La l¨ªnea roja, rota
Cuando uno entra en un sal¨®n inmobiliario sin la menor intenci¨®n de comprar un piso tiene dos opciones: o ponerse a mirar maquetas con cara de bobo o iniciar una animada charla con las azafatas que las promotoras sit¨²an en sus standsa modo de reclamo. Uno, que tampoco entiende demasiado de arquitectura, opta por lo segundo a lo Monopoly. O sea: directamente y sin pasar por la casilla de salida. Pese al hieratismo de su pose, y pese a su sonrisa prolongada ad infinitum, las chicas se creen m¨¢s bien poco el papel que representan.
Nazarena, una rubia de Mar del Plata de 23 a?os, opina que las hipotecas son una forma posmoderna de esclavitud. Esta argentina vive de alquiler en Barcelona, en un piso de 40 metros cuadrados por el que paga 550 euros al mes. Trabaja de forma espor¨¢dica, como estos d¨ªas en la feria Barcelona Meeting Point. Durante seis a?os vivi¨® en Suecia: "All¨ª las cosas funcionan de forma muy distinta. El Gobierno te paga una casa toda tu vida". Algo que es incluso mejor que el sueldo Nescaf¨¦:el abrigo del poder from womb to tomb; es decir, de la cuna a la tumba.
Para ser sinceros, hay una tercera cosa que hacer estos d¨ªas en la Fira de Montju?c sin necesidad de pedir presupuesto, comprar sobre plano o preguntar cu¨¢ntos metros de terraza tendr¨¢ mi chalet. Tambi¨¦n se puede gorronear a gusto. Por cinco euros —es el precio de la entrada en el sal¨®n para el gran p¨²blico— puede uno hincharse a bolsas y caramelos. De esta tarea se ocupan sobre todo se?ores y se?oras entrados ya en a?os. S¨®lo hace falta sutileza y solidaridad: "?Me das una bolsa, que yo ya tengo una pero esta mujer no?", le espeta una anciana a Nazarena sin que parezcan importarle las nefastas consecuencias de su interrupci¨®n.
Pero hay gente, sobre todo parejas, que van a lo que van: a buscar piso. Como Quique y Sara. Llevan un a?o hojeando revistas y ojeando cuartos de ba?o y lo tienen claro: compran s¨ª o s¨ª. De hecho, esperan que la d¨¦cima edici¨®n del sal¨®n inmobiliario sea para ellos la definitiva. ?l, industrial de artes gr¨¢ficas de 34 a?os, es vecino de Santa Coloma de Gramenet. Ella, de 23, trabaja en El Corte Ingl¨¦s y ha vivido siempre en L'Hospitalet. De modo que desean fervientemente huir del ¨¢rea metropolitana. ?Hacia d¨®nde? La comarca del Maresme es su ?taca. "Desde Canet hasta El Masnou, todo eso nos vale".
Quique, que hace cara de buen chaval y seguramente lo es, pasea por el recinto. Va preparado (incluso lleva las n¨®minas en mano) y recoge con avidez los folletos que le pasan por delante. Se interesa por una nueva promoci¨®n: Les Pinedes de Vilassar. Suena bien. Y pinta mejor. Pisos de 100 metros y pico con otros 120 de jard¨ªn. La idea se ajusta a los sue?os de la pareja ("un pisito con terraza y cercano al mar"), pero el precio se sale de madre: 400.000 euros. O sea m¨¢s de 65 millones depesetas. "Uy no, no. Nuestro tope es una hipoteca de entre 1.000 y 1.200 euros al mes, y eso equivale a un piso de unos 40 kilos". La realidad del mercado de vivienda nueva en Catalu?a ha torpedeado la l¨ªnea roja de la pareja.
No es el ¨²nico caso. Tambi¨¦n Meritxell (30 a?os) y Roberto (28) han visto c¨®mo la oferta traspasa con virulencia el l¨ªmite entre el bien (vivir con desahogo) y el mal (pasar apuros). Su colch¨®n de seguridad est¨¢ hecho trizas. Ingenuamente ("quiz¨¢ est¨¢bamos mal informados", se defienden) llegan al sal¨®n con la intenci¨®n de encontrar pisos asequibles en Barcelona. Lo cual es casi un ox¨ªmoron. "Todo est¨¢ desorbitado", lamenta Meritxell. Su l¨ªnea roja est¨¢ en los 300.000 euros. Con ese dinero, la joven prev¨¦ un inminente exilio: "Tendremos que irnos fuera de Barcelona. Pero fuera quiero decir muy lejos", bromea.
De modo que Meritxell y Roberto desisten. Todo lo contrario que Quique y Sara, que regresar¨¢n hoy, ma?ana y pasado a la plaza de Espa?a. Quique sale a la entrada del sal¨®n para profesionales, donde un grupo de 12 j¨®venes de la Asamblea Popular por una Vivienda Digna "clausuran" de forma simb¨®lica el evento, mientras el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, lo da por inaugurado en su interior.
El muchacho colomense aplaude las protestas: "Es una verg¨¹enza lo que est¨¢ pasando". Lo mismo que Judith, otra rubia azafata de 20 a?os. Aunque lo de las hipotecas a¨²n le queda lejos, recela del futuro y de lo que le rodea: "Trabajo aqu¨ª por ganar algo de dinero, pero estoy mucho m¨¢s de acuerdo con los que est¨¢n gritando en la calle". A escasos metros de Judith, como en todo el recinto, los mensajes siguen reflejando que todo va bien. El televisivo Antonio Hidalgo, antiguo partenairede Ana Rosa Quintana, anuncia unos apartamentos en Benidorm que incluyen la garant¨ªa de alquiler. Conclusi¨®n: "Su casa en la playa se paga sola". A muchos les suena a chanza.
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