Saf¨ªn se grad¨²a como h¨¦roe
El ruso gana ante Acasuso el punto decisivo para dar a su pa¨ªs la victoria sobre Argentina
Marat Safin (Mosc¨², 1980) levant¨® los brazos y cerr¨® los pu-?os, pero, eslavo al fin, no dio saltos ni se volvi¨® loco. Camin¨® hacia donde estaban sus compa?eros de equipo, se dej¨® abrazar y mantear, recibi¨® sin exageraciones el saludo efusivo de Boris Yeltsin, el ex presidente ruso, amante del tenis, y apenas en un ¨²nico minuto de desborde dej¨® escapar alguna lagrimilla. Jos¨¦ Acasuso (Posadas, Argentina; 1982), latino ¨¦l, estrell¨® en la red su ¨²ltima derecha, el golpe que le hab¨ªa dado la mayor¨ªa de los puntos durante dos horas y 51 minutos, y se derrumb¨®. Llor¨® y llor¨® sin parar sentado en el banquillo, la cabeza entre las rodillas, desconsolado pese al apoyo de David Nalbandi¨¢n y el capit¨¢n, Mancini, y el "?O¨¦, o¨¦, o¨¦, Chucho, Chucho!", que Diego Armando Maradona y el resto de los 500 argentinos presentes en el Olympiskii Stadium, moscovita, segu¨ªan entonando como tributo a su esfuerzo y su tenacidad.
Marat no se volvi¨® loco. Se dej¨® abrazar y mantear. Y apenas dej¨® escapar alguna lagrimilla
La Copa Davis de 2006 vivi¨® un final digno de su prosapia, su liturgia, su magia. Es decir, dram¨¢tico, cambiante, emotivo, lleno de matices. Gan¨® Rusia por segunda vez en su historia y por primera frente a su p¨²blico despu¨¦s de dos intentos fallidos a principios de los a?os 90. Perdi¨® Argentina por segunda vez en su curric¨²lo, nuevamente lejos de su casa, como en aquel lejano 1981, en Cincinnati (Estados Unidos), contra el gran John McEnroe.
Fue un 3-2 con angustia. Porque, a primera hora, David Nalbandi¨¢n igual¨® el duelo al derrotar con una impensada claridad y holgura a Nikolay Davydenko por 6-2, 6-2, 4-6 y 6-4.
Y la definici¨®n tuvo que llegar en una batalla memorable, jugada a palazo limpio entre dos hombres de m¨¢s de 190 cent¨ªmetros de estatura y que en cada saque disparan pelotazos por encima de los 200 kil¨®metros por hora. Un duelo desgastante para el f¨ªsico y el sistema nervioso de los que estaban dentro de la pista, pero tambi¨¦n incluso para quienes lo palpitaban desde afuera.
Mijail Yuzhny, el ¨²nico de los ocho inscritos para la final que se qued¨® sin jugar, ya casi no pod¨ªa sostener la enorme bandera rusa que hab¨ªa hecho flamear desde el viernes pasado. Ya su compatriota Igor Andreev, el suplente, hab¨ªa deja-do de saltar y cantar cada tanto. Ya David Nalbandi¨¢n no se sub¨ªa a la valla de publicidad para gritar al son de la incansable hinchada albiceleste. Ya Agust¨ªn Calleri hab¨ªa requerido masajes en el cuello para rebajar la tensi¨®n; cuando despu¨¦s de un set hist¨®rico, en el que nueve de los 12 juegos fueron ganados a cero por quien sacaba, Safin y Acasuso se desafiaron en la muerte s¨²bita; con m¨¢s tranquilidad el ruso, que estaba 6-3, 3-6 y 6-3 por arriba en el marcador; sin margen para un nuevo posible error, el argentino.
En ese instante, el moscovita ten¨ªsticamente hecho en Valen-cia, se reacomod¨® la ropa de h¨¦roe que hab¨ªa preparado con esmero desde el mismo d¨ªa que supo que iba a disputar la final entre los suyos. Con id¨¦ntico aplomo al que ense?¨® para imponer su liderazgo en el equipo y salir a la pista los tres d¨ªas de la final, m¨¢s all¨¢ de su debacle ante Nalbandi¨¢n el viernes y su papel secundario en la victoria del dobles junto a Dimitri Tursunov el s¨¢bado; con la energ¨ªa intacta para seguir encadenando aces -complet¨® 16- y saques ganadores, esper¨® que su rival le dejara un resquicio y, con un espectacular rev¨¦s paralelo, logr¨® la ventaja m¨ªnima para ponerse al borde del triunfo.
Como en todo el partido, Acasuso no baj¨® los brazos. Busc¨® apoyarse en su servicio y en su formidable golpe de derecha, pero no pudo desprenderse de la sensaci¨®n de estar un puntito por debajo del ruso, en experiencia, en seguridad y en fuerza mental para jugar los tantos clave. Le dio para salvar la primera bola de partido, pero, con 6-5 abajo y su saque, mand¨® una derecha aparentemente sencilla a la red.
Entonces, el sue?o de Argentina se deshizo en l¨¢grimas y en el Olympiskii Stadium comenz¨® la sobria celebraci¨®n eslava. La c¨¦lebre Ensaladera de Plata, la de la historia, la magia y la liturgia incomparables, gane quien gane, prefiri¨® seguir sin conocer Suram¨¦rica, sin entregarse a la enloquecida euforia latina del otro lado del Atl¨¢ntico. No sabe lo que se est¨¢ per-diendo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.