Universo femenino
Se cumplen 50 a?os del estreno de la pel¨ªcula con la que Brigitte Bardot alcanz¨® un lugar entre los mitos del cine. El fot¨®grafo G¨¦rard Rancinan parte de aquel recuerdo para rendir tributo a la feminidad con su proyecto 'Y Dios cre¨® a la mujer?, a todas las mujeres'
Si esta jovencita quiere ser una puta, lo ser¨¢, haga o no cine; si no quiere serlo, no es el cine el que la cambiar¨¢". As¨ª de claro lo ten¨ªa el abuelo de una joven francesa que con 18 a?os comunicaba a su familia que hab¨ªa decidido dedicarse al cine, una profesi¨®n que en el Par¨ªs de 1952 estaba muy mal vista entre la alta burgues¨ªa. Cuatro a?os despu¨¦s, la joven que hab¨ªa abandonado sus estudios de ballet cl¨¢sico y su etapa de modelo de revistas para dedicarse al cine escandaliz¨® al mundo alentada por su marido. Y Dios cre¨® a la mujer, la pel¨ªcula que realiz¨® Roger Vadim con Brigitte Bardot en 1955, y que se estrenar¨ªa el 1 de enero de 1956, ha cumplido, pues, sobradamente sus primeros 50 a?os, un aniversario que anim¨® a G¨¦rard Rancinan a realizar su particular homenaje a todas las mujeres.
En ese caj¨®n de sastre y ba¨²l de las sorpresas que es Google se ofrecen varias sinopsis del filme, probablemente mucho m¨¢s descriptivas de quienes las elaboraron que de la propia pel¨ªcula. "Brigitte Bardot da vida a una hu¨¦rfana de 18 a?os y ninf¨®mana que es adoptada por una familia con tres atractivos hijos. Mantendr¨¢ turbias relaciones con hombres mucho mayores que ella, se casar¨¢ con un joven t¨ªmido al que enga?a sin parar y s¨®lo una violenta pelea la reconciliar¨¢ con la vida", explica una de ellas. "Una pobre pero muy sensual hu¨¦rfana que se casa con el hermano de quien verdaderamente ama", resume otra. En cualquier caso, los biquinis de la Bardot luciendo su cuerpo por las calles y playas de Saint-Tropez la convirtieron en la mayor fuente de divisas de Francia y, sin duda, en uno de los grandes animales er¨®ticos de la cinematograf¨ªa mundial, de los que ofrecemos una peque?a selecci¨®n.
Aquel a?o de 1955 fue tambi¨¦n en el que Vladimir Nabokov public¨® Lolita, un esc¨¢ndalo literario de mayor empaque y calado que el filme de Vadim, aunque, probablemente, menos popular. Al fin y al cabo, Brigitte Bardot fue la ¨²nica rival que la cinematograf¨ªa europea pudo presentar frente a los monstruos er¨®ticos de Hollywood, unos prodigios que, por seguir en el mismo a?o, representaba a la perfecci¨®n Marilyn Monroe y su falda al viento en La tentaci¨®n vive arriba, de Billy Wilder. El cr¨ªtico e historiador Andr¨¦ Bazin lo explic¨® muy bien: "Despu¨¦s de la guerra, el erotismo cinematogr¨¢fico se desplaz¨® del muslo al pecho. Marilyn Monroe lo ha hecho bajar entre el uno y el otro".
Claro que el cine y su aportaci¨®n al onanismo no surgi¨® en 1955. Bastantes a?os antes, en 1930, se estren¨® una pel¨ªcula alemana, El ¨¢ngel azul, con una espl¨¦ndida Marlene Dietrich, en la que se cimentar¨ªa buena parte de la atracci¨®n y mitificaci¨®n del muslo a la que alud¨ªa Bazin. "Venga a ver el esc¨¢ndalo", fue uno de los reclamos publicitarios que lanz¨® la pel¨ªcula en Estados Unidos. Ya en el arranque del cine sonoro, divas, erotismo y esc¨¢ndalo formaban una tr¨ªada muy rentable gracias, en parte, a los eficientes departamentos de publicidad de los grandes estudios. De la Dietrich se ha dicho de todo, desde confesiones de amor p¨²blicas como la que realiza Fernando Fern¨¢n-G¨®mez en la estupenda La silla de Fernando, de David Trueba y Luis Alegre, hasta declaraciones ciertas o atribuidas que, en todo caso, conforman la indispensable leyenda que debe acompa?ar a toda gran estrella que se precie de serlo. De Dietrich, por ejemplo, se afirm¨® que se hab¨ªa acostado con pr¨¢cticamente todos los actores y directores de moda salvo con John Wayne y Orson Welles. Del primero, "porque nunca hab¨ªa le¨ªdo un libro", y del segundo, "porque era mejor amigo que amante".
En el a?o 1930 fue tambi¨¦n cuando Hollywood present¨® una pel¨ªcula, ?ngeles del infierno, producida por Howard Hughes y en la que comenzaba a destacar una joven de Kansas City con una vida tan turbulenta como breve. Su nombre art¨ªstico fue Jean Harlow, y reivindic¨® los grandes escotes sin sujetador, se cas¨® tres veces, tuvo grandes idilios y se muri¨® a los 26 a?os durante el rodaje de Saratoga. Rom¨¢n Gubern la defin¨ªa as¨ª: "Su erotismo directo y agresivo nos dice bien a las claras que la mujer ha dejado de ser un ente para ser cantado por los trovadores. La mujer nueva, producto de la industrializaci¨®n, de la jornada de ocho horas y de la f¨¢brica de cosm¨¦ticos, se llama Jean Harlow". El glamour adquiri¨® el tono del rubio platino, y el espectador pod¨ªa elegir ya entre los muslos y los pechos, por m¨¢s que Mae West, otro mito er¨®tico aunque con una capacidad para el sarcasmo tan grande como sus curvas, no lo dudaba: "Entre dos tentaciones perversas siempre escojo la que nunca he probado antes".
Unos a?os m¨¢s tarde, en 1946, la capital mundial del cine vuelve a dar en la diana del deseo. Se estrena una pel¨ªcula en la que una dama de 28 a?os, vestida por el dise?ador Jean-Louis, que a su vez se hab¨ªa inspirado en el cuadro Madame X, de John Singer Sargent, se quita lentamente un guante largo negro mientras canta Put the blame on mame (?chame la culpa). La ya notable cadena de mujeres fatales hab¨ªa encontrado uno de sus eslabones m¨¢s radiantes: Rita Hayworth. El espectador ya no ten¨ªa que elegir entre muslos o pechos: se quedaba con todo.
El tiempo pasa y la f¨¢brica de mitos er¨®ticos mantiene una excelente velocidad de crucero. Estamos ya en 1953, y "el animal m¨¢s bello del mundo" (as¨ª la lanzar¨ªa el estudio al estrenar La condesa descalza) estaba rodando en ?frica Mogambo. Transcribamos una charla que tuvo lugar entre la estrella y un diplom¨¢tico brit¨¢nico en presencia de John Ford, el director del filme:
-?Como una mujer como usted pudo casarse con un hombre que pesa 50 kilos?
Ava Gardner contest¨®:
-Hay en Frank siete kilos de hombre y 43 de pene.
Es probable que el diplom¨¢tico brit¨¢nico tomara conciencia de su estupidez ante una respuesta tan inequ¨ªvoca. Lo que es seguro es que ninguno de los tres saldr¨ªa de su estupor si se hubieran enterado de que, a?os m¨¢s tarde, la censura espa?ola, para preservar las buenas costumbres y la moral de los lugare?os, decidiera que una esposa (Grace Kelly) no pod¨ªa ser infiel a su marido (Donald Sinden), pero s¨ª pod¨ªa convertirse en amante de su hermano (Clark Gable) en dura rivalidad con Ava Gardner. Infidelidad, no; incesto, s¨ª. En fin, lo cierto es que el cine a?ad¨ªa otro lujo er¨®tico para saciar el hambre de los espectadores, y que el nuevo bocado, adem¨¢s de ser una mujer bell¨ªsima y de haberse casado con Mickey Rooney, con Artie Shaw y con los 50 kilos de Sinatra, consideraba que "se piensa que el amor loco puede curarlo todo. Pues no. Si quieres que el matrimonio funcione, necesitas tener algo m¨¢s en com¨²n. Me cas¨¦ con tres hombres atractivos, de mucho talento, que sab¨ªan fascinar a las damas. Supongo que ellos podr¨ªan decir lo mismo de m¨ª. Pero teniendo en cuenta que entre mis tres maridos han reunido una colecci¨®n de 20 esposas, no creo que todo fuera culpa m¨ªa".
En honor a la verdad hay que se?alar que los delirios de la censura no eran exclusivamente espa?oles. En 1964 se estrena una comedia redonda protagonizada por otro de los nombres sagrados entre las divas: Kim Novak. Era la Polly the Pistol de B¨¦same, tonto, de Billy Wilder, con Dean Martin, Ray Waltson y Felicia Farr. La estadounidense Legi¨®n de la Decencia no tuvo el menor reparo en calificarla con la C de "condenada" bas¨¢ndose en que "mister Wilder no s¨®lo no ha conseguido crear una s¨¢tira correcta a partir de la situaci¨®n de comedia, sino que lamentablemente ha elaborado una pieza completamente sucia y realista que resulta reprobable, tanto desde el punto de vista ¨¦tico como est¨¦tico. Di¨¢logos groseros, llenos de indirectas; un tratamiento lleno de lascivia de la sexualidad matrimonial y extramatrimonial, y una tendencia a una sensualidad delictuosa dan a la pel¨ªcula una repugnante tendencia a la inmoralidad". No se puede pedir m¨¢s por el asequible precio de una entrada de cine.
En esta selecci¨®n de las grandes estrellas que conmovieron al mundo con su carnal belleza no creo que existan discrepancias. Las hasta ahora citadas resultar¨ªan absolutamente indiscutibles en la alineaci¨®n mundial del erotismo. Cuesti¨®n distinta es completar la lista, pues cada aficionado tiene su equipo ideal que no siempre coincide con el de los dem¨¢s. Entramos, pues, en un terreno m¨¢s resbaladizo, por personal e intransferible. Lo cierto es que desde que la televisi¨®n se convirti¨® en la reina de la casa, el misterio que rodeaba la vida y leyenda de las divas, catapultado por los departamentos de publicidad de los estudios, se hizo carne de ca?¨®n en las tertulias televisivas. El derecho universal al cuarto de hora de fama convirti¨® a Warhol en profeta, y el fetiche er¨®tico es cada vez m¨¢s fugaz, como los 100 metros lisos de Marion Jones, las curvas de Monica Bellucci o la pen¨²ltima modelo del wonderbra. Los gustos y h¨¢bitos sociales han cambiado radicalmente, o al menos ya no se ocultan. El oscuro objeto de deseo de la pantalla de plata ha dejado paso a la reivindicaci¨®n de lo diferente, espoleado por la descarnada ley de la oferta y la demanda. G¨¦rard Rancinan lo sabe y aporta su grano de arena al nuevo y heterog¨¦neo concepto de la belleza.
Pero antes de caer de lleno en la a?oranza de un tiempo que se fue, dej¨¦monos llevar una vez m¨¢s por la voz de una joven Nathalie Wood recitando al poeta Wordsworth: "Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello, que en mi juventud me deslumbraba; aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba de la gloria en las flores, no hay que afligirse. Porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo?".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.