Hotel Insomnio
1. Alguien embarull¨® tanto a los personajes de la novela que estaba escribiendo que hasta olvid¨® qui¨¦nes eran y qu¨¦ hac¨ªan esos personajes. A una mujer muerta, por ejemplo, la hizo reaparecer a la hora de cenar. Y el d¨ªa en que se supon¨ªa que el asesino iba a ser electrocutado, le hizo comprar flores para una ni?a...
Todo esto lo leo de pie en la plataforma iluminada del autob¨²s que, al atardecer, me devuelve a casa. Levanto un momento la vista, y me llega la certeza de que El mundo no se acaba, esta obra de Charles Simic, va a dejarme desvelado cuando llegue a casa. Sigo leyendo acerca de esa persona que embarull¨® tanto a los personajes de su novela, y leo ahora: "Y sin embargo nunca hizo nada por m¨ª. Fui haci¨¦ndome m¨¢s viejo y gru?¨®n, como era de esperar, en un peque?o pueblo descuidado que ¨¦l siempre describ¨ªa como muerto e irrelevante".
En la plataforma del autob¨²s crepuscular quedo raptado por este buen comienzo de cuento, que es en realidad un poema. "Y sin embargo nunca hizo nada por m¨ª", me repito a m¨ª mismo. Sigo en el autob¨²s, pero con la impresi¨®n de estar dirigi¨¦ndome a un hotel de alg¨²n peque?o pueblo muerto o irrelevante. Comienza a llover...
2. Al Gore naci¨® exactamente el mismo d¨ªa, a?o y hora que yo. Ya es casualidad. Si le hubiera sucedido a Paul Auster, tendr¨ªa no uno, sino dos premios Pr¨ªncipes de Asturias. Desde que supe que Al Gore naci¨® a la misma hora que yo, le observo en secreto, con prudente distancia. Cuando se dej¨® barba, por ejemplo, logr¨® incomodarme, por la sencilla raz¨®n de que se le ve¨ªa m¨¢s viejo, y parec¨ªa un tipo insomne. Me habr¨ªa encantado encontrarme con ¨¦l y advert¨ªrselo. "Cuidado con envejecerme", quer¨ªa decirle, aun sabiendo que no me entender¨ªa.
Despu¨¦s, hall¨® una causa justa en las cuestiones medioambientales que siempre tanto le hab¨ªan preocupado y rod¨® An inconvenient truth (Una verdad molesta), un documento en torno al calentamiento global y sobre lo que ocurrir¨¢ si el uso de carb¨®n y petr¨®leo sigue a este ritmo. Como rodaba esa pel¨ªcula, me plante¨¦ imitarle llevando, como ¨¦l dec¨ªa llevar, "una vida sin di¨®xido de carbono", es decir, utilizando diariamente energ¨ªa verde, evitando el agua caliente y apagando los electrodom¨¦sticos cuando no los utilizara. Una vida sin di¨®xido. Pero acab¨¦ llegando a la conclusi¨®n de que hacerlo todo al rev¨¦s tambi¨¦n es una forma de imitaci¨®n. Y desde entonces vivo en plena nube de di¨®xido. No lo he podido evitar, es mi car¨¢cter, soy distinto a ¨¦l, qu¨¦ le vamos a hacer. Tengo mi estilo personal de imitar al hombre que naci¨® a la misma hora que yo.
3. Me quedo pensando aterrado en los kamikazes insomnes que viven a ritmo de videojuego en las novelas de Murakami. Y para no pensar m¨¢s en ellos, inicio un cat¨¢logo de frases de personas no insomnes. "Habr¨ªa podido escribir media docena de libros m¨¢s, pero ni uno mejor. Me parece que me he pasado la vida durmiendo" (Jules Renard). "Cr¨¦anme, se?ores. No hay mejor remedio para el insomnio que dormir mucho" (W. C. Fields). "?Est¨¢ usted seguro de que despert¨¦?" (Gon?alo M. Tavares).
4. A veces, el humor se revela como el ¨²nico sentido del universo. Y es que el famoso vac¨ªo c¨®smico no es tan inmenso si descubrimos que tiene en el humor un inquilino perpetuo. En ciertas ocasiones, el humor se revela pavorosamente como el ¨²nico sentido de la ciencia. El telescopio espacial Spitzer, por ejemplo, ha medido por primera vez las temperaturas diurna y nocturna de un planeta extrasolar y, al parecer, las temperaturas all¨ª son extremadamente altas en un lado del planeta y extremadamente fr¨ªas en el otro. Todos los teletipos han propagado la noticia. Gran descubrimiento, pero me pregunto si val¨ªa la pena tanto ruido para esas nueces. Sin ir m¨¢s lejos, se puede decir lo mismo de la Catalu?a de las ¨²ltimas semanas. Mientras que en el valle de Aran las nevadas eran importantes, en L'Ametlla de Mar continuaba el ardor del inconsciente verano.
5. No pudiendo pegar ojo en toda la noche, oigo de repente en la escalera, hacia las tres de la madrugada, el alarido de un borracho. "?Todos los hombres son hermanos!", grita. Me tapo la cabeza con las s¨¢banas y me digo que el vecino debe de llamarse Ca¨ªn.
6. He llegado hasta el gran poeta Charles Simic, autor de Hotel Insomnio, gracias a un art¨ªculo de Mart¨ªn L¨®pez-Vega en el que se dec¨ªa que "es muy posible que no haya en la poes¨ªa norteamericana de hoy, a excepci¨®n de John Ashbery (de quien no es exagerado decir que es a la poes¨ªa de la segunda mitad del siglo XX lo que Eliot fue a la de la primera), poeta m¨¢s relevante que Charles Simic".
Buscar libros de este autor traducidos al espa?ol significa ir a la caza s¨®lo de dos t¨ªtulos: El mundo no se acaba (DVD ediciones), con traducci¨®n y pr¨®logo de Mario Lucarda, y Desmontando el silencio, antolog¨ªa preparada por Jordi Doce. Simic naci¨® en Belgrado en 1938 y vive desde el 49 en Estados Unidos. Es un yugoslavo de Chicago. "Querido Friedrich, el mundo todav¨ªa es falso, cruel y bello...". Enlaza filosof¨ªa con poes¨ªa y maneja t¨¦cnicas simbolistas y surrealistas en admirables poemas, donde se concilia tradici¨®n y vanguardismo. Un soberano equilibrio. Simic es un maestro cuando inserta en su poes¨ªa im¨¢genes de ra¨ªz surrealista en el contexto de un poema realista y ofrece una versi¨®n de la realidad que, como escribe L¨®pez-Vega, "podr¨ªa compararse con un tapiz de aire medieval hecho a medias por Joseph Cornell y El Bosco, tejido, eso s¨ª, con hilo telef¨®nico".
7. Tantos votos en blanco y la escandalosa abstenci¨®n y verles decir que est¨¢n recapacitando y que, sin embargo, no se les vea reflexionar ni un segundo, s¨®lo reunirse para pactar. Pero ya basta, la c¨®lera desgasta. Si no tuvi¨¦semos cuidado, pronto nos matar¨ªan los patanes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.