El delicado lado salvaje
Antony and the Johnsons conmueve al p¨²blico madrile?o con su espect¨¢culo musical y visual
Est¨¢ Kembra Pfahler, la hija de un surfista, una chica que cruz¨® Estados Unidos desde California para instalarse en Nueva York. All¨ª se labr¨® una reputaci¨®n en la escena art¨ªstica experimental del East Village a base de radicales performances, como una en la que cascaba un huevo con la vulva para despu¨¦s cerrase con hilo y aguja los labios vaginales. Est¨¢ Honey, una disc jockey de Chicago que logr¨® hacerse un nombre en los c¨ªrculos de la moda de Nueva York. Tambi¨¦n est¨¢ Joey Gabriel, y Connie Girl.
Sus historias recuerdan a Candy, Joe o Sugar, los ambiguos personajes que Lou Reed inmortaliz¨® en 1972 en su canci¨®n Walk on the wild side. Pero ya pasaron los a?os setenta, estamos en otro siglo.
Y est¨¢n aqu¨ª esta noche. En un abarrotado Palacio Municipal de Congresos de Madrid. Son las 22.30 y las 13 "bellezas de Nueva York", como las ha bautizado Antony Hegarty, irrumpen una detr¨¢s de otra en el auditorio y se sientan en la primera fila de butacas. Detr¨¢s de ellas, m¨¢s de 1.800 personas que hace ya una semana agotaron las entradas a sesenta euros. Entre el p¨²blico, modernos de varias generaciones como Pedro Almod¨®var o los dise?adores de moda Locking Shocking.
Sobre el escenario se dibujan las siluetas de ocho m¨²sicos en penumbra que acompa?an al ingl¨¦s de 35 a?os criado musicalmente en cabar¨¦s y clubes de transformismo de Manhattan, y convertido en una estrella gracias a las delicadas confesiones de su disco de 2005 I'm a bird now. Piano de cola, guitarra, bajo, viol¨ªn, trompetas, acorde¨®n, bajo, bater¨ªa. Y a la derecha, una peque?a plataforma giratoria redonda y dos c¨¢maras que la enfocan. Suenan unas notas graves del piano y Antony empieza a cantar. Viste de negro y balancea sus dos metros de cuerpo con movimientos torpes. Se mueve espasm¨®dico. Una figura entra?able con su melena lacia y la tripa que moldea su camisa ajustada. Pone kilos de sentimiento en cada s¨ªlaba y canta con un buen gusto sobrecogedor.
La primera de las bellezas de Nueva York sube a la peque?a plataforma giratoria. Las c¨¢maras la graban y, al otro lado del escenario, el videocreador Charles Atlas y su equipo, rodeados de torres de m¨¢quinas, mezclan y manipulan las im¨¢genes, que se proyectan en una enorme pantalla al fondo del escenario.
Esto es Turning, el espect¨¢culo que Antony and the Johnsons y Charles Atlas estrenaron en la bienal del Whitney Museum neoyorquino en 2004 y que ahora est¨¢n llevando por Roma, Londres, Par¨ªs, Madrid y Braga (Portugal). En palabras de Antony, "un homenaje a esas presencias femeninas, mujeres, travestis, transexuales, que me inspiraron e iluminaron desde los principios de mi carrera".
Las bellezas se van sucediendo al ritmo de las canciones de Antony. Confesiones ingenuas, historias ¨ªntimas, deseos inalcanzables. Los problemas de ser una mujer atrapada en un cuerpo de un hombre. "Un d¨ªa crecer¨¦ y ser¨¦ una bella ni?a", canta. "Pero por hoy soy un chico". "?D¨®nde est¨¢ mi poder? ?D¨®nde est¨¢ ese amor que me rodea?".
Modula la voz con una sensibilidad extrema. Posee el timbre de voz de una diva del jazz. Uno cierra los ojos y parece estar escuchando a Nina Simone. Pero ¨¦ste no es un espect¨¢culo para cerrar los ojos. En la pantalla gigante, de casi cien metros cuadrados, los rostros de las mujeres giratorias se duplican, su funden y se intercalan con im¨¢genes de flores, de mu?ecas, de humo, de piedras preciosas. Todo a un ritmo lento que potencia la fuerza de los rasgos de esas trece mujeres.
"Gracias", alcanza a decir en espa?ol en un par de ocasiones, entre aplausos, el m¨²sico brit¨¢nico, que creci¨® en California y acab¨® encontrando su sitio en los ambientes del arte experimental del East Village neoyorquino de los noventa. Antony and the Johnsons (¨¦se es su nombre art¨ªstico) ya hab¨ªa visitado Espa?a. Antes de ganar el prestigioso Mercury Prize al mejor disco de un artista brit¨¢nico publicado en 2005, ya hubo tortas para hacerse con una entrada cuando actu¨® en el madrile?o C¨ªrculo de Bellas Artes. Tambi¨¦n visit¨® el a?o pasado Barcelona con ocasi¨®n del festival barcelon¨¦s Primavera Sound. Pero ¨¦ste es un espect¨¢culo de mucha mayor ambici¨®n que el que trajo en aquellas otras ocasiones.
Su canci¨®n m¨¢s popular sigue siendo Hope there'e someone. Ayud¨® que Isabel Coixet la utilizara en su pel¨ªcula La vida secreta de las palabras. Y esta noche es la ¨²nica canci¨®n en la que Antony se sienta al piano de cola. Y el p¨²blico se lo agradece entregado.
El concierto se acerca a su fin. Al terminar, tras hora y media de despliegue de sentimientos, las trece bellezas suben al escenario y la audiencia se funde en una atronadora ovaci¨®n que dura varios minutos. Los m¨²sicos abandonan el escenario, pero Antony regresa con el guitarrista y, en la intimidad, interpretan la que asegura que es una de sus canciones favoritas, My lady store. Otra enorme ovaci¨®n. A la salida se oyen adjetivos como "apabullante" o "demoledor". Y mientras tanto, el delicado circo de freaks prosigue su camino. ?sta era su ¨²nica fecha en Espa?a. El viernes les espera el p¨²blico de Braga. Y despu¨¦s a seguir trabajando. Antony tiene la agenda plagada. Es lo que tiene ser el artista de moda.
La cola de colaboraciones es larga. Todos le reclaman. Ha trabajado con Rufus Wainwright, con Bryan Ferry, con Bj?rk, por citar unos cuantos. Incluso el propio Lou Reed, su descubridor, le pide cita. ?l le reclut¨® para cantar en su banda y es Antony quien interpreta la canci¨®n Perfect day en el disco The raven, publicado por el ex Velvet Underground en el a?o 2000. Y ahora quiere contar con ¨¦l para la puesta en escena de su disco Berlin (1973). En sus escasos ratos libres Anthony prepara su nuevo disco. Dice que ser¨¢ m¨¢s optimista, menos introspectivo que el primero. Pero despu¨¦s de ver un espect¨¢culo como el de anoche en Madrid cuesta creer que sea capaz. Afortunadamente.
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