Revoluci¨®n y ternura
El espect¨¢culo se denomina i. ?Lo pillan? Y punto. Pero as¨ª, en peque?ito, pronunciado a media voz. Sin aspavientos ni dramatismos, con la mirada alta, limpia y m¨¢s l¨²cida que nunca, Llu¨ªs Llach se retira a los cuarteles de invierno, a sus vi?as y una barquichuela que mece la mar mediterr¨¢nea. Llach deja los escenarios plet¨®rico de fuerzas, embebido en la luminosa sabidur¨ªa de la edad madura y con la garganta, si no esplendorosa, en ¨®ptimo estado de revista. Duele esta despedida, s¨ª, y su p¨²blico mesetario se lo hizo saber anoche, en la primera de las cinco ¨²ltimas cenas, con un abrazo c¨®mplice, clamoroso y, por momentos, emocionado.
El trovador de Verges se sabe querido, casi achuchado por esta ciudad tan poco dada a las complacencias. En esta entesa no ha habido necesidad de renuncias ni concesiones. El de anoche era un p¨²blico atento y concienzudo; aliados fieles que han aprendido rudimentos de lengua catalana mientras desentra?aban esa l¨ªrica tierna y deslumbrante. Alguno habr¨¢, incluso, que se haya convertido a la religi¨®n cul¨¦. Pero lo mejor de Llach es que haya sabido mantener el aliento ¨¦tico de la coherencia sin haberle perdido la cara ni por un instante a la est¨¦tica. M¨²sico por los cuatro costados, pocos como ¨¦l han sabido conjugar de igual manera la belleza con la ideolog¨ªa.
Llu¨ªs Llach
Llu¨ªs Llach Llu¨ªs Llach (voz, piano), Laura Almerich (acorde¨®n, guitarra), Laly Rodr¨ªguez (guitarras), Jorge Cuscueta (saxos, clarinete), Anna Comellas (violonchelo), Marc Prat (contrabajo, bajo el¨¦ctrico), Dani Forcada (bater¨ªa). Teatro de Madrid. Madrid, 8 de noviembre.
Para el adi¨®s ha escogido un repertorio poco evidente, alejado del aplauso f¨¢cil y, sin embargo, id¨®neo para perfilar un retrato humano y sentimental del artista desde todos los ¨¢ngulos y geograf¨ªas. Emociona con los recuerdos maternos (la bell¨ªsima Un n¨²vol blanc) y con esa maravillosa estampa melanc¨®lica y costumbrista que es Verges 50, gran ejemplo -igual que Tinc un clavell per tu- de su maestr¨ªa cuando garabatea valses afrancesados en el pentagrama. Erige un himno a la complicidad y la tolerancia en Jo hi s¨®c si tu vols ser-hi, rememora a Puig Antich (Sempre queda un fil) con un nudo en la garganta, se enrabieta en Veritat i mentida y hasta se deja llevar por los alborotados p¨¢lpitos del deseo con Potser el desig. En un cancionero de tan altos vuelos s¨®lo dejan un margen para la duda A poc a poc, una especie de rock rasposo con trasfondo (vaya por Dios) estatutario, y puede que Maremar, que mira a Grecia para acabar sonando al griego Vangelis, lo que, la verdad sea dicha, se antoja un tanto extempor¨¢neo.
Inusual artiller¨ªa
Llu¨ªs Llach se marcha. Sin remisi¨®n. Emigra a su universo interior y se le echar¨¢ en falta desde el mismo d¨ªa siguiente. Andamos muy escasos de poes¨ªa como para podernos permitir semejante desamortizaci¨®n de talento. No est¨¢n los tiempos para estos dispendios. La platea sucumbi¨® otra vez a su verborrea arrolladora: ir¨®nica, tierna, humanista, nost¨¢lgica, a ratos desenga?ada. Necesitamos, a¨²n, la revoluci¨®n de la ternura. Y pocos como Llach han sabido demoler tantos muros con tal inusual artiller¨ªa.
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