Corresponsales de guerra
Volv¨ªa de Badajoz a Madrid, despu¨¦s de hacer escala en Segovia para ver el m¨¢s independiente y desconocido cine europeo, y, aunque no lo quisi¨¦ramos, ten¨ªamos que seguir hablando de guerra. Llegamos a un Madrid que, una vez m¨¢s, se encontraba en plena guerra. Una guerra civil sin armas mortales, sin sacas ni checas, sin bombardeos, pero con esp¨ªas, desafectos, derrotistas, quintacolumnistas, emboscados y clandestinos. Lo raro de esta guerra es que la batalla principal, la lucha por el control de la ciudad y algo m¨¢s, se est¨¢ produciendo entre destacados l¨ªderes del mismo bando.
Gallard¨®n organiza su campa?a en la retaguardia, su estructura de ataque se alimenta de clandestinidad, secretos y respuestas aplazadas. Prefiere los platos fr¨ªos, como las venganzas. Sin embargo, Esperanza Aguirre, la presidenta, no tiene esa paciencia ni harta de vino. Esperanza es de golpes directos, de ataques frontales, de golpes civiles y de sublevaciones con testigos y corresponsales de guerra. No parece muy pac¨ªfico el haber elegido a una corresponsal, para que escriba tus batallitas, llamada Drake. Eso es anunciar que habr¨¢ abordaje, que la batalla no tiene que ser legal y que el motivo final es capturar el bot¨ªn. Hay apellidos que vienen buscando pelea. Drake ha sido la estrella de uno de los ej¨¦rcitos. La guerra tiene todav¨ªa largo recorrido, no terminaremos de leerla hasta el final de mayo. Un mes tan bonito, tan de venid y vamos todos. Los corresponsales de guerra siguen teniendo mucho tajo en este viejo pa¨ªs que ya no es tan ineficiente.
En las jornadas de Badajoz, en los recuerdos de los escenarios de dos de las ciudades que m¨¢s sufrieron las consecuencias de la guerra, en la recuperaci¨®n de la memoria de la agon¨ªa y la gloria de esas dos ciudades, Badajoz y Madrid, novelistas, historiadores y periodistas reflexionaron sobre la vida y la muerte de las ciudades en guerra. Un poema de ?ngel Gonz¨¢lez situaba el esp¨ªritu de los encuentros: "Supimos perder para no darnos por vencidos". Y en Badajoz perdieron muchos, perdieron demasiados, perdieron cruel, vil e injustamente la vida muchos inocentes e indefensos ciudadanos ante la crueldad del militar falangista Yag¨¹e, la Legi¨®n, los Regulares marroqu¨ªes y otros voluntarios que participaron en una de las mayores matanzas civiles de la guerra. Aquellos d¨ªas de agosto, aquellas lunas de agosto, como cuenta Justo Vila en su ¨²ltima novela, fueron de una crueldad que ning¨²n corresponsal ser¨ªa capaz de mostrar el horror de la matanza en la plaza de toros, los r¨ªos de sangre en los que se convirti¨® la ciudad extreme?a.
En Madrid, en pleno centro, en un lugar donde cayeron bombas, en la nueva sede del Instituto Cervantes -en el famoso edificio de las cari¨¢tides que fue un banco, construido por el arquitecto de la modernizaci¨®n de Madrid, Antonio Palacios- se puede ver la exposici¨®n sobre los corresponsales de guerra en Espa?a. Una exposici¨®n que hay que visitar. La historia espa?ola de unos escritores, periodistas o fot¨®grafos que desde la ideolog¨ªa o la independencia nos contaron su presencia directa en un drama real que todav¨ªa necesita seguir siendo contado. Para no dejarse enga?ar por esa pandilla de seudohistoriadores, de revisionistas y falsificadores del pasado. Para que no sean capaces de seguir diciendo que lo de Badajoz fue una invenci¨®n o una necesaria intervenci¨®n. La verdad suele ser la primera v¨ªctima de las guerras. La informaci¨®n se suele convertir en propaganda. Sin embargo, no todos fueron as¨ª. Entre los grandes corresponsales debemos recordar a Jay Allen, quiz¨¢ el m¨¢s brillante de los americanos, el muy informado corresponsal del Chicago Tribune. O George L. Steer, de The Times, que su cr¨®nica sobre Guernica impidi¨® que las mentiras del franquismo crecieran sobre las bombas. O el muy honesto y joven Mario Neves, corresponsal de Diario de Lisboa, que a pesar de las posiciones oficiales de su pa¨ªs consigui¨® trasladar con sus cr¨®nicas sobre Badajoz el horror de aquella matanza. Dijo Neves en su primera cr¨®nica: "Estas notas redactadas nerviosamente no conseguir¨¢n dar una p¨¢lida idea del espect¨¢culo que han visto mis ojos". Hay otros muchos corresponsales, fot¨®grafos, escritores que no son tan famosos, ni tomaron tantos whiskys, ni vendieron tantos libros como Hemingway, pero que fueron fundamentales para contar, a pesar de las censuras y las amenazas, su verdad de aquella guerra.
En el cat¨¢logo de la exposici¨®n recuerda Paul Preston que los republicanos trataron mejor a sus corresponsales que los franquistas. Los franquistas no quer¨ªan testigos ni de los suyos. No quer¨ªan que les pasara con los suyos lo que ocurri¨® con el cat¨®lico Bernanos.
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