabes e iran¨ªes- pol¨ªticas de "distensi¨®n ofensiva" para tratar con los Estados y las sociedades del mundo musulm¨¢n, y mantener esas pol¨ªticas durante m¨¢s de una generaci¨®n?, ?o se limitar¨¢ EE UU a salir corriendo y retirarse a su vasto desinter¨¦s (para adaptar una famosa expresi¨®n de Scott Fitzgerald), y emprender, con el pr¨®ximo presidente, una nueva y desgraciada mezcla de aislacionismo y presunto realismo? Si es lo primero, es posible a¨²n que, en los pr¨®ximos a?os, tengamos palabras honradas de consuelo para la madre afligida. Si no, no habr¨¢ consuelo sincero.
www.timothygartonash.com Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia
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