Un 'ethos' asim¨¦trico
De los acontecimientos pol¨ªticos internacionales de este oto?o, las elecciones legislativas de mitad de mandato en Estados Unidos, celebradas el pasado martes, han sido uno de los m¨¢s importantes. El enfrentamiento electoral se ha centrado hasta el ¨²ltimo momento en la pol¨ªtica del Gobierno, convirti¨¦ndose en el tema estrella de la campa?a electoral. Ante ello, la estrategia de los republicanos ha sido la de insistir en acusaciones de car¨¢cter ¨¦tico contra los candidatos antagonistas, denunciando actitudes personales y formas de vida consideradas como opuestas a los sentimientos m¨¢s profundos del pueblo norteamericano. Incluso la embarazosa situaci¨®n suscitada por Kerry, debido a una ocurrencia ir¨®nica acerca de la guerra, puso en evidencia ese contraste de valores presente en la sociedad norteamericana: por un lado, los valores militares de defensa de la libertad y, por otro, el resto de los valores irrenunciables del ethos nacional.
El tema central de discusi¨®n de la campa?a ha sido, como era l¨®gico, la valoraci¨®n de la guerra de Irak. En efecto, tras un primer periodo de amplio acuerdo sobre la pol¨ªtica de Bush, despu¨¦s del 11 de septiembre, el consenso de la opini¨®n p¨²blica ha ido descendiendo progresivamente. Y es que en la opini¨®n p¨²blica norteamericana ha ido cuajando, en los ¨²ltimos meses sobre todo, un juicio globalmente negativo sobre la pol¨ªtica llevada a cabo por el Gobierno. Ya casi nadie est¨¢ dispuesto, pr¨¢cticamente, a negar que se trata de una aut¨¦ntica cat¨¢strofe. Se discute, en todo caso, acerca de las modalidades y los plazos para abandonar definitivamente los compromisos adquiridos.
Pero est¨¢ claro que hablar de la guerra en Irak como de "fracaso catastr¨®fico" no es un juicio ¨¦tico sobre la propia guerra, sino que se trata si acaso de una valoraci¨®n geopol¨ªtica o simplemente militar. La cuesti¨®n plantea una pregunta inevitable, sin respuesta en ¨¢mbito puramente t¨¢ctico: ?es realmente posible separar de manera total el juicio sobre estos acontecimientos de los presupuestos de un ethos invocado continuamente en otros campos? No hay m¨¢s que pensar en el desconcertante hecho de que un republicano tal vez reconozca de buena gana la derrota ¨¦tica que se deriva de la relativizaci¨®n de la familia o del uso de c¨¦lulas estaminales de embriones para la investigaci¨®n, pero no estar¨¢ tan f¨¢cilmente dispuesto a reconocer los aspectos ¨¦ticos impl¨ªcitos en la decisi¨®n de iniciar esa guerra y en las desgarradoras consecuencias que ¨¦sta sigue provocando. Es m¨¢s, para algunos "teocon", apoyar la guerra es en s¨ª mismo una cuesti¨®n ¨¦tica situada en un nivel muy superior respecto a la defensa del ambiente o a la construcci¨®n de escuelas en el Tercer Mundo.
El problema central es que la cuesti¨®n de la paz no puede ser considerada como un tema secundario desde el punto de vista de los valores. No es posible, en efecto, defender que existan instancias ¨¦ticas que justifiquen intervenciones militares que acarreen muerte y destrucci¨®n de vidas humanas, excepto en circunstancias muy precisas determinadas por el propio ethos. Esas circunstancias no concurr¨ªan en el momento en el que se tom¨® la decisi¨®n de dar comienzo a la guerra de Irak y el devenir del conflicto lo puso ulteriormente en clara evidencia.
La paz es el fundamento y el fin hacia el que debe tender una pol¨ªtica aut¨¦nticamente consecuente con el derecho. Y no puede ser sacrificada ante otras reglas o intereses. Incluso un jurista cl¨¢sico como Grocio, que tan a fondo reflexion¨® acerca de los aspectos ineluctables de la guerra, nunca dej¨® de reconocer que el fin de la pol¨ªtica debe ser la paz entre los hombres. Tales principios no pierden nunca su valor ¨¦tico por m¨¢s que resulte dif¨ªcil mantenerlos. En tal sentido, resulta obvio que para los conservadores ha sido muy importante poner de relieve los aspectos ¨¦ticos m¨¢s l¨¢biles de la oposici¨®n, que son valorados como parte de una visi¨®n de la vida escindida de la ¨¦tica. Pero tambi¨¦n ha de ponerse de relieve que la decisi¨®n de empezar una guerra no est¨¢ justificada sin que s¨®lidas consideraciones ¨¦ticas, m¨¢s que aconsejarla, la hagan ¨¦ticamente obligada.
La pugna entre republica-nos y dem¨®cratas ha permitido extraer de problemas ¨¦ticos de este tipo significativas conclusiones de car¨¢cter aplicativo. Los argumentos contrarios a ciertos m¨¦todos de investigaci¨®n esgrimidos por los conservadores tienden precisamente a resaltar los aspectos ¨¦ticamente intolerables de las posiciones contrarias, mientras que los dem¨®cratas ven en esas t¨¦cnicas de experimentaci¨®n un claro progreso de la libertad y de la civilizaci¨®n. La importancia de este debate ¨¦tico nos resulta particularmente evidente si recordamos hechos como, por ejemplo, la p¨¦rdida de consenso que sufri¨® el candidato dem¨®crata James Webb en Virginia a causa de ciertas tesis, consideradas por los republicanos como "immorales", presentes en una de sus novelas. Ahora bien, ?es todo ello ¨¦ticamente congruente y compatible con la reciente decisi¨®n gubernativa de levantar un muro para proteger las fronteras del sur de la inmigraci¨®n clandestina procedente de M¨¦xico?
Por otra parte, observando el contenido de las propuestas de la oposici¨®n dem¨®crata se aprecia claramente c¨®mo ¨¦sta es portadora de un ethos propio. En este sentido, el reciente caso de Missouri aclara perfectamente la situaci¨®n. Es evidente, en efecto, que la defensa de la salud, del derecho p¨²blico a la educaci¨®n, del salario m¨ªnimo, de un ambiente respetuoso con la ecolog¨ªa son elementos ¨¦ticamente decisivos para una propuesta progresista atenta a las cuestiones de los derechos civiles.
En definitiva, debe reconocerse que la contraposici¨®n entre las dos formaciones ha adquirido en su conjunto el tono de un choque ¨¦tico entre dos visiones del mundo, animando la lucha pol¨ªtica de los partidos y los candidatos en liza, y debe reconocerse tambi¨¦n que el car¨¢cter casi perfectamente bipolar de la pol¨ªtica norteamericana ha transformado la decisi¨®n electoral de los ciudadanos en una elecci¨®n entre modelos alternativos. Un ethos es aut¨¦nticamente tal, con todo, cuando es capaz de conformar una visi¨®n completa de la vida, pues en caso contrario pierde toda credibilidad. Un ethos asim¨¦trico, sectario carece de racionalidad. Una visi¨®n ¨¦tica sectorializada, planteada como a manchas de leopardo, se asemeja a una persona que s¨®lo dice la verdad de vez en cuando y pretende ser cre¨ªdo siempre. Un valor ¨¦tico no puede ser utilizado contra otro, de la misma forma que no puede destruirse la vida para defender la vida.
Arist¨®teles, en su ?tica Nicomaquea, nos ense?¨® que las fuerzas -pero no los principios- que concurren para promover y conservar la vida son las mismas que pueden destruirla. Todo depende de los criterios que se adopten y de las acciones que de ello se deriven. Ello ocurre precisamente porque esos criterios constituyen el ethos para el hombre, pues o ¨¦ste es congruente en su totalidad o se carece de ¨¦l.
?Puede justificarse moralmente la guerra y, desde esa misma posici¨®n ¨¦tica, defender un programa de tutela de la vida o sostener la estabilidad de la familia? Creo que es ¨¦sa la aut¨¦ntica cuesti¨®n crucial que ha de resolverse.
El ethos que propende hacia la guerra deber¨ªa ser el mismo que propenda hacia la b¨²squeda de la paz, y el de quien defiende la vida deber¨ªa ser el mismo de quien defiende el derecho a la vida de los enfermos incurables. No es casual que el jurista alem¨¢n Kelsen haya afirmado que "el sentido m¨¢s hondo de la democracia es que cada uno desee la libertad no s¨®lo para s¨ª mismo, sino tambi¨¦n para los dem¨¢s". Y ello s¨®lo ser¨¢ posible dentro de un ethos en el que todas las personas y, sobre todo, todos los aspectos de la vida encuentren cabida en un sistema coherente.
En el fondo, a Hobbes no le faltaba raz¨®n cuando sosten¨ªa que el verdadero presupuesto de la guerra es la unilateralidad y la parcialidad de los puntos de vista, porque ello lleva a contraponer un inter¨¦s parcial a otro, desconociendo el ethos com¨²n. Y sin una mirada a los aspectos fundamentales comunes para todos se destruye la validez ¨¦tica de cuanto viene propuesto por cada uno. ?C¨®mo no ver en ello un elemento de disoluci¨®n que amenaza la propia pol¨ªtica? De ah¨ª que la inseparabilidad de todos los problemas actuales de la sociedad, unida a las dificultades de afrontarlos todos a la vez, sin incoherencias exasperadas, sea precisamente lo que est¨¢ inmovilizando las decisiones pol¨ªticas, y no solamente las americanas. La propia Europa se encuentra dividida por an¨¢logas cuestiones de coherencia.
Buscar la perspectiva del bien de todos y para todo se revela, en definitiva, como un itinerario siempre dif¨ªcil pero tambi¨¦n como el ¨²nico realmente v¨¢lido, precisamente porque, como sosten¨ªa Pieper, el todo nunca es solamente la suma de las partes.
Joaqu¨ªn Navarro-Valls, periodista, fue portavoz del Vaticano durante las ¨²ltimas dos d¨¦cadas. Traducci¨®n del italiano de Carlos Gumpert.
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