Animal n¨²mero 64
Duermes bien? ?Qu¨¦ piensas durante la noche?
-Veo caballos caminar bajo la tierra.
-?Hablas con ellos?
-S¨ª, todas las noches.
-?En qu¨¦ idioma?
-En el de las hormigas.
El psiquiatra norteamericano de rasgos orientales que interrogaba en la prisi¨®n de Guant¨¢namo (Cuba) a Lahcen Ikassrien, un marroqu¨ª que vivi¨® en Madrid durante 13 a?os, permaneci¨® callado unos segundos, ri¨® y respondi¨® al preso: "Yo hablo el idioma de las mariposas".
Seg¨²n Lahcen, aquel hombre extra?o que le visit¨® en Camp Five (uno de los centros de internamiento de presuntos yihadistas) cuando llevaba recluido m¨¢s de tres a?os, s¨®lo quer¨ªa saber "si ya me hab¨ªa vuelto loco". "Y yo le segu¨ª el juego", dice ahora sentado en un bar ¨¢rabe, en el barrio madrile?o de Lavapi¨¦s, donde exhibe sus heridas de guerra en Afganist¨¢n y la reciente sentencia absolutoria de la Audiencia Nacional tras ser extraditado por EE UU a petici¨®n del juez Baltasar Garz¨®n. La fiscal¨ªa le acusaba de pertenencia a Al Qaeda.
"En la prisi¨®n de Mazar-i-Sharif nos echaron gasolina y agua. Sal¨ª vivo de milagro"
"En Kandahar me tiraron cubos de pis y agua helada. Antes me hab¨ªan grabado desnudo"
"Quer¨ªa saber c¨®mo se viv¨ªa en Afganist¨¢n. Para m¨ª, talib¨¢n era sin¨®nimo de buen musulm¨¢n"
"Les dije mi verdad,pero los polic¨ªas espa?oles quer¨ªan que les dijera que era un terrorista"
"La gente de Cruz Roja me dijo que un general afgano me hab¨ªa vendido por 75.000 d¨®lares"
"Descubr¨ª por la pulsera en la mu?eca que para esa gente yo era s¨®lo el 'animal n¨²mero 64"
"Me dijeron: 'Puedes hablar dos minutos con tu madre. Dile que est¨¢s bien, pero no d¨®nde est¨¢s"
"Tras la salida de las tropas de Irak, Ana me dej¨® suelto. Quer¨ªa que atacara a los polic¨ªas espa?oles"
"Me ofrecieron convertirme en testigo protegido. Dec¨ªan que si colaboraba me dar¨ªan casa y dinero"
"Cada vez que ven¨ªs a interrogarme me torturan los americanos', le dije al polic¨ªa espa?ol"
A Lahcen Ikassrien, de 39 a?os, natural de Alhucemas -un hombre moreno, de estatura media, fuerte y corpulento-, no le hablaron en Guant¨¢namo ni en Afganist¨¢n en el lenguaje de las mariposas. La primera sesi¨®n de tortura fue en la prisi¨®n afgana levantada en el aeropuerto de Kandahar. All¨ª comprendi¨® que iba camino del infierno cuando, aturdido y asustado, vio la pulsera de pl¨¢stico que un soldado norteamericano le coloc¨® en su mano derecha: "Animal n¨²mero 64".
Era diciembre de 2001 y las tropas especiales de EE UU y sus aliados de la Alianza del Norte combat¨ªan contra Osama Bin Laden y el ej¨¦rcito talib¨¢n semanas despu¨¦s del 11-S. "La noche anterior me llevaron a una tienda de campa?a donde dec¨ªan que hab¨ªa m¨¦dicos. Me metieron el dedo por el ano porque buscaban explosivos y me tiraron desnudo a un cerco rodeado de espinos. Me dieron un mono azul y me condujeron a un b¨²nker, donde, atado a una caja para que no me moviera, varios encapuchados me arrojaron cubos de mierda, pis y agua helada. Antes me hab¨ªan grabado en v¨ªdeo desnudo".
Ikassrien no estaba en Afganist¨¢n por casualidad. Viaj¨® all¨ª desde Madrid tras separarse de su mujer marroqu¨ª y parec¨ªa fascinado por el gobierno talib¨¢n: "Quer¨ªa saber c¨®mo se viv¨ªa all¨ª, si era verdad lo que se dec¨ªa de los talibanes. Para m¨ª, talib¨¢n era sin¨®nimo de musulm¨¢n, de buen musulm¨¢n". Lahcen se mov¨ªa en los c¨ªrculos radicales de Lavapi¨¦s, y frecuentaba el bar La Alhambra y las mezquitas de ese barrio, seg¨²n testimonios de personas que dicen conocerle. Trabaj¨® como jardinero, cocinero y en la construcci¨®n en Villalba, Getafe y Legan¨¦s hasta que fue detenido y condenado a tres a?os de prisi¨®n por tr¨¢fico de hach¨ªs, pena que cumpli¨® en Valdemoro.
Su viaje hasta el feudo talib¨¢n no fue f¨¢cil. En noviembre de 2000 fue detenido y expulsado de Estambul (Turqu¨ªa), donde permaneci¨® dos meses. "Viaj¨¦ hasta Ir¨¢n en autob¨²s y entr¨¦ en Afganist¨¢n por Herat a bordo de un taxi. Me interrogaron en una comisar¨ªa durante seis horas. Quer¨ªan saberlo todo. Ad¨®nde iba y qu¨¦ quer¨ªa hacer. Aquella gente no se fiaba de nadie. Yo les dije que ven¨ªa de Europa a vivir como los verdaderos musulmanes. Me mandaron a Kunduz, cerca de Mazar-i-Sharif, y all¨ª compr¨¦ un taxi y una carnicer¨ªa, que me regentaban dos afganos. Yo no pod¨ªa hacerlo porque no entend¨ªa ni past¨²n, ni ¨¢rabe".
Lahcen asegura que no se entren¨® en ning¨²n campo de Al Qaeda, como sospecha y no pudo probar la polic¨ªa espa?ola, y sostiene que no fue captado como muyahidin por Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, uno de los jefes en Espa?a de esa organizaci¨®n terrorista. La sentencia que le ha absuelto destaca que tampoco se ha probado la relaci¨®n entre ambos. ?l reitera que no pele¨® junto a los talibanes.
El marroqu¨ª relata as¨ª su captura en Afganist¨¢n: "Los aviones norteamericanos daban vueltas por Kunduz, y los habitantes del pueblo salieron huyendo en camiones en direcci¨®n a Mazar-i-Sharif. Yo iba en uno de esos camiones. Las fuerzas de Dostum [el general uzbeko Abdul Rashid Dostum] nos pararon all¨ª, y a los hombres nos ataron con las manos atr¨¢s. Luego nos llevaron a la prisi¨®n de Qila-i-Jhangi".
En la fortaleza de Qila-i-Jhangi, a las afueras de Mazar-i-Sharif, se produjo uno de los episodios m¨¢s tr¨¢gicos de la invasi¨®n norteamericana a Afganist¨¢n: la rebeli¨®n de mercenarios extranjeros talibanes que acab¨® en una terrible masacre de 600 presos denunciada por Mary Robinson, la alta comisaria para Derechos Humanos de la ONU.
Lahcen tuvo suerte y fue uno de los escasos sobrevivientes, aunque el impacto de un misil lanzado por un avi¨®n norteamericano le revent¨® un brazo y una mano. "Mi grupo estaba en un fosa bajo tierra y nos echaban gasolina. Muchos murieron abrasados. Luego las tropas de Dostum echaron agua y llegu¨¦ a tenerla a la altura del cuello. Fue horrible. Sal¨ª vivo de milagro". En la fortaleza de Quila-i-Jhangi se encontraron los cad¨¢veres de algunos presos con las manos atadas a la espalda. Lahcen tambi¨¦n permaneci¨® all¨ª maniatado.
Las fuerzas de Dostum y los norteamericanos metieron a todos los sobrevivientes del mot¨ªn en un contenedor y los condujeron a otra prisi¨®n en Mazar-i-Sharif donde hab¨ªa paquistan¨ªes y ¨¢rabes sospechosos de apoyar a Al Qaeda. All¨ª conoci¨® Lahcen a los musulmanes brit¨¢nicos que han protagonizado la pel¨ªcula Camino a Guant¨¢namo. "Era un patio al aire libre. Est¨¢bamos centenares de personas. No hab¨ªa servicios, y cag¨¢bamos y me¨¢bamos los unos al lado de los otros. No comimos nada durante cinco d¨ªas y al sexto nos trajeron un plato de arroz para compartir. Voluntarios de Cruz Roja nos visitaban y dec¨ªan que nos llevar¨ªan a casa".
"?Para qu¨¦ has venido a Afganist¨¢n?", le preguntaron una y otra vez los soldados norteamericanos a Lahcen en una casa pr¨®xima a la prisi¨®n donde unos supuestos m¨¦dicos del ej¨¦rcito de EE UU curaron sus heridas. "Me pon¨ªan una pistola en la cabeza y me daban con la culata cuando me negaba a contestar. En aquella prisi¨®n estuve varias semanas, y me enter¨¦ por la gente de la Cruz Roja de que los hombres de Dostum me hab¨ªan vendido por 75.000 d¨®lares. Les dijeron que yo era un importante terrorista. Y los norteamericanos les pagaban con d¨®lares falsos. Una noche me sacaron del patio con otras 15 personas, nos metieron desnudos en un cami¨®n y nos llevaron en avi¨®n al aeropuerto de Kandahar. All¨ª descubr¨ª, por aquella pulsera, que para esa gente yo era el 'animal 64". Seg¨²n la polic¨ªa espa?ola, Lahcen manifest¨® a los norteamericanos que su nombre era Reswan Abdulsalam y que era espa?ol.
Las sesiones de tortura en la prisi¨®n de Kandahar duraron un mes (era enero 2002), y el marroqu¨ª oy¨® centenares de veces la misma pregunta: "?A qu¨¦ has venido a Afganist¨¢n?". "All¨ª un d¨ªa parec¨ªa un a?o. Me quemaron con cigarrillos en las piernas, me pegaron culatazos en la cabeza, y repet¨ªan una y otra vez que una persona como yo no ten¨ªa derecho a vivir. El 29 de diciembre, la Cruz Roja le registr¨® como detenido en Mazar-i-Sharif y residente en Espa?a".
En Kandahar, los presos dorm¨ªan en grandes tiendas de campa?a, y por la noche los soldados norteamericanos entraban con focos y eleg¨ªan a los que iban a trasladar a Guant¨¢namo. Una noche, posiblemente la del 6 de febrero, le toc¨® el turno a Lahcen. "Me tiraron al suelo con los perros, me pusieron las rodillas encima y me ataron con cuerdas mientras uno grababa en v¨ªdeo. En otra tienda me cortaron el pelo, me echaron unos polvos amarillos desinfectantes y me vistieron con un mono blanco. En el avi¨®n ¨ªbamos una docena, todos encapuchados, en el suelo y atados con cadenas de pies y manos. El viaje fue largo, y nos hicimos nuestras necesidades porque no nos permit¨ªan ir al ba?o. No sab¨ªamos ad¨®nde ibamos. Llegamos a Guant¨¢namo a mediod¨ªa".
Lahcen tard¨® seis meses en descubrir que estaba en una base militar de EE UU en la isla de Cuba. Cada preso ten¨ªa una percepci¨®n distinta: unos cre¨ªan que estaban en ?frica y muchos otros en Asia. Al llegar atraves¨® de rodillas y encapuchado un suelo de piedras cortantes que imped¨ªa correr y le condujeron hasta la enfermer¨ªa, donde le curaron sus heridas. La b¨¢scula marc¨® 55 kilos, 23 menos que cuando fue detenido en Afganist¨¢n. "Mi brazo ten¨ªa gangrena, y, al igual que en Kandahar, me dieron un papel para que lo firmara y autorizara la amputaci¨®n. Un voluntario de Cruz Roja me aconsej¨® que no lo hiciera, pensaba que se pod¨ªa salvar, y gracias a ¨¦l lo conservo". Le cambiaron el mono blanco por uno naranja, le quitaron la pulsera de "animal 64" y le ficharon con el n¨²mero 72. "?Qu¨¦ guapo est¨¢s con ese traje!', me dijo la responsable de la enfermer¨ªa mientras todos se re¨ªan".
El hospital de Guant¨¢namo es un tienda de campa?a, seg¨²n la describe Lahcen, y all¨ª permaneci¨® unos tres meses sentado en una silla de tijera y atado de pies y manos en compa?¨ªa de otros 20 presos, en su mayor¨ªa ¨¢rabes, afganos y paquistan¨ªes. Todos capturados en Afganist¨¢n, todos sospechosos de terrorismo. "Los soldados entraban en la enfermer¨ªa con los perros, que nos ladraban enloquecidos. Hicimos una huelga de hambre para que no entraran m¨¢s".
Hacia el mes de mayo, el marroqu¨ª recibi¨® all¨ª la primera visita de una delegaci¨®n espa?ola, un diplom¨¢tico de la Embajada en Washington y polic¨ªas dirigidos por Rafael G¨®mez Menor, entonces uno de los jefes de la Unidad Central de Informaci¨®n Exterior, la que llevaba a?os investigando a la c¨¦lula del sirio Abu Dahdah. Con autorizaci¨®n de Estados Unidos interrogaron a Lahcen; a Hamed Abderram¨¢n, Hmido, un ceut¨ª detenido tambi¨¦n en Afganist¨¢n, y a otros presos supuestamente vinculados con actividades en Espa?a.
"Me pidieron permiso para grabar el interrogatorio y les dije que hicieran lo que quisieran. Les cont¨¦ mi verdad, pero ellos quer¨ªan que les dijera que era un terrorista y que me entren¨¦ en Afganist¨¢n, algo que no era verdad". Los d¨ªas 22, 23, 24 y 25 de julio, los polic¨ªas espa?oles volvieron a interrogarle y a mostrarle fotograf¨ªas de radicales marroqu¨ªes como Amer el Azizi, hoy huido; Jamal Zougam, uno de los presuntos autores del 11-M al que entonces ya vigilaban, y del tuerto Salahedin Benyaich, Abu Mughen, ex muyahidin en Bosnia y ahora preso en Marruecos por el atentado de Casablanca.
Seg¨²n Lahcen, a partir de aquellas visitas los norteamericanos le empezaron a tratar peor, y las torturas y amenazas se sucedieron. "Dec¨ªan que, seg¨²n los informes de los espa?oles, yo era un traficante de droga internacional y que financiaba la yihad dentro y fuera de Espa?a".
El preso sali¨® del hospital encapuchado y fue trasladado en una camioneta al Campo Delta. Su nuevo hogar era un contenedor de chapa de un metro y medio de ancho por dos de largo, con un lavabo y una cama sin colch¨®n. Hab¨ªa una luz intensa que imped¨ªa dormir y el agua escaseaba. Unos agujeros en la pared le permit¨ªan ver y charlar con su compa?ero de celda. El calor era insoportable y vest¨ªa s¨®lo su pantal¨®n corto de color naranja.
"?Qui¨¦n es ¨¦ste? ?Conoces a este grupo?". Los interrogatorios en el Campo Delta se celebraban en una sala especial, y recordaron al marroqu¨ª su experiencia en Kandahar. Le mostraron cientos de fotograf¨ªas de yihadistas y hablaron de decenas de grupos pr¨®ximos a Al Qaeda. "Ven¨ªan a la celda, echaban un spray que te hac¨ªa llorar, te dabas la vuelta, te pon¨ªas de rodillas con las manos entrelazadas en la cabeza, y te ataban pies y manos con cadenas. Te conduc¨ªan a una sala con las paredes de pl¨¢stico, y all¨ª te dejaban horas solo. Horas de angustia esperando a que llegaran. Pon¨ªan ventiladores para que te helaras de fr¨ªo".
La siguiente visita de los policias espa?oles se produjo unos siete meses despu¨¦s. Lahcen cree que fue a principios de 2003. De nuevo, varios agentes encabezados por el mismo comisario y un miembro de la Embajada. El preso escuch¨® en un radiocasete una serie de conversaciones intervenidas por la polic¨ªa a Abu Dahdad en las que hablaba con un tal Hassan que supuestamente era ¨¦l. Pero neg¨® que esa voz fuera la suya. "Me ofrecieron convertirme en testigo protegido. Dec¨ªan que me dar¨ªan dinero, trabajo y casa si colaboraba. Me ofrecieron hablar con mi madre a la ma?ana siguiente. Les dije que s¨ª, hacia tres a?os que no sab¨ªa nada de ella".
Seg¨²n el relato de Lahcen, al d¨ªa siguiente un capit¨¢n y un int¨¦rprete le facilitaron llamar a su madre a Alhucemas delante de los polic¨ªas espa?oles: "Puedes hablar dos minutos. Dile que est¨¢s bien y vivo, pero no digas d¨®nde est¨¢s". "Les respond¨ª que si no pod¨ªa decirle a mi madre d¨®nde estaba, no aceptaba la llamada, y se fueron enfadados. Luego volvieron los norteamericanos y me dieron una paliza. Me desnudaron y echaron a un contenedor donde hab¨ªa ratas. Estuve tres d¨ªas solo, desnudo, sin comida ni agua. Como un animal. Vinieron los de la Cruz Roja a visitarme y me preguntaron por qu¨¦ estaba all¨ª".
Aunque la polic¨ªa se?ala en un informe presentado en el juicio que no volvieron a verle en Guant¨¢namo, Lahcen asegura que los agentes regresaron en junio o julio de 2003. "Vinieron con m¨¢s fotos. Les dije que era marroqu¨ª y que no ten¨ªan derecho a interrogarme. Ellos respond¨ªan que quer¨ªan ayudarme. 'Cada vez que venis me torturan los americanos', les reproch¨¦". Tambi¨¦n fue interrogado por agentes marroqu¨ªes.
Como en otras ocasiones cuando la polic¨ªa espa?ola dej¨® Guant¨¢namo, los norteamericanos torturaron a Lahcen pidi¨¦ndole que reconociera a algunas personas. "De nuevo estuve varios d¨ªas desnudo y sin comida. Vino una interrogadora que dec¨ªa llamarse Ana y empez¨® a ense?arme m¨¢s fotos. Yo me negu¨¦ a contestar. Trajeron perros negros con bozal, me pusieron una capucha y los animales ladraban y me golpeaban con sus patas. S¨®lo sent¨ªa los empujones, no sab¨ªa si estaban o no sueltos. Mis compa?ero o¨ªan todo y golpeaban con sus pu?os en las celdas".
La ¨²ltima visita de los polic¨ªas espa?oles se produjo despu¨¦s del 11-M, en 2004, cuando Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero ya hab¨ªa anunciado el regreso de las tropas de Irak. "Vino Ana en una actitud distinta y me dijo que aquella gente [los agentes espa?oles] s¨®lo quer¨ªa vengarse de m¨ª, que me daba la oportunidad de agredirles durante la entrevista. Me di cuenta de que me quer¨ªan utilizar. Cuando llegaron me dejaron libre, sin esposas y cadenas atadas al suelo. Quer¨ªan que yo les atacara... Cuando se fueron, Ana me reproch¨® mi actitud, y yo le contest¨¦: '?Estoy aqu¨ª por el 11-S o para pegar a los espa?oles?".
Lahcen termin¨® su estancia en Guant¨¢namo en Camp Five, adonde fue trasladado encapuchado hacia julio de 2004. All¨ª recibi¨® la visita del psiquiatra de aspecto oriental que dec¨ªa hablar el lenguaje de las mariposas, en el que nadie se comunic¨® con el preso marroqu¨ª. "Te dec¨ªan: 'Si no colaboras estar¨¢s aqu¨ª toda la vida'. Para comer, un trozo de pan y un poco de cebolla. Aquello era el infierno. No se o¨ªan ruidos, no sab¨ªas si era de d¨ªa o de noche".
Una de esas noches, "animal 64" fue conducido hasta la enfermer¨ªa, donde le hicieron una revisi¨®n y le leyeron un documento en ¨¢rabe en el que se dec¨ªa que el Gobierno de EE UU no ten¨ªa nada contra ¨¦l, pero que si se relacionaba con Al Qaeda ten¨ªan derecho a llevarle de nuevo a Guant¨¢namo. "Quer¨ªan que lo firmara, pero me negu¨¦".
Lahcen fue conducido encapuchado a un avi¨®n que le traslad¨® a la base militar de Torrej¨®n de Ardoz, adonde lleg¨® el 18 de julio de 2005 rodeado de soldados. Hasta su reciente juicio, donde los interrogatorios de Guant¨¢namo han sido anulados, ha permanecido preso en Soto del Real y Palencia. Ahora deambula libre sin documentaci¨®n ni trabajo. "?Sabe usted de algo? Mi pasaporte marroqu¨ª y 4.000 d¨®lares se los quedaron los norteamericanos".
Hacia Afganist¨¢n
Lahcen Ikassrien resid¨ªa en Espa?a desde 1988 y trabajaba en la construcci¨®n. Tras pasar tres a?os en la c¨¢rcel por tr¨¢fico de hach¨ªs se separ¨® de su mujer marroqu¨ª y viaj¨® a Afganist¨¢n para "conocer el r¨¦gimen talib¨¢n". No sab¨ªa que tardar¨ªa seis a?os en regresar.
Mot¨ªn en Mazar-i-Sharif
En diciembre de 2001, los hombres de la Alianza del Norte capturaron a Lahcen en Kunduz y lo vendieron como un "peligroso terrorista" a las tropas norteamericanas. Sobrevivi¨® a la revuelta de mercenarios extranjeros en la c¨¢rcel de Qila-i-Jhangi, en la que murieron 600 presos.
Herido y marcado
Las primeras sesiones de tortura comenzaron en la c¨¢rcel del aeropuerto de Kandahar, donde le colocaron una pulsera con esta leyenda: "Animal n¨²mero 64". Estaba gravemente herido en un brazo y, al llegar a Guant¨¢namo, fue conducido encapuchado hasta el hospital.
Las torturas
Detalles del infierno de Guant¨¢namo: "Trajeron perros con bozal, me pusieron una capucha, y los animales ladraban y me golpeaban con sus patas". "Me desnudaron y me echaron a un contenedor en el que hab¨ªa ratas. Estuve tres d¨ªas solo, desnudo, sin comida ni agua".
Polic¨ªas espa?oles
En la enfermer¨ªa de Guant¨¢namo, los presos estaban atados a las sillas con cadenas y all¨ª recibi¨® la primera visita de polic¨ªas espa?oles. Le interrogaron sobre sus relaciones con la c¨¦lula del sirio Abu Dahdah y ofrecieron dinero y la condici¨®n de testigo protegido si colaboraba.
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