El Instituto Cervantes enmarca "la edad de oro" de los corresponsales
La exposici¨®n muestra textos y fotograf¨ªas de periodistas extranjeros que cubrieron la Guerra Civil
![Daniel Verd¨²](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fauthor-service-images-prod-us-east-1.publishing.aws.arc.pub%2Fprisa%2Fe754d022-18a1-44ce-a528-105a01f36f2f.jpg?auth=dcb863cacfc0bb32942db2b658618b2a27252ccfa1bd13aa2a00df339401e234&width=100&height=100&smart=true)
"Desde finales de julio de 1936, y durante dos a?os y medio, resultaba habitual encontrar al sur de los Pirineos a los m¨¢s grandes periodistas del mundo". De esta forma, se refiere Hugh Thomas a lo que ¨¦l denomina "la edad de oro de los corresponsales". Los a?os en los que periodistas de aquel mundo todav¨ªa sin globalizar llegaron a Espa?a para narrar los avatares de la Guerra Civil. Jug¨¢ndose, todos, el cuello.
Desde el pasado martes hasta el pr¨®ximo 25 de enero, el Instituto Cervantes en coproducci¨®n con la fundaci¨®n Pablo Iglesias, rinde un homenaje, 70 a?os despu¨¦s, a ese periodo hist¨®rico del periodismo con la exposici¨®n Corresponsales en la Guerra de Espa?a. Estructurada en 17 temas, la muestra realiza un recorrido por los grandes hitos de los corresponsales durante la Guerra Civil, los m¨¢s famosos y tambi¨¦n, los menos conocidos.
La muestra recorre los grandes hitos de los reporteros durante la Guerra Civil
John Dos Passos, Ernest Hemingway, George Orwell, Antoine de Saint-?xupery, Andr¨¦ Malraux, G. L. Steer, Herbert Matthews o Indro Montanelli, fueron algunos de los cronistas que sintieron la extra?a curiosidad del corresponsal de guerra por el silbido de las balas. Cobrando algunos m¨¢s -como Hemingway, que ten¨ªa un cuantios¨ªsimo contrato con un conglomerado de sesenta peri¨®dicos estadounidenses- u otros menos. Pero hab¨ªa m¨¢s; el periodismo de guerra se hizo en ese periodo desde una perspectiva casi militante.
El propio Hemingway aparece en una fotograf¨ªa de la exposici¨®n empu?ando un fusil en el frente republicano. O George Orwell, que escribi¨® para la revista New English Weekly, se alist¨® en Barcelona al Partido Obrero de Unificaci¨®n Marxista (POUM) y estuvo en el frente de Arag¨®n entre enero y abril de 1937. Las dos entregas de su art¨ªculo Spilling the Spanish Beans, fueron la semilla que terminar¨ªa germinando en su memorable Homenaje a Catalu?a.
Tambi¨¦n estuvo en Espa?a encarnando a un reci¨¦n contratado periodista conservador del Times, Harold Kim Philby. Uno de los esp¨ªas m¨¢s famosos del siglo XX al servicio del r¨¦gimen sovi¨¦tico. Sus cr¨®nicas eran siempre del agrado del ej¨¦rcito franquista, a quien Philby se esmeraba en complacer. Los golpistas, encantados, las alababan por sus cualidades "objetivas". El esp¨ªa enga?¨® completamente al bando nacional que, tras ver sobrevivir a ¨¦ste a un ataque sovi¨¦tico en 1938, no dud¨® en condecorarlo de manos del propio Franco.
Tambi¨¦n estuvo en Espa?a el periodista Indro Montanelli. Contratado por Il Messagero, sigui¨® el periplo de los legionarios italianos. Precisamente, su cr¨®nica m¨¢s conocida fue la referida a la conquista de Santander, en la que participaron tropas italianas. Contrariamente a lo que publicaron otros periodistas de su pa¨ªs, que describieron el avance como una haza?a triunfal, Montanelli tir¨® de s¨¢tira y relat¨® que la conquista fue "un largo paseo y un solo enemigo: el calor". Despu¨¦s de aquello, fue repatriado y expulsado inmediatamente del partido fascista y del colegio de periodistas. Ante la posibilidad de ser juzgado, ¨¦l se defendi¨®: "Desaf¨ªo a mis acusadores a que mencionen el nombre y lugar de nacimiento de alguien muerto en aquella batalla. Porque en una batalla debe haber por lo menos un muerto".
Montanelli describi¨® a una de sus compa?eras en aquella guerra como "una roja endemoniada". Era Martha Gellhorn, la tercera mujer de Hemingway, que tambi¨¦n consigui¨® realizar su sue?o de llegar a la guerra de Espa?a. Escribi¨® para la publicaci¨®n estadounidense Collier's y consum¨® su romance con el autor de El viejo y el mar en el hotel Florida de la Plaza de Callao, durante los bombardeos de 1937.
En ese hotel coincidi¨® con el escritor John Dos Passos. Lo hizo, en un inicio, para localizar los exteriores de la pel¨ªcula documental Spanish Earth, que quer¨ªa rodar junto Lillian Hellman y Hemingway, para influir en EE UU a favor de la Rep¨²blica. Pero termin¨® desentendi¨¦ndose de la pel¨ªcula, escribiendo para Esquire y discutiendo con Hemingway por cuestiones ideol¨®gicas.
En agosto de 1937 tambi¨¦n lleg¨® a Espa?a un personaje menos conocido pero muy peculiar: Langston Hughes. Un negro de Saint Louis contratado por el diario The Afro American de Baltimore para que relatara su visi¨®n de la guerra. "Trat¨¦ a m¨¢s escritores blancos que en cualquier otro periodo de mi vida". Pos¨® su mirada sobre los conflictos raciales que pudieron darse durante el conflicto, y se fij¨® especialmente en "los moros que luchan con Franco y que son v¨ªctimas de la opresi¨®n en el Norte de ?frica". Denunci¨® que los marroqu¨ªes estuvieran siempre en primera l¨ªnea de fuego y dijo: "Denle a Franco un capirote y se har¨¢ miembro del Ku-Klux-Klan".
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