?Demasiada democracia?
Es hoy casi un dogma que la democracia es el mejor sistema de gobierno que existe. El dogma es indiscutido en Espa?a, donde la larga dictadura de Franco confiri¨® un aura de santidad al sistema pol¨ªtico que tanto persigui¨® aquel r¨¦gimen. Tanto es as¨ª que muchos lectores pueden quiz¨¢ sentirse ofendidos por el simple t¨ªtulo de este art¨ªculo. Sin embargo, los tab¨²es mentales y los dogmas no son pr¨¢cticas recomendables en la b¨²squeda de la verdad. Y la verdad es que en esta cuesti¨®n las cosas son menos claras de lo que la mayor¨ªa piensa. He aqu¨ª el problema de la democracia.
La primera cuesti¨®n es: si el sistema es tan bueno, ?c¨®mo se entiende que: 1) se haya aplicado en un espacio de tiempo tan corto dentro de la historia; y 2) haya producido un n¨²mero tan alto de fracasos? Vayamos por partes.
La democracia fue un invento de la Grecia cl¨¢sica y se puso en pr¨¢ctica en los siglos V y IV a. C. Desde entonces hasta finales del siglo XIX d. C. no se volvi¨® a instaurar, no porque no se conociera sino porque la gran mayor¨ªa la consideraba inviable. Hab¨ªa dos razones fundamentales para desconfiar de la democracia. En primer lugar, que el pueblo era demasiado ignorante para entender en cuestiones de gobierno. En segundo lugar, que la gran masa que no pagaba impuestos no estaba legitimada para intervenir en c¨®mo se distribu¨ªan el gasto p¨²blico y la carga tributaria. Por estas razones, incluso los revolucionarios que derribaron las monarqu¨ªas absolutas en Inglaterra y en Francia, o que crearon un sistema republicano en Am¨¦rica establecieron sistemas parlamentarios, pero no democr¨¢ticos, es decir, donde s¨®lo votaba una parte de la poblaci¨®n. La extensi¨®n del sufragio fue llev¨¢ndose a cabo gradualmente y s¨®lo en el siglo XX se generaliz¨® el sufragio universal, que es la esencia de la democracia.
El siglo XX fue testigo del triunfo de este sistema. Pero tambi¨¦n lo fue de las dos guerras mundiales y de gobiernos de una crueldad inaudita, como los de Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot, Sadam Husein, Rafael Videla, Augusto Pinochet, Fidel Castro, etc¨¦tera. Se dir¨¢ que esas dictaduras no hicieron sino alimentar el anhelo de democracia, lo cual es verdad; pero es una verdad incompleta. Lo es, porque muchos dictadores del siglo XX fueron elegidos democr¨¢ticamente, como Hitler, Mussolini, Dollfuss, Per¨®n, Getulio Vargas, Fujimori, Milosevic, Hugo Banzer y tantos otros de dif¨ªcil adscripci¨®n. Pero adem¨¢s de elegir dictadores, la democracia m¨¢s de una vez simplemente ha elegido -y a menudo reelegido- presidentes y gobiernos desastrosos. Adem¨¢s de los anteriores, otros gobernantes quiz¨¢ no tan crueles o dictatoriales han sido notoriamente corruptos o incompetentes (o las dos cosas), como Abdal¨¢ Bucaram (apodado el Loco) en Ecuador, Benazir Bhutto y Nawaz Sharif en Pakist¨¢n, Alan Garc¨ªa en Per¨² (recientemente reelegido como mal menor, ha pedido perd¨®n por los desastres de su pasado mandato), Arnoldo Alem¨¢n en Nicaragua, Mahmud Ahmadineyad en Ir¨¢n, Kwame Nkruma en Ghana, Gnassingu¨¦ Eyadema en Togo, o el tan reelegido Yassir Arafat en Palestina. Pero no se crea que en los pa¨ªses desarrollados los electores no han cometido errores garrafales: Richard Nixon en Estados Unidos fue reelegido por fuerte mayor¨ªa casi un a?o despu¨¦s de haberse descubierto que sus hombres hab¨ªan asaltado el hotel Watergate. Los electores no se enteraron hasta mucho despu¨¦s; hab¨ªan olvidado mucho antes los esc¨¢ndalos de Nixon cuando fue vicepresidente con Eisenhower. Tambi¨¦n olvidaron los electores franceses en 1981 el esc¨¢ndalo del fingido atentado a Fran?ois Mitterrand que hizo desaparecer a ¨¦ste de la escena pol¨ªtica francesa por muchos a?os. Por ¨²ltimo, los electores norteamericanos reeligieron decisivamente a George W. Bush en 2004 tras haberle dado en 2002 un claro mandato para invadir Irak, mandato que esos mismos electores acaban de revocar el pasado d¨ªa 7. Los electores norteamericanos est¨¢n ahora indignados de que Bush haya llevado a cabo la pol¨ªtica que ellos votaron repetidamente.
Como se?ala en un libro reciente el escritor estadounidense Fayeed Zakaria (The Future of Freedom), los electores no s¨®lo son inconsecuentes, sino que se muestran decepcionados por sus representantes y manifiestan m¨¢s confianza en instituciones no electivas. En encuesta tras encuesta en los pa¨ªses desarrollados, el p¨²blico declara confiar m¨¢s en instituciones asistenciales, religiosas o, en los pa¨ªses mon¨¢rquicos, la Monarqu¨ªa, que en los partidos pol¨ªticos o los parlamentos, que son las instituciones genuinamente democr¨¢ticas. De un lado, esto es consecuencia de algo que ya demostr¨® en su d¨ªa Kenneth Arrow y que le vali¨® el Premio Nobel: no hay coherencia en las decisiones colectivas. De otro lado, es necesario hacer una distinci¨®n en la que insiste Zakaria, ya advertida por el genio de John Stuart Mill y que le movi¨® a escribir On Liberty: democracia y libertad no son sin¨®nimos, y en muchas ocasiones son antag¨®nicos.
El problema reside en la citada incoherencia colectiva. Los electores son objeto a menudo de aberraciones masivas cuando alg¨²n acontecimiento les produce miedo o inseguridad. Los alemanes votaron a Hitler ante el pavoroso aumento del desempleo a partir de 1930. En la Espa?a republicana, las elecciones produjeron tres vuelcos en cinco a?os. Estos bandazos democr¨¢ticos trajeron una guerra mundial y una guerra civil. En Estados Unidos, los horrores del 11-S agitaron de tal modo al electorado estadounidense que lo arrojaron en los brazos de un presidente supuestamente firme y resuelto. En la Espa?a de hoy, el horror del 11-M produjo el conocido vuelco electoral. Bush y Zapatero deben sus triunfos electorales a reacciones populares sim¨¦tricas de signo opuesto. Ante tal volubilidad, las instituciones que no se dejan influir por estos vaivenes porque no dependen del corto plazo electoral adquieren un merecido prestigio: monarcas, ciertos presidentes, bancos centrales, defensores del pueblo, fundaciones; o grandes estadistas que se mantienen firmes ante viento y marea, como Churchill ante el ef¨ªmero apoyo popular al pacifismo de Chamberlain en M¨²nich. Por eso dice el tan citado Zakaria que "lo que se necesita en pol¨ªtica hoy no es m¨¢s democracia, sino menos". Es urgente buscar modos de fortalecer las instituciones ante los embates de la opini¨®n y el oportunismo de los pol¨ªticos. No es a?oranza del autoritarismo: es rechazo a la demagogia.
Gabriel Tortella es catedr¨¢tico de Historia Econ¨®mica en la Universidad de Alcal¨¢. Su ¨²ltimo libro es Los or¨ªgenes del siglo XXI.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.