Los ritos de la seguridad
Voy a entrar en un edificio p¨²blico madrile?o, donde por el revuelo se ve que esperan la visita de alguna autoridad. Coloco mis objetos met¨¢licos ante el empleado de seguridad, y paso por el arco, que no pita. El empleado se?ala la bolsa de cuero que encierra las llaves de mi casa: llaves abultadas, de casa antigua (del tama?o de un pu?al corto, para entendernos). Y me pregunta, sin abrirla: "?Llaves, no?". "S¨ª", contesto yo. Y me deja pasar.
Otra an¨¦cdota: cada vez que viajo en puente a¨¦reo en direcci¨®n a Barcelona, me hacen que me quite el cintur¨®n, pero en direcci¨®n a Madrid, no. ?Por qu¨¦? ?Tendr¨¢ que ver con la rotaci¨®n de la Tierra?
?D¨®nde quiero ir a parar? La seguridad que presuntamente vela por nosotros es, en realidad, un ritual vac¨ªo. Quien haya pretendido entrar en Israel se habr¨¢ dado cuenta de lo que es un control de seguridad de verdad. Esto, lo nuestro, son remedos. ?Por qu¨¦ se hacen?
La ¨²ltima vuelta de tuerca: ahora el pasajero a¨¦reo se ve forzado a exponer sus champ¨²s y pomadas para las hemorroides en una bolsita transparente. No dejan llevar ni agua en una cantidad razonable. ?Dios m¨ªo!, ?qu¨¦ m¨¢s inventar¨¢n? La raz¨®n que dan es que han descubierto a islamistas con explosivos l¨ªquidos. Pero ?y los explosivos s¨®lidos? ?Y las armas blancas de cer¨¢mica, indetectables por los arcos de metales? ?Y las armas de fuego desmontables, camufladas entre elementos neutros del equipaje? No he aprendido estas cosas frecuentando webs terroristas, sino en pel¨ªculas normales. Y otra pregunta: ?por qu¨¦ no aplican estas medidas tambi¨¦n en trenes, autobuses o mercados, donde ha habido muchos ataques terroristas?
?Qu¨¦ pretenden estos ritos siniestros e ineficaces, con ecos de campo de concentraci¨®n (personas sedientas despojadas de su ropa, sin zapatos, con sus pertenencias a la vista en una bolsita, formando largas colas)? ?Qu¨¦ persiguen, aparte de aumentar los beneficios de las compa?¨ªas de seguridad y las ventas de agua a bordo? Parece duro decirlo, pero est¨¢n probando hasta d¨®nde puede llegar la sumisi¨®n de los ciudadanos. Y da la impresi¨®n de que puede llegar muy lejos. Es un ensayo general para los tiempos que vendr¨¢n.
Paralelamente, y en un movimiento que se ha repetido en la Historia unas cuantas veces, lo que se proponen es enfadarnos, irritarnos profundamente. ?Para qu¨¦? Para que dirijamos nuestra ira y nuestra frustraci¨®n no hacia ellos (el empleado que nos registra, las autoridades an¨®nimas que han ordenado estas medidas demenciales), sino hacia el intangible islam. Nos han fabricado un enemigo, y est¨¢n consiguiendo que muchos lo odien de verdad, en mangas de camisa y con la bolsita en la mano.
Y de ese modo, cuando nos digan (no los tribunales, ni la prensa, sino informes secretos de la polic¨ªa transmitidos a los supragobiernos) que hay una nueva amenaza que exige, ?qui¨¦n sabe?, recortar la libertad de prensa, cerrar la Internet, limitar los movimientos de los ciudadanos u otras cosas en las que prefiero no pensar, nos encontrar¨¢n irritados, cansados, profundamente humillados. Y aterrorizados.
Y entonces accederemos sin protestar.
Jos¨¦ Antonio Mill¨¢n es escritor y especialista en inform¨¢tica e Internet.
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