El pionero
Fernando Mart¨ªn era un tipo muy particular. Ten¨ªa un f¨ªsico portentoso para la ¨¦poca y una capacidad competitiva fuera de lo com¨²n. Adem¨¢s, era guapo y su rostro se mov¨ªa desde una apariencia chulesca hasta una media sonrisa que sacaba demasiado poco a pasear, pero que, cuando lo hac¨ªa, le convert¨ªa en un encantador de serpientes por los efectos desarmantes que produc¨ªa. Pero, ante todo, era un personaje atractivamente contradictorio. Siempre se movi¨® entre conceptos y formas de entender la vida antag¨®nicos. El deleite de ser un personaje p¨²blico frente al rechazo que le produc¨ªa la popularidad. La sencillez de una vida apacible en el campo (fueron infinitas las bromas que tuvo que soportar de todos nosotros desde que dijo que lo que m¨¢s le gustaba era irse con un saco de dormir y pasar la noche al cielo raso) y el noviazgo con una estrella de la prensa rosa. El placer por competir y su deseo de terminar lo antes posible su carrera deportiva.
Pero, si en muchas cosas depend¨ªa del momento y el lugar, en otras cuestiones fue constante toda su carrera. Sobre todo, en una. Fernando ten¨ªa el esp¨ªritu de un pionero. Lo que m¨¢s le pod¨ªa motivar era llegar a sitios donde nadie antes hubiese puesto un pie. Por eso no me extra?ar¨ªa nada que el d¨ªa que decidi¨® dejar la piscina y el balonmano para dedicarse plenamente a jugar al baloncesto la NBA se convirtiese en un objetivo. Porque jugar en el Estudiantes, el Madrid o la selecci¨®n espa?ola, siendo halagador, era terreno ya muy pisado. Gan¨® t¨ªtulos, galardones individuales, era estrella en los ¨¢mbitos deportivos y tambi¨¦n sociales y su cuenta corriente estaba m¨¢s que saneada. Pero no era el primero en conseguirlo. ?l quer¨ªa m¨¢s.
Este empe?o result¨® definitivo. Estamos hablando de hace veinte a?os, cuando estos saltos eran de triple mortal. Fernando abandon¨® su privilegiada posici¨®n en el baloncesto europeo y se fue a pasarlas canutas. No tuvo suerte en el equipo en el que recay¨®, los Trail Blazers, y tampoco en la ciudad. Si alguien no ha estado por all¨ª, basta con decir que Portland, con su cielo plomizo y sus frecuentes lluvias, no es el mejor sitio para curar una depresi¨®n. No recibi¨® excesivas ayudas. Contaba que casi nadie se esforzaba por hablarle en un ingl¨¦s comprensible y hasta que un jugador del equipo le dio mal la direcci¨®n de un campo de entrenamiento para que llegase tarde. La temporada fue frustrante en lo deportivo. Jugaba poco y en el ataque no ol¨ªa la pelota salvo cuando se confund¨ªan sus compa?eros. Al final, volvi¨® a Madrid. En primera instancia, nos comunic¨® que seguir¨ªa por all¨ª. A poco de comenzar la Liga ACB, nos llam¨® por tel¨¦fono. Se quedaba en Espa?a. Nos hizo tan felices a sus amigos que nunca le pregunt¨¦ el porqu¨¦ de su cambio de decisi¨®n. Ahora ya lo s¨¦. Su objetivo hab¨ªa sido satisfecho. Hab¨ªa sido el primer espa?ol en jugar en la NBA. Llegar¨ªan m¨¢s, pero s¨®lo hay un primero. Ese t¨ªtulo se lo quedaba en propiedad y no ser¨ªa compartido nunca por nadie. Todo el esfuerzo hab¨ªa merecido la pena.
Han pasado veinte a?os desde aquella noche en la que Fernando Mart¨ªn logr¨® pasar definitivamente a la historia cumpliendo uno de sus grandes sue?os. Ten¨ªa m¨¢s, algunos que chocaban entre s¨ª, pero tres despu¨¦s la carretera no le dio una tercera oportunidad. ?Qu¨¦ tendr¨ªas, Fernando, para que te sigamos echando de menos?
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