Irak y el 7 de noviembre
Es posible que la situaci¨®n de Irak cambie la mayor¨ªa del Congreso en las elecciones que hoy se celebran en Estados Unidos, y es probable que el cambio de mayor¨ªa no cambie la situaci¨®n de Irak. Pero no hay que descartar que las cosas sigan electoralmente como est¨¢n, a pesar de que muchos est¨¢n vendiendo la piel del oso antes de cazarlo. O bien, que la magnitud del cambio en el sentido del voto, aunque d¨¦ mayor¨ªa a los dem¨®cratas, no sea suficiente para alterar seriamente el rumbo de la estrategia hacia Irak y Oriente Medio.
Y no s¨®lo porque el Ejecutivo decida mantener su pol¨ªtica en esta crisis cada vez m¨¢s grave, sino porque la mayor¨ªa dem¨®crata que pueda salir de las urnas no tenga tampoco claro c¨®mo responder a esa trampa infernal. Esto le impedir¨¢ ejercer una influencia decisiva sobre la pol¨ªtica de Bush en Oriente Medio. En definitiva, las elecciones de hoy s¨®lo incidir¨¢n en el curso de esta guerra si se percibe que son la se?al clara de la inclinaci¨®n de los electores para la contienda de las presidenciales de 2008.
Aunque la gente en Estados Unidos est¨¦ cansada de esta guerra, aunque empiece a sentirla como un nuevo Vietnam, los votos de rechazo dif¨ªcilmente se trasladar¨¢n a la contienda electoral con la contundencia necesaria para provocar un cambio de rumbo. La ciudadan¨ªa americana vota por razones diferentes en esa democracia local con un poder global que es la esencia de Estados Unidos.
El final del segundo mandato de esta Administraci¨®n republicana cuyas coordenadas se vieron dram¨¢ticamente alteradas en aquel aciago 11 de septiembre de 2001 ser¨ªa diferente a lo ocurrido hasta ahora s¨®lo en el caso de un gran vuelco en la intenci¨®n de voto. Del discurso m¨¢s bien aislacionista que los llev¨® al poder, menospreciando la preocupaci¨®n de Clinton por la regi¨®n, hasta la aceptaci¨®n de la guerra global contra el terrorismo, el 11-S permiti¨® a los promotores del unilateralismo colocar la estrategia que trataban de imponer desde el mandato del viejo Bush en la primera guerra del Golfo.
Todo lo que est¨¢ ocurriendo era perfectamente previsible. Desde que entre bastidores se decidi¨® la intervenci¨®n en Irak, all¨¢ por el verano de 2002, algunas voces anunciaron que era posible avanzar el resultado que estamos viviendo. La guerra convencional se ganar¨ªa r¨¢pidamente y la ocupaci¨®n posterior se convertir¨ªa en un pantanal en el que cada movimiento agravar¨ªa la crisis.
A estas alturas casi se ha olvidado que la guerra se justific¨® en base a datos falsos que ocultaban los objetivos reales. No hab¨ªa armas de destrucci¨®n masiva y el desaf¨ªo sobre su control ha empeorado. No hab¨ªa v¨ªnculos con el terrorismo de la red de Bin Laden y ahora han hecho de Irak un foco de actuaci¨®n y desarrollo del terrorismo internacional. No hay m¨¢s seguridad hoy que antes, ni para Estados Unidos ni para Europa, ni para el resto del mundo.
El tr¨ªo de las Azores nos meti¨® a todos en este conflicto sin fin y nos hizo pagar un precio que no ha terminado. Los m¨¢s contumaces, inventando nuevas causas que expliquen su error, siguen empe?ados en justificar lo injustificable. Como dicen en Castilla "pones a un tonto en una vereda y aunque la vereda se acabe el tonto se queda".
Sin embargo, no basta que los que ten¨ªan raz¨®n oponi¨¦ndose a esta guerra lo recuerden, porque a fin de cuentas, lo importante es que no pudieron evitarla. Por eso conviene seguir insistiendo en torno a las salidas posibles para Irak y para toda la regi¨®n. Y ejercer toda la influencia que se pueda para cambiar el rumbo cuanto antes, si fuera posible en los dos a?os que faltan para el cambio de inquilino en la Casa Blanca. Esto es posible.
Si los republicanos no saben c¨®mo quedarse ni c¨®mo salir de esa trampa y si los dem¨®cratas no tienen una f¨®rmula para hacerlo, el horizonte se ennegrece, porque sin una decisi¨®n estrat¨¦gica de Estados Unidos todoslos movimientos externos ser¨¢n poco relevantes. Pero estando en esa situaci¨®n, habr¨ªa que prestar atenci¨®n a la comisi¨®n bipartidaria, que presidida por James Baker empieza a trabajar en una pol¨ªtica de consenso en relaci¨®n con Irak y, espero, con el Pr¨®ximo y el Medio Oriente.
Tratan de hacer de su pol¨ªtica exterior una pol¨ªtica nacional para no someterla a los vaivenes de los cambios de mayor¨ªa en el poder. Ahora, viniendo de una situaci¨®n de excepcionalidad como la del 11-S, que puso todo el poder en manos del Ejecutivo, el juego tender¨¢ de nuevo a reequilibrarse y el Congreso volver¨¢ a pesar en la toma de decisiones sobre la pol¨ªtica exterior. Tanto a los republicanos como a los dem¨®cratas les interesa recuperar la normalidad en ese proceso, dando por cerrado el periodo anterior.
Naturalmente, hay tambi¨¦n tras la aceptaci¨®n de esta comisi¨®n el reconocimiento de que ninguno de los dos partidos tiene claro qu¨¦ hacer con las consecuencias de la estrategia emprendida en la que ambos se comprometieron acosados por los acontecimientos del 11 de septiembre. Hacerlo bien o mal, pero juntos, se ve como una limitaci¨®n de da?os para el pa¨ªs y para los contendientes en las pr¨®ximas presidenciales de 2008.
La opini¨®n p¨²blica escarmentada deber¨ªa inclinarlos por buscar la respuesta en la salida de Irak, sobre todo si la tendencia de voto lo se?ala contundentemente. Para quedarse no tienen fuerza suficiente. Adem¨¢s, la agudizaci¨®n del conflicto entre Israel y Palestina, las secuelas vivas de la guerra del L¨ªbano, el agravamiento de la situaci¨®n en Afganist¨¢n y la falta de acuerdo con Ir¨¢n, definen un escenario en el que Irak es una pieza m¨¢s, pero clave, del terrible rompecabezas de Medio Oriente.
La historia castigar¨¢ inexorablemente las pretensiones arbitrarias de imposici¨®n unilateral de un orden a la medida de la potencia hegem¨®nica. No se puede exportar democracia a la fuerza. No se puede jugar con las fronteras de los pa¨ªses sin extender el conflicto. No se pueden sostener ocupaciones territoriales ilegales pretendiendo combatir la amenaza del terrorismo sin provocar el efecto contrario.
Hay que implicar a las partes directamente afectadas de la regi¨®n para buscar, como primer objetivo, la paz. La paz como condici¨®n necesaria, aunque no suficiente. La paz con reglas de seguridad internacionalmente aceptadas por todos, no discriminatorias en su interpretaci¨®n. La paz con pol¨ªticas que fomenten el desarrollo de los pueblos para que la pobreza, la marginaci¨®n y la desesperanza no muerdan la cola de la pescadilla provocando nuevas guerras.
Buscar una estrategia de salida de Irak, no significa abandonar a su propia suerte a un pueblo al que se ha metido en una guerra civil adobada de acciones terroristas, de respuestas insurgentes contra los ocupantes y contra los de dentro. Si se entr¨® irresponsablemente hay que procurar salir con responsabilidad. Pero salir.
Lo dif¨ªcil es aceptar que no se puede prescindir, en la salida, de actores necesarios, como Ir¨¢n. Un pa¨ªs tan decisivo o m¨¢s decisivo en la regi¨®n que los que figuran como aliados incondicionales, como lo demuestran muchos siglos de historia.
Y tambi¨¦n es dif¨ªcil comprender que Irak debe permanecer unido, no fracturado en tercios, a pesar de los conflictos internos, si se quiere evitar que la guerra civil se agrave y que el conflicto afecte seriamente a los pa¨ªses del entorno.
Pero lo m¨¢s dif¨ªcil, desde la ¨®ptica llamada occidental, es reencauzar el conflicto entre Israel y los palestinos, que seguir¨¢ afectando al L¨ªbano, a Siria y a toda la regi¨®n. Sin paz en Oriente Pr¨®ximo, sin un Estado Palestino en su tierra, no habr¨¢ soluci¨®n ni para Israel ni para el Medio Oriente.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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