Un atrac¨®n de victimismo

Que el Gobierno de Madrid nos flagele, decimos de los valencianos, depende a menudo de la sinton¨ªa partidaria entre La Moncloa y la Generalitat. Cuando hay sinton¨ªa, la relaci¨®n es de vino, rosas y, en ¨²ltima instancia, de silencios c¨®mplices. En caso contrario, como acontece en esta legislatura sacudida por la fronda electoral auton¨®mica, el escenario pol¨ªtico se anubla de pla?idos por los compromisos incumplidos, las reivindicaciones desatendidas y, en suma, los apremiantes agravios que, a¨²n si¨¦ndolo, por lo visto pasaban inadvertidos cuando dos a?os atr¨¢s el PP administraba tambi¨¦n los recursos del Estado y en Valencia se dec¨ªa am¨¦n a todo.

Pero la relaci¨®n de fuerzas no es hoy la misma y el mentado partido, las huestes de Francesc Camps, ha tenido esta semana la oportunidad de darse un atrac¨®n de victimismo a prop¨®sito de las visitas al cap i casal de la vicepresidenta primera del Gobierno, Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega, y de un director general del Ministerio de Medio Ambiente, un departamento malquerido en medios populares ind¨ªgenas por la ojeriza que suscita la pol¨ªtica h¨ªdrica de su titular, Cristina Narbona. Un verdadero ejemplo de ingratitud porque sin ese pretexto no se podr¨ªan nutrir los desahogos demag¨®gicos e hidrol¨®gicos con que el PP moviliza por estos pagos a su clientela.

Una querencia -aludimos a la demag¨®gica- que se practica aun cuando no hay motivo, como acaba de ocurrir a prop¨®sito de la declaraci¨®n ministerial de impacto ambiental que ha de dar luz verde a la ampliaci¨®n del puerto de Valencia. Nadie ha dicho que no se vaya a tramitar o que sea negativa, sino tan s¨®lo que se aplazar¨¢ a 2007, pues, adem¨¢s de su complejidad, fue instada a mediados de setiembre pasado. No se fija qu¨¦ fecha del pr¨®ximo a?o, pero parece razonable que no se diligencie antes de Navidad y se demore unos meses sin merma para los proyectos en ciernes.

As¨ª lo ha comprendido prudentemente el presidente de la Autoridad Portuaria de Valencia, Rafael Aznar, pero no algunos pesos pesados del PP local que, cogiendo el r¨¢bano por las hojas, se han lanzado en estampida contra la citada ministra y, en la misma tarascada, contra el Gobierno socialista. V¨ªctor Campos, Seraf¨ªn Castellano, Jos¨¦ Ram¨®n Garc¨ªa Ant¨®n y Rita Barber¨¢, entre otros, se han constituido en una suerte de coro de damnificados por las maldades con que nos castiga Rodr¨ªguez Zapatero. Una salmodia harto conocida que gira en torno a los trasvases cancelados, el tren de alta velocidad, la seguridad ciudadana y -en adelante, previsiblemente- el puerto, inversiones y gestiones demoradas en beneficio de Catalu?a, seg¨²n propalan con una frivolidad que sonroja.

Con este clima excitado y belicoso no es dable pensar en un debate sereno en torno al puerto y a las sinergias que habr¨ªan de propiciarse en el supuesto de concertar las actividades con el de Barcelona, en vez de enredarse en esta carrera de inversiones y por una competencia que bien puede conducir al despilfarro. Y en la que todo sea dicho, ni por peso demogr¨¢fico ni econ¨®mico llevamos los valencianos la de ganar. Pero ya comprendemos que explicitar estas evidencias es tanto como conculcar un tab¨², por m¨¢s rid¨ªculo que se nos antoje. Adem¨¢s, nuestras relaciones exteriores preferentes en tanto que Comunidad pasan actualmente por Murcia -?ser¨¢ por la germanor del atob¨®?- o por cualquier otra sede auton¨®mica que no sea la Ciudad Condal. ?Menos mal que toda pol¨ªtica es reversible y la irracionalidad acaba tropezando con sus propias limitaciones!

Y una nota final. Bien hacen las autoridades gobernantes en abonar la expansi¨®n del puerto de Valencia -y los restantes de nuestro litoral, que tienen igualmente derecho a crecer-, pero suelen soslayar que tras los jubilosos ¨ªndices de su prosperidad late un grave coste medioambiental en forma de encogimiento o p¨¦rdida de playas, que no se enmienda por muchas medidas compensatorias o correctoras que se anuncien. Podr¨ªamos convenir que tal es el inter¨¦s general por la riqueza que moviliza, pero lo m¨¢s cierto y a todos sin excepci¨®n nos alcanza es el da?o ecol¨®gico que legitima la queja victimista del vecindario.