Las pisadas del asesino
La polic¨ªa se vuelca en las pesquisas para aclarar la muerte de un matrimonio y de su hijo hace dos a?os en su piso de Burgos
"El piso era un mar de sangre. ?Un aut¨¦ntico mar de sangre!" Novecientos d¨ªas despu¨¦s de ver aquella escena, el polic¨ªa la tiene grabada a fuego en su cabeza: Salvador Barrio, de 53 a?os, cosido a cuchilladas en la cocina; su esposa, Julia, de 47 a?os, exang¨¹e, junto a la cama del dormitorio conyugal; y su hijo ?lvaro, de 12 a?os, con el cuerpo agujereado en el pasillo de la vivienda. Tres cad¨¢veres, tres enigmas. ?Qui¨¦n los mat¨®? ?Por qu¨¦? ?Para qu¨¦? Si Truman Capote no hubiera escrito A sangre fr¨ªa hace ya cincuenta a?os, habr¨ªa tenido aqu¨ª, en Burgos, un buen argumento para su famosa novela.
Capote se inspir¨® en el crimen protagonizado por dos ex convictos que asesinaron a tiros en 1959 a la familia Clutter -los padres y dos de sus hijos adolescentes- en su granja de Holcomb (Kansas). La matanza sacudi¨® a la sociedad norteamericana de aquella ¨¦poca y enloqueci¨® a los detectives encargados de resolverlo. Era un misterio sin sentido, ante la aparente falta de m¨®vil para semejante carnicer¨ªa. En ese mismo punto se hallan hoy los agentes que se enfrentan al caso de Burgos: despistados, pero empe?ados en obtener tarde o temprano el mismo ¨¦xito que sus antiguos compa?eros de Kansas. "Estoy obsesionado. Me he pasado muchas noches sin dormir desde que ocurri¨® el triple homicidio. Y encima pas¨® a s¨®lo unos pasos de la comisar¨ªa", confiesa un polic¨ªa burgal¨¦s.
"La casa era un mar de sangre", recuerda uno de los agentes que investigan el caso
Salvador Barrio recibi¨® 50 cuchilladas, parte de ellas cuando yac¨ªa ya sin vida en la cocina
La ¨²nica pista para identificar al criminal son las marcas de una zapatilla Dunlop
Hay indicios para creer que el homicida es un psic¨®pata que actu¨® movido por el odio
Ocurri¨® en la madrugada del 7 de junio de 2004. Los vecinos de la calle de Jes¨²s Mar¨ªa Ordo?o oyeron gritos y ruidos. Pero no le dieron importancia. Sin embargo, 20 horas despu¨¦s se ver¨ªa qu¨¦ hab¨ªa originado aquellos gritos y aquellos ruidos.
Los familiares, extra?ados por que nadie diera se?ales de vida, acabaron entrando en el quinto piso ocupado por los Barrio. Y al hacerlo descubrieron con espanto que Salvador Barrio Espinosa, el cabeza de familia, yac¨ªa sin vida junto a la mesa de la cocina con m¨¢s de 50 cuchilladas en el cuerpo; que su esposa, Julia dos Santos Santamarina, estaba ca¨ªda cerca de la cama conyugal con 17 agujeros en la piel; y que el peque?o ?lvaro permanec¨ªa ca¨ªdo en el pasillo con 17 navajazos. Los tres cad¨¢veres presentaban un tajo en el cuello, como si el criminal hubiera querido asegurarse de arrancar el ¨²ltimo soplo de vida de las v¨ªctimas. ?Por qu¨¦ tanta vesania? ?Por qu¨¦ tanto ensa?amiento con unas personas indefensas? ?Por qu¨¦ el asesino hab¨ªa asestado m¨¢s de una docena de cuchilladas a Salvador cuando ya estaba muerto? Nadie lo sabe, pero parece evidente que la mano que empu?aba el cuchillo estaba movida por un odio irrefrenable.
La polic¨ªa burgalesa rastre¨® el piso sin encontrar ning¨²n indicio ¨²til. El criminal, que hab¨ªa entrado en la vivienda sin forzar la puerta acorazada, utiliz¨® guantes y, por tanto, la polic¨ªa no hall¨® ni una sola huella dactilar. En cambio, el agresor no hab¨ªa logrado evitar que sus pisadas quedaran en el suelo de la vivienda: varias marcas sanguinolentas, correspondientes a una zapatilla deportiva Dunlop, de la talla 42, quedaron impresas en el parqu¨¦ y en los mosaicos del domicilio de los Barrio. Es la ¨²nica pista. Pero las investigaciones no han logrado aclarar hasta ahora qui¨¦n era el hombre que aquella madrugada caminaba sobre esas zapatillas.
La Polic¨ªa Judicial de Burgos se hizo cargo de las pesquisas, comprobando que el asesino hab¨ªa entrado en la casa sin forzar la puerta, aunque antes de hacerlo hab¨ªa subido las escaleras que conducen al ¨¢tico, posiblemente con la intenci¨®n de comprobar si pod¨ªa entrar por all¨ª en el piso de los Barrio. Las pisadas sobre el polvo de los pelda?os as¨ª lo demostraban.
Llegados a ese punto, la ¨²nica posibilidad es que el criminal entrara en la casa mediante un duplicado de las llaves o bien que llamara a la puerta y que ¨¦sta le fuera abierta por Salvador sin la menor desconfianza. Si fue as¨ª, eso quiere decir que el asesino y su v¨ªctima se conoc¨ªan: nadie franquea el paso a un desconocido que toca el timbre a altas horas de la madrugada.
Sea como fuere, el intruso la emprendi¨® a cuchilladas contra Salvador que, pese a ser un hombre fuerte, no pudo evitar que el acero entrara una y otra vez en su cuerpo, hasta caer casi sin vida junto a la mesa de la cocina. A continuaci¨®n, el asesino fue en busca de Julia y la apu?al¨® una y otra vez, una y otra vez, hasta morir desangrada (tomaba el anticoagulante Sintr¨®n por una dolencia coronaria y eso pudo facilitar una hemorragia masiva). Despu¨¦s, el enfurecido criminal se dirigi¨® al cuarto del peque?o ?lvaro, que hab¨ªa echado el pestillo de su cuarto al o¨ªr el terrible griter¨ªo. El atacante derrib¨® de una patada la puerta -la marca de su zapatilla Dunlop qued¨® all¨ª grabada en sangre- y, tras localizar al chiquillo escondido bajo la cama, lo arrastr¨® enfurecido al pasillo y all¨ª le cosi¨® a cuchilladas, adem¨¢s de asestarle un tremendo tajo en la yugular.
El ¨²nico que se salv¨® de la matanza fue el joven Rodrigo, entonces de 16 a?os, hijo primog¨¦nito de los Barrio, que apenas unas horas antes de la salvaje matanza hab¨ªa ingresado en el internado de los hermanos gabrielistas de La Aguilera, en Aranda de Duero.
La polic¨ªa empez¨® a buscar pistas. Pero, por desgracia, nadie hab¨ªa visto ni o¨ªdo nada. En el piso inmediatamente inferior al de las v¨ªctimas viv¨ªan Domitila y Pepe, t¨ªos carnales de Salvador, pero el d¨ªa de autos estaban ausentes. En el piso quinto colindante al de la familia Barrio resid¨ªan una pareja de ancianos sordos que declararon a los investigadores que la noche del triple crimen no hab¨ªan escuchado nada anormal.
Lo m¨¢s extra?o del caso es que, pese a la enorme sangr¨ªa existente en la casa, el criminal hubiese podido salir de la vivienda sin dejar el menor rastro. El piso estaba plagado de pisadas ensangrentadas, pero inexplicablemente en el descansillo y en la escalera no hab¨ªa ni una gota de sangre. ?Se cambi¨® el homicida de calzado antes de abandonar el escenario del triple crimen? ?C¨®mo pudo salir a la calle sin que nadie apreciara que iba con las manos y las ropas te?idas de sangre? Posiblemente porque se cambi¨® de atuendo antes de salir del portal. Los polic¨ªas buscaron en todos los cubos de basura de la zona -incluso removieron decenas de toneladas en el vertedero municipal- pero no encontraron ninguna prenda ni ninguna zapatilla te?ida de sangre.
Salvador era un hombre dedicado por entero a la labranza y a la cosecha de sus tierras del pueblito de La Parte de Bureba (Burgos). Era un hombre tan apegado a su terru?o que su cad¨¢ver reposa hoy en un pante¨®n del recoleto cementerio de La Parte, mientras que los restos de su esposa, Julia, y su hijo ?lvaro est¨¢n en una tumba de la parroquia orensana de Queirug¨¢s, en Ver¨ªn.
Alcalde ped¨¢neo de La Parte -apenas 150 vecinos dependientes del Ayuntamiento de O?a-, Salvador ten¨ªa una peque?a fortuna en campos de cereal y girasol. Si no hubiera muerto de forma tan vil, ese mismo d¨ªa ten¨ªa proyectado ir a recoger una cosechadora que hab¨ªa comprado en Burgos por m¨¢s de 25 millones de pesetas. Esa m¨¢quina le permitir¨ªa trabajar sus propias tierras y las de los dem¨¢s y, en consecuencia, aumentar¨ªa sus ganacias.
Seg¨²n su cu?ado Benito, Salvador hab¨ªa pagado mediante una transferencia bancaria parte del coste de la gigantesca m¨¢quina, pero ten¨ªa pendiente abonar el resto. ?Podr¨ªa ser que alguien supiera este detalle y que pensase que Salvador guardaba en su casa el resto del dinero? ?Explicar¨ªa eso el hecho de que asesino volviese del rev¨¦s los bolsillos del pijama de Salvador y que vaciara el bolso de mano de su esposa, Julia? ?O eso fue una simple maniobra de distracci¨®n para inducir a la polic¨ªa a creer que el asesino era un ladr¨®n que s¨®lo buscaba un pu?ado de billetes? Preguntas sin respuesta.
Otra hip¨®tesis: si no fue un vulgar ladr¨®n de pisos el que mat¨® a Salvador, a su esposa, Julia, y a su hijo ?lvaro, ?qui¨¦n lo hizo?, ?por qu¨¦ lo hizo?, ?para qu¨¦ lo hizo? "?l era un hombre tranquilo, transparente, honesto y legal. Su defecto era que dedicaba todo el d¨ªa a trabajar, trabajar y trabajar. Nosotros le dec¨ªamos: 'd¨¦jate en paz de tantas tierras y ded¨ªcate a vivir la vida'. Pero no hac¨ªa caso", recuerda su cu?ado Benito dos Santos en su chal¨¦ de Queirug¨¢s, junto al que Salvador y Julia se hicieron construir con tejado de pizarra.
Y su hermana Conchita dos Santos remacha: "Desde hace m¨¢s de dos a?os nos levantamos y nos acostamos haci¨¦ndonos siempre las mismas preguntas: ?qui¨¦n los mat¨®? ?por qu¨¦? ?para qu¨¦? Nosotros tenemos la sospecha de que todo esto viene del pueblo de Salvador, de que el asesino es alguien del pueblo... Creemos que la explicaci¨®n de esto hay que buscarla en La Parte de Bureba. As¨ª que vemos a todo el mundo con desconfianza. Pero, claro, no tenemos pruebas".
Sin duda, la familia no puede quitarse de la cabeza lo que pas¨® la misma noche en que Salvador fue enterrado en el peque?o cementerio de La Parte de Bureba, a tiro de piedra del desfiladero de Pancorbo. ?Qu¨¦ ocurri¨®? Lo cuenta Domitila, la t¨ªa de Salvador, mientras intenta resguardarse del fr¨ªo viento norte?o que azota el puebl¨ªn: "El mismo d¨ªa del entierro de Salvador, cuando todav¨ªa no hab¨ªan puesto la l¨¢pida, uno del pueblo fue por la noche y pint¨® en el pante¨®n todo tipo de insultos y palabras feas". Cuesta que Domitila, una mujer de bata colorida y pa?uelo en la cabeza, acabe por dar m¨¢s detalles: "Palabrotas como 'te lo mereces', 'cabr¨®n', 'hijo de puta", dice. El autor de aquella pintada de tiza fue posteriormente identificado y detenido. "Es un individuo medio trastornado. Tenemos comprobado que el d¨ªa del triple crimen estaba en el pueblo, no en Burgos", asegura un mando policial.
Las pesquisas del triple homicidio son responsabilidad de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV), que dirige el comisario ?ngel Gal¨¢n. El equipo policial va a trillar ahora todo el entorno de las v¨ªctimas (familiares, amigos, conocidos, empleados y cualquiera que pudiera haber tenido relaci¨®n con las v¨ªctimas). "No podemos investigar a alguien que no conocemos. As¨ª que vamos a analizar a la gente que s¨ª conocemos, para ver si alguna persona ten¨ªa algo en contra de Salvador Barrio y su familia", explica el comisario Gal¨¢n. Un c¨ªrculo relativamente peque?o, dado que los Barrio ten¨ªan una escasa vida social.
El ensa?amiento con que fueron atacadas las v¨ªctimas -entre ellas un ni?o de s¨®lo 12 a?os- permite suponer que la mano que empu?aba el cuchillo actuaba movida por el odio. Un odio irracional propio de un psic¨®pata.
Pero parece dificil de creer que un campesino con ¨¢nimo de venganza hubiera decidido ir a Burgos, entrar en un piso y liquidar a toda la familia. Teniendo en cuenta que Salvador Barrio pasaba casi toda la semana trabajando sus tierras, ?no le habr¨ªa resultado a ¨¦ste m¨¢s f¨¢cil atacarle en mitad del campo? ?O es que su intenci¨®n era acabar con Salvador, su esposa y sus hijos?
La polic¨ªa tiene indicios que hacen pensar que el asesino de Burgos fue un ladr¨®n, pero tambi¨¦n hay otros que apuntan a que el criminal s¨®lo actu¨® movido por el deseo de venganza. Ninguna hip¨®tesis es perfecta. "Pero vamos a empezar desde el principio y a trabajar sin descanso hasta que aclaremos este caso", afirma el comisario Gal¨¢n.
"Queremos saber qui¨¦n y por qu¨¦ hizo esto"
"?Nos piden paciencia! ?Pero llevamos as¨ª m¨¢s de dos a?os! Nos cuesta trabajo acostumbrarnos a la p¨¦rdida de tres personas. Tenemos que luchar para que esto se aclare". Benito dos Santos, hermano de la difunta Julia, es quien encabeza la reivindicaci¨®n familiar en demanda de justicia.
Tras el crimen, la familia ha convocado ya dos manifestaciones en el coraz¨®n de Burgos para expresar su desesperanza y su deseo de que la polic¨ªa aclare el triple homicidio, a la vez que solicita la colaboraci¨®n ciudadana.
Rodrigo, el hijo mayor de las v¨ªctimas, el ¨²nico que sobrevivi¨® a la matanza, dirigi¨® hace cuatro meses una carta al Ayuntamiento burgal¨¦s en la que relataba c¨®mo ha cambiado su vida desde aquel d¨ªa en que le arrebataron "de forma cruel lo que m¨¢s quer¨ªa" (sus padres y su hermano ?lvaro). Rodrigo, que hoy tiene 19 a?os, estudia en un internado de Ourense.
"Este misterio va a acabar con nosotros. Nos levantamos y nos acostamos cada d¨ªa con la misma zozobra. No se puede vivir desconfiando de todo el mundo", confiesa Conchita dos Santos, hermana de la fallecida Julia. "No vemos motivo para que alguien hiciera una cosa tan terrible. Estamos desconcertados. Pero ¨¦ramos ocho hermanos y ahora s¨®lo somos siete", agrega.
"Salvador ten¨ªa un entorno muy reducido. Cuatro amistades. No creemos que tuviera ning¨²n enemigo porque ¨¦l se dedicaba a trabajar. Era un hombre trabajador, con el dinero ahorrado con su esfuerzo", se?ala Benito dos Santos.
?El hecho de que Salvador fuera alcalde ped¨¢neo de La Parte de Bureba podr¨ªa tener algo que ver con su muerte y la de su esposa y su hijo ?lvaro? "Hombre, ya sabe usted que en los pueblos siempre hay rencillas. Pero...", responde Benito. ?ste asegura que Salvador tampoco hab¨ªa tenido enfrentamientos con ning¨²n vecino a causa de las lindes de sus tierras o por la propiedad de las mismas.
"?C¨®mo puede alguien entrar en un piso y matar a toda una familia? ?C¨®mo puede ser que nadie lo aclare? Nosotros no podemos perder la esperanza. La polic¨ªa lo tiene que aclarar, cueste lo que cueste. Se lo debemos a mi hermana y a mi cu?ado", proclama Benito.
A lo largo de los dos a?os transcurridos, la familia Dos Santos ha criticado m¨¢s de una vez a la polic¨ªa. Sin embargo, ahora est¨¢ m¨¢s contenta con la forma en que se est¨¢n llevando las pesquisas.
Ni Benito ni Conchita quieren comentar los presuntos errores habidos en los primeros momentos de la investigaci¨®n. Por ejemplo, el hecho de que el m¨¦dico forense envolviera en pl¨¢stico las manos del difunto Salvador, lo que hizo que se pudrieran los restos de piel o sangre que pudo arrancar al asesino durante el ag¨®nico forcejeo que mantuvo con ¨¦l.
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