?Qui¨¦n cuidar¨¢ de los hijos de S¨¦gol¨¨ne Royal?
Los socialistas franceses eligen hoy a su representante en las elecciones presidenciales de mayo de 2007. Tras la criba de los ¨²ltimos meses, quedan tres candidaturas. La del socialdem¨®crata Dominique Strauss-Kahn; la de Laurent Fabius, defensor del no en el refer¨¦ndum sobre la Constituci¨®n Europea de 2005 y supuesto l¨ªder del ala izquierda del partido, y, finalmente, S¨¦gol¨¨ne Royal, a quien se suele definir, ambiguamente, como una pol¨ªtica pragm¨¢tica.
La irrupci¨®n de Royal en las primarias fue recibida con mal disimulada hostilidad por los llamados elefantes del Partido Socialista, a pesar de que todas las encuestas apuntan a que es la ¨²nica capaz de competir en pie de igualdad con el previsible candidato de la derecha, Nicolas Sarkozy.
Aun contando con el desgaste que ha supuesto partir como favorita indiscutible, todos los sondeos dan a Royal como ganadora. Sus oponentes esperan, sin embargo, que sea necesaria una segunda vuelta y unir entonces todas las fuerzas en su contra. Se sabe que Lionel Jospin, tras deshojar la margarita de su candidatura y desistir por falta de apoyos, ha presionado a sus partidarios para que voten a cualquiera menos a ella. ?Qu¨¦ hay en S¨¦gol¨¨ne Royal que irrita tanto a los dirigentes tradicionales del Partido Socialista franc¨¦s?
Royal ha sido objeto de una deslegitimaci¨®n sistem¨¢tica por parte de sus oponentes. En esa deslegitimaci¨®n la misoginia ha desempe?ado un papel fundamental. Para empezar, y a pesar de su s¨®lida carrera pol¨ªtica, se ha considerado que no estaba a la altura, que era demasiado inexperta, que no estaba en su lugar, que no era verdaderamente socialista, que su popularidad no iba a durar, que no pod¨ªa durar. En este mismo peri¨®dico, el analista franc¨¦s Dominique Moisi escribi¨® hace un mes que "el programa de Royal es su popularidad".
La pregunta respecto al origen de esa popularidad tiende a tener respuestas que no s¨®lo la descalifican a ella, sino que parecen sugerir que el electorado franc¨¦s es menor de edad. Sus propuestas a favor de una democracia m¨¢s participativa -los jurados populares de ciudadanos, por ejemplo- han sido ridiculizadas y su manera de tratar a ese electorado -buscando la proximidad personal a trav¨¦s de un lenguaje claro, sencillo y directo- se entiende como simpleza argumental, falta de programa y de ideas claras. Cuando dice que los pol¨ªticos deber¨ªan comenzar por preguntar a la gente "?qu¨¦ quer¨¦is que hagamos?", se la tacha de demagoga. Jospin asegur¨® que las primarias eran demasiado serias como para confundirlas con un concurso de belleza y alg¨²n otro dijo que sus m¨ªtines ten¨ªan un rid¨ªculo tufillo a reuni¨®n de Tupperware. Su energ¨ªa y su firmeza han sido tildadas de arrogancia, de un estilo autoritario que podr¨ªa confundirla con la "estricta gobernanta" de ciertas fantas¨ªas masculinas o, con mayor malicia pol¨ªtica, con la "dama de hierro" de los conservadores brit¨¢nicos.
La sexualizaci¨®n de Royal, su valoraci¨®n primero como mujer que como pol¨ªtica, ha sido en suma una constante del debate pol¨ªtico socialista. Hasta aqu¨ª, nada nuevo. Lo nuevo, lo interesante, es la forma en que Royal est¨¢ lidiando con ello. Muchas veces con el silencio y el desd¨¦n, pero otras muchas con la utilizaci¨®n consciente y agresiva de esos brotes mis¨®ginos para reforzar su posici¨®n pol¨ªtica a trav¨¦s de la orgullosa afirmaci¨®n de ser mujer.
Royal no se disfraza de hombre -como se han visto obligadas a hacer muchas otras mujeres antes que ella- para poder entrar en la vida p¨²blica. No soy, dice, la criada que aspira al puesto del se?or. Tampoco se siente "un hombre atrapado en un cuerpo de mujer", como lo hizo la gran precursora del feminismo occidental, Mary Wollstonecraft, en su desesperaci¨®n por encontrar una identidad adecuada para ese deseo de participar en pol¨ªtica.
Royal utiliza conscientemente su imagen de mujer respetable y bella, se enfunda en tailleurs elegant¨ªsimos que si no son de Chanel lo parecen, se sube todos los d¨ªas a unos tacones bien altos y cruza las piernas. Su imagen tradicional y muy femenina le quita viento en las velas a la misoginia tradicional. Eso, quiz¨¢, es lo que la hace m¨¢s intolerable. Nada que ver con el estereotipo machista de la feminista desgarrada, mal vestida y transgresora. Sin embargo lo es. Una feminista que denuncia el machismo de sus compa?eros de partido y apela a una sociedad (de hombres y mujeres) que ha cambiado mucho m¨¢s que sus dirigentes pol¨ªticos y que rechaza el supuesto, impl¨ªcito en esas cr¨ªticas, de que hay una incompatibilidad sustancial entre el hecho de ser mujer y mandar.
Al mismo tiempo, Royal se presenta como una madre de cuatro hijos, preocupada por la familia como veh¨ªculo de transmisi¨®n de valores y se niega a considerar que esa preocupaci¨®n deba ser patrimonio exclusivo de la derecha. La ¨²ltima vuelta de tuerca es que jam¨¢s se ha casado con Fran?ois Hollande, el padre de sus hijos, el secretario general de los socialistas franceses que le ha cedido a ella el protagonismo de la candidatura al considerar que era la mejor preparada de los dos. Demasiada perfecci¨®n. Demasiada versatilidad. Demasiado moderna.
Hoy, ha dicho Royal, una de las principales desigualdades en Francia es la que distingue a las familias que pueden educar a sus hijos y ofrecerles posibilidades de ¨¦xito social, y las que no pueden. Los franceses quieren tener una mayor certidumbre respecto a lo que van a transmitir a la generaci¨®n futura. Es necesario volver a dar esa seguridad en la transmisi¨®n y, en ella, la familia es fundamental. Dominique Dhombres escribi¨® un art¨ªculo en Le Monde analizando esas declaraciones. Lo hizo a trav¨¦s de la forma en que la candidata iba vestida: una t¨²nica caqui con unas hombreras que a su juicio parec¨ªan charreteras. La conclusi¨®n del articulista fue "la seguridad es un asunto de los militares y de los polic¨ªas. La transmisi¨®n es un asunto de las madres". S¨¦gol¨¨ne ser¨ªa entonces algo as¨ª como la encarnaci¨®n de la madre y el comandante en jefe que busca hoy la desconcertada sociedad francesa.
Pero ?es de verdad una madre o una seudomadre? En realidad, ?no es todo falso?, ?inevitablemente falso? ?No hay una inconsistencia profunda en su defensa de los valores familiares, de la transmisi¨®n y del orden social?, se preguntan. Laurent Fabius, con la escandalosa pregunta que da t¨ªtulo a este art¨ªculo, llega m¨¢s lejos de lo que quiz¨¢ conscientemente pensaba y trata de alcanzarla a ella (y a su potencialmente rid¨ªculo marido) en la l¨ªnea de flotaci¨®n. ?Qui¨¦n va a cuidar de los hijos de S¨¦gol¨¨ne Royal? ?Qui¨¦n va a cuidar de los hijos de todas las familias francesas, si las madres abandonan el hogar y juegan a ser comandantes en jefe? Uno de sus defensores se apresur¨® a aclarar que los hijos de Royal y Hollande son ya mayores. As¨ª es que la pregunta, incluso para quienes defienden a Royal, va en serio.
Isabel Burdiel es profesora de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad de Valencia.
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