Creaci¨®n y fuerza
Francisco Leiro es considerado el m¨¢s importante escultor gallego de su generaci¨®n, pues ha conseguido renovar la pl¨¢stica contempor¨¢nea con su obstinado estudio de la figura humana. Adem¨¢s, su obra ofrece una soluci¨®n de continuidad entre la imaginer¨ªa popular gallega y una profunda regeneraci¨®n en el arte tridimensional. Esta arm¨®nica coexistencia de tradici¨®n y modernidad, con un gusto por las formas robustas que recuerdan a la artesan¨ªa popular, permite que su creaci¨®n sea considerada por algunos como la manifestaci¨®n de creencias y tradiciones culturales gallegas.
Infatigable constructor de cuerpos, Leiro esculpe formas rudas y monumentales que huyen del detalle para manifestarse en toda su franqueza. No cabe duda de que las tardes de su infancia pasadas en el taller de su abuelo, reputado ebanista de Cambados, y la imaginer¨ªa del camino de Santiago, han tenido un impacto inevitable en su creaci¨®n, con una especial inclinaci¨®n por el uso de la madera y la talla directa. Su formaci¨®n en la Escuela de Artes y Oficios de Santiago y el breve paso por la Escuela de Bellas Artes de Madrid, consolidan la imagen de artista autodidacta que asume un lenguaje actual sin renunciar a las fuentes populares.
Nacido en Cambados en 1957, Francisco Leiro no ver¨ªa despuntar su carrera hasta principios de los a?os ochenta, cuando el escultor ya contaba con una obra abundante y personal. En 1984 exhibe su trabajo en dos exposiciones madrile?as, Tres dimensiones y Seis escultores, que le garantizar¨ªan el ¨¦xito que ha sabido conservar hasta hoy. Obras como el Sans¨®n derribando as columnas do templo (1983) son demostrativas de su tendencia por estos a?os a los escorzos y las figuras monumentales llenas de fuerza. Leiro ya presentaba un discurso propio, y sus formas org¨¢nicas y rotundas conectaban perfectamente con las corrientes neo-expresionistas alemana e italiana, que marcaban la pauta internacional. Adem¨¢s, su papel fue fundamental para una revalorizaci¨®n de la escultura frente a la preeminencia de la pintura en las d¨¦cadas anteriores.
A finales de los 80, el artista decide trasladarse a Nueva York. Su obra, espejo del mundo que le rodea, pronto se har¨ªa eco del conjunto de nuevos est¨ªmulos, nociones est¨¦ticas e inquietudes que ofrec¨ªa el panorama internacional. La coexistencia de influencias neoyorquinas y el trabajo realizado de modo intermitente en su Cambados natal, donde conserva una casa-taller, determina su obra posterior. Esta confluencia de dos mundos radicalmente distintos marca su trayectoria, abriendo su creaci¨®n a nuevos materiales de origen industrial, frente a la madera y el granito que hab¨ªan sido el ¨²nico veh¨ªculo de su mensaje art¨ªstico. Es entonces cuando Francisco Leiro se rebela contra una parte de su estilo, invirtiendo sus iniciales valores.
Las antiguas figuras humanas aisladas se ven ahora acompa?adas por mesas y objetos s¨®lidos que generan una nueva tensi¨®n entre los cuerpos. Los h¨ªbridos entre personajes y objetos rompen definitivamente con el antiguo manierismo del artista. No obstante, sus reflexiones est¨¦ticas siguen encaminadas hacia las masas compactas, convertidas ya en la se?a de identidad del autor.
En obras como Mon ami l?artiste (1995) y Retablo Hannover (1999), Leiro decide colgar las figuras y elevarlas sobre grandes estructuras. Las poderosas formas del escultor gallego cambian as¨ª de significado, pues la suspensi¨®n en el aire de las mismas provoca una contradicci¨®n entre su pesada corporeidad y una inquietante ingravidez. A estos recursos hay que a?adir la ¨¢cida iron¨ªa que caracteriza la tem¨¢tica de su obra y que se hace palpable en los t¨ªtulos de sus piezas. As¨ª lo vemos en Afrodita (1997) y la Ninfa do Mi?o (1999), donde expresa con gracia su oposici¨®n a una noci¨®n de belleza ins¨ªpida y convencional.
De su ¨²ltima ¨¦poca destaca Al Paso (2003), un cubo de pl¨¢stico negro portado por decenas de botas manchadas de fuel. ?stas pertenecieron a los voluntarios que limpiaron las costas gallegas tras el desastre del Prestige. La obra se corona por una figura masculina que podr¨ªa representar la voluntad colectiva reunida en una ¨²nica y heroica determinaci¨®n.
Resulta reconfortante comprobar que el arte figurativo conserva su frescura a pesar de ser v¨ªctima de algunos prejuicios modernos, que conceden prioridad al abstracto. Francisco Leiro ha sabido demostrarlo a lo largo de los a?os renovando continuamente los planteamientos de su obra y llenando sus formas de contenido.
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