La memoria de las v¨ªctimas del nazismo
El escritor Pierre Daix, antiguo deportado a Mauthausen, afirma en su obra Br¨¦viaire pour Mauthausen (2005) que en la tarea de la memoria cada naci¨®n ha de adecuarse a su ritmo, pero a?ade tambi¨¦n que es necesaria la implicaci¨®n de voluntad y compromiso. En Espa?a asistimos hoy a la proliferaci¨®n de debates y a la justa restituci¨®n de los hechos del pasado republicano, en una compleja coyuntura donde no faltan las versiones deformadas y malintencionadas de los que acudieron a la llamada de la democracia sin renunciar a la mentalidad de vencedores. Y en el caso de los republicanos antifascistas deportados a los campos nazis su olvido fue una combinaci¨®n perversa de venganza hacia los vencidos y de omisi¨®n de responsabilidades.
En consecuencia, la Ley de la Memoria Hist¨®rica debe condenar sin paliativos a la dictadura franquista y sus representantes, debe borrar todo signo de identificaci¨®n p¨²blica de aquel r¨¦gimen, debe aplicar la imprescriptibilidad de los cr¨ªmenes contra la humanidad, debe resarcir a las v¨ªctimas y a sus familiares del da?o infligido y debe impulsar una renovaci¨®n de los contenidos en la formaci¨®n de los j¨®venes. Son nuevos retos, imbricados en el complejo quehacer de luchar contra el olvido a partir de la lucidez que permita dejar de convertir el pasado en una obsesi¨®n para transformarlo en lecci¨®n pol¨ªtica y moral duradera. Y para ello cabe generosidad y el desarrollo de frentes diversos de reflexi¨®n y actuaci¨®n, a partir de la historia, la conmemoraci¨®n, la preservaci¨®n de lugares y la pedagog¨ªa.
Las huellas de las v¨ªctimas permanecen en forma de relatos orales y escritos, y ello sin contar las ausencias de los muertos, las condenas al silencio y la reclusi¨®n voluntaria en los vericuetos de la mente, sojuzgada por el dolor o la impenetrabilidad ante determinados hechos y emociones. Pero la imposible tarea de alcanzar la totalidad debe suplirse con an¨¢lisis que afronten la diversidad y contradicciones del propio mundo concentracionario, a la par que se den a conocer las diversas experiencias y realidades de las v¨ªctimas. Administrar con responsabilidad el complejo bagaje de su pasado y reservarles el ¨²nico e intransferible lugar que les corresponde es un deber hacia ellas, pero tambi¨¦n para nosotros mismos, por el alcance a largo plazo de tal p¨¦rdida cultural.
Las instituciones p¨²blicas, con su carga pol¨ªtica significativa en actos conmemorativos, tienen el deber de satisfacer y compartir emociones con las v¨ªctimas y su entorno familiar, amistoso y asociativo, pero la singularidad de la participaci¨®n debe transitar en paralelo a la asunci¨®n del pasado con responsabilidad y a la denuncia y repudio de los verdugos o colaboradores.
Porque rememorar no es ¨²nicamente celebrar efem¨¦rides singulares, sino abrir las mentes al an¨¢lisis cr¨ªtico, a partir de la raz¨®n, con el fin de hacer del pasado un espacio com¨²n internacional. S¨®lo as¨ª la memoria alcanzar¨¢ el eslab¨®n de lo pol¨ªtico.
Las ceremonias conmemorativas acaecen en un marco singular: los restos que quedan en pie de los antiguos recintos de los campos. Seguir su evoluci¨®n hist¨®rica, indagar sobre los combates de las asociaciones de los antiguos deportados a favor de su conservaci¨®n debe ser otro de los retos de futuro. Porque los escenarios del crimen y la esclavitud son todav¨ªa una prueba dif¨ªcil o imposible de afrontar por parte de las v¨ªctimas, y progresivamente queda en manos de las generaciones futuras velar por dichos lugares y afrontar su preservaci¨®n a partir de nuevas premisas, tales como centros de debate y encuentros internacionales y signos centrales de la historia europea.
Los j¨®venes desean saber y tal vez de forma m¨¢s abierta que los contempor¨¢neos de los hechos. Pero ante toda transmisi¨®n de conocimiento cabe formular el c¨®mo y el porqu¨¦, explorando las causas para conocer respuestas que, desde nuestro presente, permitan la comprensi¨®n de la condici¨®n humana, susceptible de sufrir y hacer sufrir, a la par que enarbolar la bandera en pro de la defensa de los derechos humanos.
Las v¨ªctimas del nazismo no fueron h¨¦roes de la historia sino que, en su periplo de guerra y resistencia, actuaron movidos por unos valores de car¨¢cter universal e intemporal, y los perpetradores del mal fueron seres humanos capaces de deshumanizarse frente a sus semejantes, por intereses materiales, servilismo hacia un r¨¦gimen totalitario, fanatismo o simple envilecimiento de quien se cree superior. La tentaci¨®n de circunscribir el nazismo a tiempos y espacios lejanos impide constatar la fragilidad de las conductas humanas en la pr¨¢ctica del mal, y en consecuencia, advertir los s¨ªntomas de su comisi¨®n. Quiz¨¢s conocer la cotidianeidad con que se desarrollaba la vida en los aleda?os de los campos de concentraci¨®n y exterminio, los diversos modos de colaboraci¨®n con el mal o la pasividad, y tambi¨¦n las abiertas o sutiles formas de resistencia pueden alertar que evitar la vulneraci¨®n de los derechos humanos requiere implicaci¨®n, denuncia y lucha contra el sufrimiento ajeno.
Sin transacciones ni pactos, el reto de reconstruir la memoria colectiva no debe acometerse sin un compromiso de largo alcance temporal y generosas miras y sin el abandono, como premisa, de la falacia de problemas de m¨¢s urgente resoluci¨®n y de un pasado difuso con el paso de los a?os. Porque el ejemplo de resistencia moral en Francia y sobre todo en Espa?a por parte de los supervivientes no admite demoras en su rescate como defensores de las libertades ni en la adecuaci¨®n al presente de todo lo que so?aron a la salida de los campos de concentraci¨®n y exterminio: la fraternidad y la esperanza en un mundo mejor. Sin embargo, el recuerdo ser¨¢ un ant¨ªdoto ineficaz si el paso de los a?os no es capaz de afrontar reflexivamente nuevos retos y compromisos.
Rosa Toran es historiadora y presidenta de Amical de Mauthausen.
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