Dividir
Cada vez que salgo al extranjero se me hace m¨¢s incomprensible todav¨ªa la actitud del PP ante el proceso de fin de la violencia. ?El principal partido de la oposici¨®n manifest¨¢ndose contra el Gobierno por intentar la negociaci¨®n con ETA? Forma parte de aquellas cosas que se sit¨²an en el terreno de lo impensable. Y, sin embargo, ocurre. ?C¨®mo es posible? Hay aqu¨ª un c¨¢lculo que tiene que ver con el poder y no con la paz, que est¨¢ poniendo en riesgo la gran ilusi¨®n de la transici¨®n: el fin de la violencia. El PP ha definido claramente sus temas de campa?a: proceso de paz, seguridad e inmigraci¨®n. Los populares aplican un viejo principio que Daniel Cohen enuncia as¨ª: "Un partido tiene todo el inter¨¦s en hacer emerger aquellos temas de campa?a que unifican a los suyos y dividen el campo adversario". El ejemplo m¨¢s t¨ªpico es la tradicional utilizaci¨®n por parte de la derecha de la cuesti¨®n de la seguridad. El electorado conservador no tiene grandes escr¨²pulos en esta materia, mientras que en la izquierda siempre se abre una brecha entre los que dicen que hay que perder los complejos y ser tan duros como la derecha y los que creen que la seguridad no se resuelve s¨®lo con dureza policial.
Tambi¨¦n la inmigraci¨®n est¨¢ entre los temas que permiten cerrar filas a la derecha y crean convulsiones en la izquierda. La derecha parte de una idea del mundo como prolongaci¨®n de la familia, que entiende el pa¨ªs como si fuera una casa reservada a los parientes y convierte a los forasteros en sospechosos de querer desalojarlos. Con lo cual especula sin mayores problemas con el rechazo al extranjero. La izquierda quiere demostrar mano dura en la gesti¨®n de los flujos, ante unas clases populares asustadas, pero al mismo tiempo debe atender las demandas de reconocimiento de derechos que vienen de sus sectores m¨¢s politizados.
?Para qu¨¦ sirve un partido pol¨ªtico? ?Para encauzar los problemas o para enredarlos? Todos sabemos que los partidos, cuando est¨¢n en la oposici¨®n, no tienen ning¨²n reparo en agrandar los problemas si creen que con ello abren una v¨ªa r¨¢pida hacia la recompensa suprema: el Gobierno. En una coyuntura econ¨®mica m¨¢s bien favorable, que da poco juego para la cr¨ªtica, entraba perfectamente dentro de lo previsible que el PP escogiera la seguridad y la inmigraci¨®n para crear divisi¨®n entre los socialistas. Lo que no era tan previsible es que convirtieran el proceso de fin de la violencia en su apuesta principal para recuperar el poder. No era evidente porque la paz es un anhelo colectivo en Espa?a e introducir la divisi¨®n es, de alg¨²n modo, repetir lo que hizo el PP en la guerra de Irak, con tan catastr¨®ficos resultados. No era evidente porque a nadie se le escapa que la movilizaci¨®n contra el Gobierno, en un proceso de este tipo, refuerza a los terroristas y su entorno, que ven la posibilidad de aprovechar la pelea entre dem¨®cratas para aumentar sus exigencias y estirar la cuerda todo lo posible. En fin, no era evidente porque, al rechazar el proceso, el PP se coloca en una posici¨®n muy delicada: necesita que ETA cometa un atentado para poder sacar rendimiento de su estrategia.
Y, sin embargo, el PP ha convertido el terrorismo en tema de confrontaci¨®n, despu¨¦s de preparar minuciosamente la fractura necesaria para cohesionar a los suyos con cinco manifestaciones callejeras, aquellas que tan horribles parec¨ªan al PP cuando el PSOE las llevaba a cabo contra la guerra de Irak. Con lo cual cabe pensar que hay aqu¨ª una revancha. Si aquellas movilizaciones tumbaron a Aznar, ahora le toca a Zapatero. En el marco de esta estrategia se comprenden mejor las fabulaciones sobre el 11-M. Es un modo de minimizar preventivamente un atentado de ETA que le ayude a redondear su apuesta. El PP no ha sido capaz de hacer la indispensable catarsis despu¨¦s de la derrota, de modo que est¨¢n al mando los mismos que entonces. Estos se lo juegan todo a una carta, aunque sea tan obscena. El PSOE se equivoca poni¨¦ndose a su altura, recurriendo al consabido v¨ªdeo. Llevadas las cosas hasta este punto, el Gobierno s¨®lo tiene una respuesta: convocar un debate parlamentario y conseguir el apoyo al proceso de todos los grupos, dejando al PP en la soledad m¨¢s absoluta si sigue neg¨¢ndose a entrar en raz¨®n.
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