Fin de un secuestro
El 11-S de 2001, unos terroristas secuestraron unos aviones y los estrellaron contra el World Trade Center de Nueva York y el Pent¨¢gono. El 12, empez¨® otro secuestro m¨¢s conceptual, pero con enormes repercusiones: el de la pol¨ªtica exterior americana a manos de un grupito, los neoconservadores, aprendices de brujo que llevaron, entre otras cosas, al desastre de Irak. Los electores americanos han puesto fin a este secuestro, aunque el desenlace sea a¨²n incierto. Es verdad que personajes como Wolfowitz hab¨ªan salido antes de la Administraci¨®n, en este caso premiado con la presidencia del Banco Mundial, y Rumsfeld ha dimitido. Pero queda el jefe de la banda, aunque no aparente ser un neocon, Dick Cheney el vicepresidente que m¨¢s poder ha tenido.
Irak era un objetivo en s¨ª, pero tambi¨¦n parte de un plan para cambiar todo Oriente Pr¨®ximo. Y lo han conseguido: la guerra ha desencadenado un movimiento tel¨²rico, pero nadie sabe c¨®mo acabar¨¢. Y pese al triunfo dem¨®crata en las elecciones del pasado martes, ?alguien sabe qu¨¦ hacer con Irak? Bush ten¨ªa raz¨®n cuando meses atr¨¢s afirm¨® que este era un problema que ni ¨¦l resolver¨¢, ni siquiera su sucesor.
Bush busca "perspectivas frescas" ante esta guerra. Pero ¨¦stas no parece que vayan a venir de este 43 presidente y su Administraci¨®n, sino de los que trabajaron con el 41, su padre, muchos de los cuales se opusieron p¨²blicamente a esa guerra, por las mismas razones que en 1991 EE UU no empuj¨® hasta Bagdad. Como Bob Gates, ex director de la CIA con el 41, ahora sucesor de Rumsfeld en el Pent¨¢gono. Tambi¨¦n Baker, ex secretario de Estado y el gran arquitecto de la victoria del actual presidente Bush en 2000 en los tribunales, que preside el Grupo bipartidista (a la que pertenec¨ªa Gates) de Estudio de Irak, que ha de aportar ese esperado nuevo enfoque.
No deja de ser ins¨®lito, y s¨ª prueba de su incompetencia, que la Administraci¨®n del pa¨ªs m¨¢s poderoso de la Tierra tenga que acudir a unos consejeros externos para saber c¨®mo salir del l¨ªo en el que se ha metido y ha metido al mundo. Los dem¨®cratas sin grandes ideas respecto a Irak, salvo el "no es esto", tienen que andar con cuidado: las esperadas conclusiones del Grupo pueden atarles de manos.
En todo caso, aunque Bush siga hablando de la "victoria" como objetivo, ya no hay escenarios rosa para el final de la guerra de Irak, sino que la elecci¨®n, en la medida en que existe, est¨¢ entre el negro y el gris, siendo el eje de este ¨²ltimo que no se rompa Irak. EE UU quiere reducir sus tropas all¨ª, en un proceso de iraquizaci¨®n (?recuerdan la vietnamizaci¨®n?) de la seguridad que ya ha demostrado que no funciona. Pero ?est¨¢ EE UU dispuesto a decir que se marchar¨¢ de Irak? No es, todav¨ªa, lo que han pedido los electores ni en lo que piensan los dem¨®cratas, sino en un calendario de reducci¨®n de la presencia americana y de sus muertos. Washington no ha renunciado a¨²n a su visi¨®n imperial de establecer bases semipermanentes en Irak. Es parte de su estrategia regional. En cuanto al petr¨®leo, en diciembre el Gobierno iraqu¨ª (si el actual sigue existiendo) ha de aprobar la ley que abrir¨¢ las licencias de explotaci¨®n del petr¨®leo (Acuerdos de Producci¨®n Compartida) de las que se espera que las empresas americanas y brit¨¢nicas se lleven la parte de le¨®n.
Lo que necesita Oriente Pr¨®ximo es un cambio de enfoque. La Administraci¨®n del 43 se ha concentrado en Irak e Ir¨¢n, optando por no entrometerse en el conflicto entre israel¨ªes y palestinos (algo m¨¢s en L¨ªbano), lo que ha dejado las manos libres -incluso vetando la condena del Consejo de Seguridad a la masacre de Beit Hanun- a Israel, con los desastrosos resultados que vemos. Es hora de volver a introducir este conflicto, con car¨¢cter prioritario, en la ecuaci¨®n general para intentar si no resolverla, al menos encauzarla. Y de que los dem¨®cratas deshagan cuanto antes la legalizaci¨®n de la tortura y otros excesos de la legislaci¨®n republicana. ?Lo har¨¢n?
aortega@elpais.es
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