"Hoy tenemos tanto miedo como en la Edad Media y m¨¢s que en el XIX"
"Cualquier padre le dir¨¢ que teme m¨¢s a la muerte de un hijo que a la suya propia. Hay cosas peores que la muerte"
Joanna Bourke (Nueva Zelanda, 1963), profesora de Historia en el Birbeck College de la Universidad de Londres y autora de un estremecedor estudio sobre los hombres en combate, An intimate history of killing (Granta, 1999), participa en un ciclo en el Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona sobre el mundo despu¨¦s del 11-S, en cuyo marco habl¨® ayer de El miedo: una historia cultural, t¨ªtulo de su ¨²ltimo libro (Virago Press, 2005). Extrovertida y brillante, Bourke, cuya inmersi¨®n en temas de historia militar desde una ins¨®lita perspectiva antropol¨®gica (La II Guerra Mundial, una historia de las v¨ªctimas, Paid¨®s y Empuries) le ha granjeado las suspicacias de los militares, investiga en su obra sobre el miedo y las transformaciones a lo largo de los ¨²ltimos 150 a?os de la, con el amor, m¨¢s b¨¢sica de las emociones humanas.
"El miedo es, de todas las emociones, la m¨¢s f¨¢cil de estimular. Es m¨¢s f¨¢cil hacer sentir a la gente miedo que odio"
"Entre 1870 y 1910 se ten¨ªa un p¨¢nico absoluto al entierro prematuro, a que te sepultaran vivo. Eso era lo peor de todo"
Pregunta. ?Por qu¨¦ el miedo?
Respuesta. Inicialmente quer¨ªa hablar sobre todas las emociones, la ira, el odio, los celos, el amor... pero el miedo era la que aparec¨ªa con m¨¢s fuerza a trav¨¦s de la historia, la m¨¢s poderosa. El miedo ha guiado el siglo XX, acompa?ado por la ira.
P. Dice que el miedo ha ido variando en intensidad.
R. En ciertos periodos se incrementa y en otros desciende. Tambi¨¦n cambia aquello a lo que tenemos miedo, y c¨®mo respondemos. Tomemos por ejemplo el miedo a morir. En el siglo XIX el miedo dominante era el miedo a la muerte s¨²bita, a morir de manera inesperada, sin preparaci¨®n. Ahora es al contrario: el miedo mayor es a permanecer mucho tiempo en tr¨¢nsito. En el XIX no se tem¨ªa, como en nuestra ¨¦poca, al dolor que antecede a la muerte, el dolor al morir era incluso algo positivo, era algo expiatorio. Hay otros miedos pasados que nos sorprenden: entre 1870 y 1910 se ten¨ªa un p¨¢nico absoluto al entierro prematuro, a que te sepultaran vivo. Eso era lo peor de todo. Hasta el punto de que para conjurar ese miedo se inventaron nuevos m¨¦todos y hasta aparecieron nuevos profesionales que te garantizaban que al morir estar¨ªas indiscutiblemente muerto. Los miedos son en buena parte invenciones sociales. Cuando se producen cambios aparecen nuevos miedos. Por ejemplo, con la tecnolog¨ªa. Y son manipulados por los Gobiernos y los grupos de poder.
P. Usted diferencia entre miedo interno y externo.
R. S¨ª, el estado de miedo, en el que el miedo es algo externo a ti, identificable, y el de inquietud (anxiety), en el que ese miedo est¨¢ dentro, no se concreta, fluye. Eso tiene un aspecto pol¨ªtico, porque en el miedo externo puedes combatir la causa, o huir, pero en la inquietud no puedes identificar al enemigo. Ese miedo, entonces, es f¨¢cilmente manipulable con chivos expiatorios: los musulmanes, los inmigrantes. El chivo expiatorio permite convertir la inquietud en miedo externo.
P. Eso conecta con el 11-S.
R. Est¨¢ claro c¨®mo los Gobiernos, principalmente de EE UU y Gran Breta?a, han usado el miedo difuso generado por el 11-S para recortar las libertades civiles. Han podido hacer cosas que eran inconcebibles antes: leyes antiterroristas, medidas de urgencia, la propia guerra... o el revival de la tortura, una pr¨¢ctica abandonada formalmente desde el siglo XIX. El miedo es la emoci¨®n m¨¢s f¨¢cil de estimular. Es un juego de ni?os hacerlo, al contrario que el amor. Incluso es m¨¢s f¨¢cil hacer a la gente sentir miedo que odio.
P. ?Estamos en una sociedad miedosa?
R. La gente tiene mucho miedo, vivimos en un mundo sobrecargado de peligros: la alimentaci¨®n, el c¨¢ncer, el cambio clim¨¢tico... estamos sobreexpuestos a informaci¨®n que produce miedo. El 11-S sin duda ha provocado un aumento de la sensaci¨®n de riesgo. De repente el peligro est¨¢ en todas partes, es el vecino, el Gobierno... Esta sociedad es m¨¢s miedosa tras el 11-S.
P. Pero, ?tenemos m¨¢s miedo que en la Edad Media?
R. Bueno, entonces estaban las brujas, el diablo, la peste... Tenemos la misma cantidad de miedo. En cambio, somos m¨¢s miedosos que en el siglo XIX. La sociedad de la informaci¨®n nos bombardea cont¨ªnuamente con horrores. En el XIX pod¨ªas vivir muy ajeno a ese conocimiento.
P. Pero uno creer¨ªa que el miedo es menor que en la guerra fr¨ªa, con la posibilidad de la devastaci¨®n nuclear mundial.
R. No, esa amenaza a¨²n existe hoy. Y adem¨¢s las reacciones a ella son radicalmente diferentes. Durante la guerra fr¨ªa, la gente no era complaciente como ahora con los miedos, la gente respond¨ªa positivamente a ellos, con protestas y tomas de posici¨®n pol¨ªticas.
P. ?C¨®mo se articulan los miedos personales y los sociales?
R. Incluso los miedos m¨¢s personales tienen una dimensi¨®n social, interact¨²an con la familia, el grupo. Siempre hay una dimensi¨®n social, se proyectan en la sociedad y eso permite gestionarlos y manipularlos.
P. ?El miedo se puede reducir en ¨²ltima instancia a miedo a la muerte?
R. No, no lo creo. El miedo a la muerte ha cambiado, y de hecho ha habido y hay gente que no lo tiene en absoluto. A menudo, encuentras una notable falta de miedo a la muerte en gente que est¨¢ muriendo. Personas con fuertes creencias no lo tienen o tienen menos. Cualquier padre le dir¨¢ que teme m¨¢s a la muerte de un hijo que a la suya propia. Hay cosas peores que la muerte.
P. ?Hay algo positivo en el miedo?
R. S¨ª, puede ser positivo sentir miedo por los dem¨¢s, y es una fuente de creatividad; tambi¨¦n puede resultar excitante, igual que el riesgo. Depende de a qu¨¦ tengas miedo y cu¨¢nto. Podemos elegir c¨®mo responder al miedo. Lo peor es cuando te abandonas ante ¨¦l y lo afrontas sin esperanza.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.