Rama de olivo marchita
HACE AHORA DOS A?OS, adornando su atril con pa?uelo palestino, Arnaldo Otegi se present¨® en el mitin de Anoeta con una rama de olivo en la mano. Fue tan espectacular la puesta en escena que se extendi¨® r¨¢pidamente la voz de que all¨ª hab¨ªa acontecido algo nuevo.
Casi todo el mundo dio por hecho que la irrupci¨®n del terrorismo isl¨¢mico, el cansancio de la vieja generaci¨®n, la primac¨ªa que sobre la rama terrorista parec¨ªa haber conquistado la rama pol¨ªtica de ETA-Batasuna, el hartazgo en fin de la sociedad vasca, hab¨ªa obligado a ETA a entrar por un nuevo carril que, con las dificultades de rigor, conducir¨ªa a la entrega de las armas y la disoluci¨®n de la banda.
Nadie aventuraba entonces a cambio de qu¨¦, pero se daba por supuesto de que a cambio de algo tendr¨ªa que ser. Ese algo consistir¨ªa en los indultos escalonados a los presos, el retorno de viejos terroristas a la vida civil, la legalizaci¨®n de los ilegalizados y, como m¨¦todo, una mesa de partidos. Por supuesto, ning¨²n inconveniente hubo en conceder a los audaces l¨ªderes que ven¨ªan con su rama de olivo el triunfo en aquello que parec¨ªa importar menos: el lenguaje con el que a partir de ese momento se designar¨ªa el proceso.
Y as¨ª se acept¨® sin mayor reparo su iniciativa en la batalla por las palabras: proceso de paz se llam¨®, dando a entender que algo tendr¨ªan que ceder en el recorrido las dos partes si se pretend¨ªa que el viaje llegara a buen puerto.
Ha pasado el tiempo y, sin saber nada de lo hablado y negociado, vamos entrando, guiados tan s¨®lo por la vacilante luz de met¨¢foras como las de dar pasos adelante o lanzar la pelota al tejado del otro, en la m¨¢s absoluta nebulosa acerca de un proceso al que se le ha ca¨ªdo su fin (de paz) para convertirse en fin en s¨ª mismo (el proceso).
De qu¨¦ hablan las partes cuando recurren a estas met¨¢foras comenzamos a tener una idea en la misma medida en que el proceso se oscurece. La parte ETA-Batasuna querr¨ªa que el Gobierno impidiera a los jueces realizar su trabajo, reconociera que las ra¨ªces del conflicto son la territorialidad y la capacidad de decisi¨®n del pueblo vasco, y pusiera a los presos, si no en la calle, en la puerta de las c¨¢rceles. La parte Gobierno exige que Batasuna denuncie la violencia de ETA, que ETA renuncie a utilizarla y que ambas reconozcan las reglas del juego.
Mientras as¨ª hablan, el conglomerado ETA-Batasuna ha vuelto a actuar. Como el paso del tiempo ha demostrado, el robo de armas en Francia no fue una simple maniobra de distracci¨®n, como no es s¨®lo humo el retorno a los peores d¨ªas de la kale borroka. Otegi, que sabe de qu¨¦ habla, ofreci¨® que podr¨ªa ponerle fin si el Gobierno daba alg¨²n paso adelante: con eso confirm¨® su papel como chico de los recados de ETA, incapaz de tomar por su cuenta decisi¨®n alguna sin el mandato de sus patronos. El Gobierno contest¨® que la pelota estaba en el tejado de ETA y no abandon¨® sus posiciones. La kale borroka sigue.
Y as¨ª, vuelve a ser evidente lo que el mitin de Anoeta puso por unos momentos en suspenso: que ETA-Batasuna es una sola organizaci¨®n en la que manda ETA mientras Batasuna discursea y los de la kale borroka act¨²an. Otegi ha demostrado una y otra vez que no es capaz de romper la disciplina impuesta por ETA y tomar la decisi¨®n que tal vez deseaba hace dos a?os: anunciar que su famosa izquierda abertzale no legitimar¨¢ nunca m¨¢s el asesinato como instrumento de la "resoluci¨®n del conflicto".
Otegi ha tenido que tragarse el robo de armas y mostrarse algo m¨¢s que complaciente con el retorno de la violencia callejera: ha tenido que legitimar lo ocurrido argument¨¢ndolo con las "agresiones judiciales" que sufre el martirizado pueblo vasco.
Con eso, Otegi ha hecho p¨²blica su impotencia para liderar el proceso: es ETA la que le lidera a ¨¦l. Y ETA sigue lejos de haber mostrado su voluntad de renunciar para siempre a las armas.
Si esa voluntad existiera, otras habr¨ªan sido las consignas a los terroristas que durante las ¨²ltimas semanas han comparecido ante los jueces por los cr¨ªmenes cometidos. El estudiado desprecio hacia sus v¨ªctimas, las amenazas e insultos a los tribunales, las coces a los cristales: todo indica que el aliento de esa gente miserable ha marchitado la rama de olivo con la que Otegi subi¨® hace dos a?os al estrado de Anoeta.
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