El fulgor de Anglada-Camarasa
Hace cien a?os, el pintor Anglada- Camarasa ten¨ªa fama internacional y vend¨ªa muy caro, pero el golpe de martillo de Christie's del pasado 4 de octubre en Madrid -que remataba en 2,9 millones de euros El Casino de Par¨ªs pintado en 1900- ha superado con creces las altas cotizaciones que obtuvo en vida y augura ¨¦xito de p¨²blico a la gran exposici¨®n que presenta CaixaForum en Barcelona bajo el t¨ªtulo de El mundo de Anglada-Camarasa. Su comisario es Francesc Fontbona, que comparte con Francesc Miralles el t¨ªtulo de especialista del celebrado pintor, ambos son autores del cat¨¢logo razonado de pintura (Ediciones Pol¨ªgrafa, Barcelona, 1981) y del de dibujo que actualmente est¨¢ en prensa (Editorial Mediterr¨¤nia). A principios de 2002, ya se pudo ver en Madrid una retrospectiva del artista en la Fundaci¨®n Mapfre que luego viaj¨® al Museo de Montserrat, pero la exposici¨®n que actualmente propone "la Caixa" pretende sobre todo dar a conocer el amplio y variad¨ªsimo fondo que pertenece a la entidad bancaria que en su momento compr¨® el contenido del museo privado que ten¨ªa el artista en la localidad mallorquina de Port de Pollen?a. Adem¨¢s de un n¨²mero considerable de reconocidas obras maestras de Anglada, que se exhiben normalmente en las salas del Gran Hotel de Palma propiedad de "la Caixa", y un sinf¨ªn de dibujos suyos bastante menos divulgados, tambi¨¦n se expondr¨¢n las diversas colecciones de grabados y objetos de Oriente que ten¨ªa el pintor catal¨¢n, as¨ª como algunas de las piezas de indumentaria regional que sirvieron de inspiraci¨®n a buena parte de su obra y que han permanecido guardadas en la reserva desde que se clausur¨® el Museo Anglada-Camarasa.
Anglada represent¨® un acertado equilibrio entre decadentismo y renovaci¨®n justo antes de la vor¨¢gine del cubismo
A la vez, todo ello se contextualizar¨¢ con la obra de sus principales maestros, junto a la de sus amigos y disc¨ªpulos. Lo que no estar¨¢ es el codiciado cuadro del casino parisiense pues, aunque Fontbona anhelaba incluirlo, hace tiempo que la obra estaba excluida de cualquier pr¨¦stamo al estar citada para el gran evento madrile?o que preparaba Christie's.
Hermen Anglada-Camarasa naci¨® en Barcelona en 1871 y aunque de joven ya mostr¨® preferencias por la pintura tuvo que reprimirse pues eso no gustaba a su familia. A pesar de ello, frecuent¨® la Escuela de Llotja, teniendo por maestro a su admirado Modest Urgell, y tambi¨¦n tom¨® clases particulares en la de Tom¨¤s Moragas. Sus primeros pinitos en pintura transcurrieron entre cementerios, veredas solitarias, puestas de sol y alguna que otra odalisca, masticando siempre terreno trillado. Si no se hubiera instalado en Par¨ªs qui¨¦n sabe lo que hubiera sido de ¨¦l como artista. Pero la ciudad de la luz le abri¨® los ojos y, despu¨¦s de abrazar cierto academicismo de sal¨®n, se dej¨® llevar por el albedr¨ªo anarquizante de los neoimpresionistas y los simbolistas m¨¢s perversos. Aun as¨ª, no comulg¨® ni con unos ni con otros y sigui¨® su propio camino, equidistante entre lo sentido y lo decorativo, lo profundo y lo superficial. Al margen de lo que manifestara, el referente obligado en el despegue de su soberbio y personal estilo ser¨ªa, sin lugar a dudas, Gustave Moreau con sus armon¨ªas de orfebrer¨ªa bizantina y oriental, iridiscente y crepuscular, que cristalizaban en la obra de Anglada justo en el cambio de siglo. Los discretos y pante¨ªstas paisajes rurales catalanes daban paso a la vida nocturna y cosmopolita de Par¨ªs, repleta de cabar¨¦s, droga y prostitutas de lujo. Y es en ese mundo decadente y m¨®rbido donde el artista encontr¨® la luz, y con su pintura ¨¤ la page, repleta de pastosos arabescos plenamente art nouveau y un colorido libre y atrevido, se puso al momento de moda en toda Europa. Anglada represent¨® un acertado equilibrio entre decadentismo y renovaci¨®n justo antes de que se impusiera la vor¨¢gine del cubismo y las primeras vanguardias en el arte moderno, una revoluci¨®n radical que le enoj¨® bastante y jam¨¢s quiso aceptar.
En la d¨¦cada de 1900, expuso
con ¨¦xito en Par¨ªs, Londres, Bruselas, Roma, Venecia pero triunf¨® especialmente en Berl¨ªn, M¨²nich, D¨¹sseldorf y Dresde, influyendo en la obra temprana de Kandinsky, en una ¨¦poca que Alemania adoraba la obra decadente y decorativa de Franz von Stuck. En este contexto, Anglada aparec¨ªa incluso m¨¢s radical de lo que era y se pod¨ªa situar cercano al expresionismo de Nolde. Durante este tiempo, s¨®lo realiz¨® dos exposiciones individuales en Barcelona, una en 1900, que obtuvo escaso ¨¦xito pero en la que vendi¨® precisamente El Casino de Par¨ªs, y otra en 1909. De hecho, se hab¨ªa nacionalizado franc¨¦s al casarse con la pintora Isabelle Beaubois, colega suya en la Acad¨¦mie Colarossi de la que hab¨ªa pasado r¨¢pidamente de ser alumno a profesor. Entre sus disc¨ªpulos se contar¨ªa Maria Blanchard.
Sus fulgurantes demi mondaines, que se alternaban con resultones temas gitanos, se vieron suplantadas paulatinamente por majestuosas falleras valencianas y la sensual y exquisita moda parisiense cedi¨® ante la r¨ªgida y compacta indumentaria regional, repleta de oro y brocados, barroca a matar, como una gran paella bien surtida. Con ello, la obra de Anglada gan¨® en policrom¨ªa pero perdi¨® en expresi¨®n. El artista guard¨® la picard¨ªa para los escasos toreros y las abundantes manolas que conservaron intacta la morbidez. Se dej¨® seducir por los hipn¨®ticos bordados de los mantones de Manila; las suntuosas flores del mal se transformaban ahora en un inacabable y euf¨®rico jard¨ªn multicolor hasta el punto de que, en un momento dado, Anglada se plante¨® dejar la pintura para abrazar la jardiner¨ªa. Su espectro daba un giro de 180 grados, pasando de Centroeuropa a Estados Unidos y Argentina reforzado muy pronto por el estallido de la Primera Guerra Mundial. Los museos americanos adquir¨ªan sus obras y pasaba a ser uno de los protegidos de Archer Huntington en la Hispanic Society de Nueva York. Junto a Sorolla y Zuloaga se hab¨ªa convertido en uno de los tres tenores de la pintura espa?ola, un producto de ¨¦xito internacional que se hab¨ªa generado en Par¨ªs por autores perif¨¦ricos.
La Gran Guerra le hizo volver a
Catalu?a, recuper¨® la nacionalidad espa?ola, realiz¨® en Barcelona una pel¨ªcula, La Australienne -actualmente desaparecida- y, al parecer aconsejado por Gaud¨ª, se instal¨® en Mallorca. El encuentro con la magia del paisaje mallorqu¨ªn dio otro giro a su producci¨®n que cambi¨® radicalmente de tema pero no de factura, manteniendo por lo general un buen tono. El crep¨²sculo y la escenograf¨ªa se iluminaron con el sol de las costas mallorquinas que compart¨ªan cartel con elaborados floreros, pero el pintor a¨²n busc¨® un poco de oscuridad para sus iridiscencias pasadas y lo encontr¨® buceando en el fondo del mar. Los cuadros submarinos que realiz¨® hasta el final de su vida, de alucinante colorido rayando la abstracci¨®n, a menudo se ve¨ªan malogrados por la inquietante presencia de soberbios peces, quiz¨¢s m¨¢s id¨®neos para una buena mesa. Durante la Guerra Civil, de acuerdo con sus claras convicciones, se situ¨® en el bando republicano. Una vez terminada la contienda, se exili¨® en Par¨ªs. Finalmente volvi¨® a Mallorca en 1948 y, forzado por las circunstancias, abdic¨® de la masoner¨ªa a la que pertenec¨ªa y empez¨® a recibir honores oficiales hasta el d¨ªa en que muri¨® de viejo en Port de Pollen?a en 1959. Sin embargo, fuera del pa¨ªs ya era un perfecto olvidado pues hac¨ªa tiempo que lo hermoso no era prioridad en el discurso del arte moderno.
El mundo de Anglada-Camarasa. CaixaForum. Avenida del Marqu¨¦s de Comillas, 6-8. Barcelona. Hasta el 18 de marzo de 2007.
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