El mal, el destino, la compasi¨®n
El tema central de las novelas del estadounidense Cormac McCarthy (Rhode Island, 1933) es la existencia del mal. El punto m¨¢s alto de su andadura lo alcanz¨® con una novela excepcional, Meridiano de sangre, novela de estirpe melvilliana dominada por la figura del juez Holden, un hombre calvo, albino, sin barba, pesta?as ni cejas y tan blanco como Moby Dick, un asesino contumaz sin pizca de escr¨²pulo que afirma que nunca morir¨¢; frente a ¨¦l se ergu¨ªa la figura del chico, as¨ª, sin nombre, s¨®lo el chico, que al cabo de los a?os se enfrentar¨ªa al juez. Es su destino.
El destino es el segundo gran tema, asociado al primero, de Cormac McCarthy. Todos sus personajes se cruzan un d¨ªa con el mal y ese encuentro y sus consecuencias son su destino, quedan sujetos a ¨¦l y ¨¦ste ser¨¢ quien marque su vida y su muerte. En las novelas de McCarthy siempre hay un personaje duro y humano, un desamparado tenaz y luchador que por un acto inevitable, pero elegido, se desv¨ªa de cualquier otro camino en la vida para cabalgar por la ruta del infierno donde, al final, le espera el maligno. Moss, el personaje marcado por el destino en No es pa¨ªs para viejos, dice a una autoestopista adolescente que ha recogido en su huida: "Hace tres semanas era un ciudadano respetuoso con la ley. Ten¨ªa un empleo de nueve a cinco, o de ocho a cuatro, da igual. Las cosas pasan porque pasan. No te preguntan primero. No te piden permiso".
NO ES PA?S PARA VIEJOS
Cormac McCarthy
Traducci¨®n de Luis Murillo Fort
Mondadori. Barcelona, 2006
254 p¨¢ginas. 18 euros
El tercer gran tema, que se anuda a los otros dos y establece el escenario moral de sus novelas, es la compasi¨®n ante la desdicha del mundo. Como en la pel¨ªcula de David Lynch, Terciopelo azul, el mal es una especie de realidad paralela que se encuentra al acecho en el suelo de la cotidianeidad; est¨¢ como aletargado y sin dejarse ver hasta que, de pronto, el azar lo hace emerger y all¨ª donde emerge, extiende el horror y la destrucci¨®n. Y ante esta constataci¨®n, McCarthy no puede oponer otra cosa que la compasi¨®n por las v¨ªctimas; en el caso de alguna, su admiraci¨®n por la determinaci¨®n de sobrevivir, de no rendirse a lo inevitable; la compasi¨®n surge precisamente de la contemplaci¨®n desolada de esa lucha sin esperanza alguna.
En esta novela el mal se llama Ant¨®n Chigurh, un asesino despiadado que mata a todo el que se cruza con ¨¦l por no dejar testigos. Moss, el cazador, un veterano de Vietnam, encuentra casualmente un malet¨ªn lleno de billetes de banco y unos paquetes de hero¨ªna en medio de una ristra de cad¨¢veres resultado de un enfrentamiento entre narcos. Todos muertos. Coge el dinero y huye. Tras ¨¦l van los narcos y Chigurh, cada cual por su cuenta. La novela relata la huida, la persecuci¨®n y los enfrentamientos entre todos. Un personaje m¨¢s hace de contraste con los otros: el sheriff Bell, un veterano a punto de jubilarse. La novela, como el pa¨ªs, se escinde en dos: la sociedad com¨²n, a la que representa el sheriff, y la sociedad violenta, los que usan sus armas. Bell sigue los pasos de los violentos, pero nunca los alcanza, es como si operasen en paralelo; son dos formas sociales que viven en el mismo espacio, pero que no se tocan salvo que el azar establezca un hilo de uni¨®n por el que la violencia entre en el ¨¢mbito de la vida corriente; y eso le ocurre a Moss.
El sheriff se pregunta, pero no busca respuestas; simplemente, no entiende y cumple con su oficio. "Cuando digo que el mundo se est¨¢ yendo al infierno la gente simplemente me sonr¨ªe y me dice que me estoy haciendo viejo. Que ¨¦se es uno de los s¨ªntomas. Pero lo que yo creo es que cualquiera que no vea la diferencia entre violar y asesinar gente y mascar chicle tiene un problema mucho mayor que el que tengo yo". El sheriff, mientras persigue a Chigurh, s¨®lo ve c¨®mo se derrumba el mundo, el mundo que ¨¦l ha conocido. "Y cuarenta a?os tampoco es tanto. Tal vez los pr¨®ximos cuarenta sacar¨¢n a la luz alg¨²n problema m¨¢s. Si no es demasiado tarde". El diagn¨®stico es atroz, sin esperanza; en realidad viene a decir que si uno sobrevive es por suerte y no por ninguna otra raz¨®n. Todo depende de que no te cruces con el desastre y eso no depende de ti. "Las cosas pasan porque pasan". Las cosas han llegado a un punto en que son as¨ª.
No hay seres m¨¢s desvalidos que los que se enfrentan al mal en las novelas de Cormac McCarthy y no los hay m¨¢s heroicos, incluso entre aquellos que se ven atrapados por el mal, como el protagonista de La oscuridad exterior, la novela en la que por primera vez aparece ya el nudo del mundo mccarthyano: la fatalidad. Y unido a ella, el peso de los actos: el propio sheriff Bell tiene algo sobre su conciencia, un asunto antiguo que no est¨¢ enraizado en el mal sino en la ruindad, que le atormenta; la ruindad admite la conciencia, porque es de rango inferior al mal, que es absoluto. Por esa diferencia, el hilo que une la conducta del sheriff en aquel asunto de juventud con su persecuci¨®n de Chigurh y la incapacidad de encontrar sentido a la absoluta y helada maldad de ¨¦ste es el hilo de la derrota.
McCarthy ha escrito una novela en la que prescinde casi por completo de una de sus mejores bazas literarias: la creaci¨®n de im¨¢genes de belleza y plasticidad ¨²nicas y fascinantes. Aqu¨ª escribe con una desnudez extrema, es una escritura asc¨¦tica de una contundencia demoledora. El sentido del ritmo y el selecto uso de la elipsis son tan potentes que cualquier autor de thriller dar¨ªa un brazo por llegar a escribir con una tensi¨®n tan absorbente. No hay manera de soltar el libro. Es duro, duro e impactante.
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