La virtud de la discreci¨®n en los procesos de paz
En un reciente encuentro entre los comisionados o negociadores de paz gubernamentales de 13 pa¨ªses con conflictos armados, sorprendi¨® a varios de ellos la discreci¨®n y cautela con la que el Gobierno espa?ol maneja el proceso vasco, en comparaci¨®n con otros contextos donde parece imposible mantener la confidencialidad porque, o bien todo se filtra, o el rumoreo es tan extenso que impide saber lo que hay de cierto y de mentira. En un extremo podr¨ªamos citar el caso de Indonesia, donde las negociaciones del pasado a?o con el GAM las llev¨® personalmente el vicepresidente del pa¨ªs, quien de forma personal y directa enviaba por la noche los faxes al presidente de su pa¨ªs para informarle del desarrollo de las negociaciones que se realizaban en Finlandia, sin que informara siquiera a su propia oficina, ni al Gobierno ni al Parlamento.
El otro extremo ser¨ªa Colombia, donde continuamente se frustran intentos exploratorios con las FARC a causa de la filtraci¨®n de documentos con propuestas de una parte u otra, da?ando as¨ª la creaci¨®n de la confianza necesaria para conducir el proceso mediante un procedimiento que requiere un elevado nivel de discreci¨®n en sus primeros momentos.
El secretario general del PP, ?ngel Acebes, se ha sorprendido enormemente y ha criticado con su dureza habitual al presidente del Gobierno, al enterarse de que un centro suizo custodia las actas del di¨¢logo con ETA, de las que s¨®lo el mencionado centro tiene copia, como medida para asegurar que nadie tendr¨¢ la tentaci¨®n de filtrar lo que all¨ª se ha convenido. Al se?or Acebes este procedimiento le parece "un verdadero esc¨¢ndalo", pero debo explicarle que es un procedimiento muy habitual en todo proceso en el que intervienen terceros facilitadores, y que en el oficio de la mediaci¨®n se considera una forma de actuar muy pertinente. Me inquieta adem¨¢s la cr¨ªtica facilona a un centro tan reputado como es el Centro para el Di¨¢logo Humanitario, que en sus a?os de existencia ha protagonizado numerosas facilitaciones que han permitido terminar con varios conflictos armados o encarrilarlos en v¨ªas de soluci¨®n, a veces en solitario, y otras veces en combinaci¨®n con diplomacias de otros pa¨ªses.
Dos de cada tres conflictos utilizan facilitaciones externas, sea mediante la figura central de la mediaci¨®n (la persona o instituci¨®n que facilita las negociaciones e interviene en ellas), o cualquier otra de las funciones que configuran un proceso de mediaci¨®n: quienes exploran posibilidades, quienes generan ideas, quienes tienen capacidad de convocar a las partes, quienes entrenan o capacitan a una de las partes para la negociaci¨®n, quienes garantizan la buena marcha del proceso y dan incentivos (o muestran el garrote, si hace falta), y un largo etc¨¦tera de funciones que realizan las personas intermediarias. Sin excepci¨®n, todos los procesos siguen unas pautas (primeras exploraciones y tanteos, conversaciones informales, negociaci¨®n formal), y lo habitual es que se haga con mucha confidencialidad. No es nada habitual, en este sentido, lo que hizo el presidente del Gobierno al comparecer en el Congreso y buscar un aval para sus gestiones. Es una actitud de honestidad, pero arriesgada, especialmente si de antemano se sabe que el principal partido de la oposici¨®n actuar¨¢ de spoiler, esto es, de saboteador, criticando cualquier cosa que se haga, aunque se haga poco o muy despacio. En cualquier caso, y quiz¨¢s es lo m¨¢s importante, no hay proceso posible (y estamos hablando de un proceso donde al final ETA se autodisuelve, que no es poco) si no hay canales de comunicaci¨®n, encuentros entre intermediarios, encuentros directos, papeles a ense?ar, hojas de ruta, compromisos temporales y temas sustantivos, acompa?antes en el proceso y proceso de verificaci¨®n. As¨ª se ha hecho siempre y se seguir¨¢ haciendo, porque no hay otro m¨¦todo posible. Lo m¨¢s terrible no es tener que hablar con el enemigo, sino dejar de hacer cosas que con suerte y buenas dosis de inteligencia permitir¨¢n que ese enemigo deje de existir como resultado de un proceso de negociaci¨®n.
En nuestro caso, llegar al final del t¨²nel es posible, pero ser¨¢ m¨¢s probable llegar a este punto si el proceso se hace con la m¨¢xima discreci¨®n. No se trata de que la democracia exija luz y taqu¨ªgrafos en un tema tan sensible, sino de que el Gobierno sepa lo que se trae entre manos y lo explique cuando sea oportuno, pero no antes ni despu¨¦s. Todos estamos de acuerdo en lo que queremos para el final de la historia, pero el m¨¦todo para llegar all¨ª es responsabilidad exclusiva del Gobierno, y es muy torpe, adem¨¢s de in¨²til, pensar que el Gobierno no utilizar¨¢ las herramientas habituales que en todas las partes del mundo se utilizan para resolver los conflictos.
Vicen? Fisas es director de la Escuela de Cultura de Paz, UAB.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.