Sabadell recupera sus cuevas
Familias de inmigrantes vivieron en las barracas excavadas en la roca de Sant Oleguer entre las d¨¦cadas de 1940 y 1950
Una noche, la hermana mayor de Rafael S¨¢nchez, lo agarr¨® a ¨¦l y a sus tres hermanos, los subi¨® a una carreta y ech¨® a andar. Era 1949, y un mes despu¨¦s de abandonar su Antequera natal -"el ¨²nico trozo que hicimos en tren fue de Calatayud a Zaragoza. El resto lo hicimos andando", explica Rafael-, llegaron a Sabadell.
"Recuerdo que hab¨ªamos dejado atr¨¢s Terrassa y fuimos preguntando por las cuevas de los Eucaliptus, donde viv¨ªa mi t¨ªa". La encontraron, pero ella ya ten¨ªa cinco hijos y en aquel recinto escarbado de los m¨¢rgenes del r¨ªo Ripoll, no hab¨ªa espacio para m¨¢s. "Los primeros meses los pasamos en otra cueva muy peque?a, que hab¨ªa servido para que la gente hiciera sus necesidades. La limpiamos con la ayuda de una se?ora, que se trajo todos los utensilios de limpieza del cuartel de la guardia civil donde trabajaba, y ah¨ª estuvimos hasta que mi t¨ªa dej¨® su cueva y se la compramos por 500 pesetas".
Rafael y sus hermanos vivieron en aquella cueva hasta 1958. Ahora, el Ayuntamiento de Sabadell quiere mostrarla al p¨²blico tal como era entonces y con el escaso mobiliario que ten¨ªan estas viviendas temporales: la cocina de carb¨®n, las sillas, las estanter¨ªas que penetraban en la pared, la mesa redonda con brasero debajo, las esterillas que serv¨ªan para dormir y el saco que separaba dos estancias, las paredes de cal blanca y la l¨¢mpara de aceite que colgaba de un gancho enyesado.
5.000 personas en 500 cuevas
Es uno de los cap¨ªtulos de la historia del r¨ªo Ripoll. El consistorio estima que lleg¨® a haber unas 500 cuevas y que por ellas pasaron entre 4.000 y 5.000 personas. La mayor¨ªa de los que ah¨ª vivieron llegaron de Andaluc¨ªa y Murcia en b¨²squeda de trabajo. Corr¨ªa la d¨¦cada de 1940. La Guerra Civil hab¨ªa quedado atr¨¢s, pero no la hambruna de la posguerra.
La econom¨ªa, poco a poco, volv¨ªa a despegar. La industria textil de Sabadell crec¨ªa y necesitaba mano de obra. Los que llegaban no ten¨ªan muchos recursos y en la ciudad escaseaba la vivienda. Si en 1950 en Sabadell viv¨ªan 60.000 personas, 10 a?os despu¨¦s ya sumaban 105.152. Adem¨¢s, entre 1939 y 1950 el coste de la vivienda hab¨ªa aumentado un 550%. Para la mayor¨ªa, la cueva era una soluci¨®n temporal hasta que ahorraban el suficiente dinero para comprar un terreno. Despu¨¦s vend¨ªan la cueva a otro reci¨¦n llegado. "Sin papeles ni nada, simplemente pagabas y ya est¨¢", explica Rafael.
Las cuevas eran la alternativa a dormir al raso. Nadie las reclamaba, algunas ya hab¨ªan sido utilizadas, pero con otra funci¨®n, la funeraria durante el neol¨ªtico. Muchas otras fueron creadas, escarbadas por los reci¨¦n llegados. El techo apenas superaba la altura de una persona, el suelo estaba sin pavimentar y eran muy h¨²medas. No hab¨ªa electricidad, ni agua corriente ni gas. Por eso, las m¨¢s valoradas eran las que m¨¢s cerca estaban de las fuentes.
La cueva que Rafael compart¨ªa con sus otros tres hermanos ten¨ªa 12 metros cuadrados y estaba dividida en dos habitaciones. En una dorm¨ªan la hermana mayor y su compa?ero. En la otra, los tres hermanos. Rafael, con cinco a?os, y su hermano Miguel, de siete, se ganaban la vida recogiendo cartones. "Hay quien se averg¨¹enza, pero para m¨ª no es una deshonra haber vivido en las cuevas". Tiene buenos y malos recuerdos. "Estaba tranquilo y ten¨ªamos un huerto que cultiv¨¢bamos". Hab¨ªa tambi¨¦n peleas, discusiones porque "muchos se ganaban la vida descargando en la estaci¨®n, y cada d¨ªa s¨®lo escog¨ªan a algunos".
La gente vivi¨® all¨ª hasta 1958. Aquel a?o, polic¨ªa y bomberos desalojaron a los ¨²ltimos que quedaban, tras la prohibici¨®n del Ayuntamiento de construir y levantar cuevas y barracones promulgada seis a?os antes. Rafael recuerda que "vinieron y preguntaron qu¨¦ quer¨ªas llevarte, lo que dejabas atr¨¢s lo quemaban".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.