Punta del Este, pedrer¨ªa y bronceador
La ciudad playera de Uruguay vive su momento dulce del veraneo
Cinco dedos enormes, construidos con cemento sobre una gran duna de la playa, saludan al visitante justo cuando ¨¦ste abandona la terminal de autobuses de Punta del Este, la ciudad de vacaciones m¨¢s famosa de Uruguay, en el Estado de Maldonado: parece como si un gigante, enterrado all¨ª mismo, le diera la bienvenida a este enclave tur¨ªstico, rutilante y resplandeciente. Un para¨ªso repleto de hadas, pr¨ªncipes, s¨¢tiros, caballeros y reinas, pero no de un cuento infantil, sino de ese reino fant¨¢stico de nuestro tiempo conocido como glamour, fama y petardeo.
Porque todo aquel que se considere digno de sobresalir en las portadas de las revistas del coraz¨®n, en los repartos de las telenovelas o en las pasarelas de Suram¨¦rica tiene que dejarse ver por esta pen¨ªnsula y aleda?os. Un tramo de tierra que se adentra en el Atl¨¢ntico y luego se desparrama, ya en terreno continental, por efecto de una fiebre expansiva que atrae cada d¨ªa a m¨¢s inversores europeos: hacia el noreste hay hasta 10 kil¨®metros de playas, con Bikini y la Barra en vanguardia, y al noroeste destacan la playa nudista de Chihuahua, el saliente Punta Ballena y, sobre ¨¦sta, Casapueblo, hotel de lujo dise?ado por el uruguayo Carlos P¨¢ez Vilar¨®, con unas vistas de postal.
Olas grandes y peque?as
Por eso nuestro pobre gigante enterrado en la arena nunca est¨¢ solo: sus dedos dominan la playa Brava, urbana, abarrotada y alegre, rebosante de ba?istas, ninfas y surferos. Y justo al lado opuesto de esta lengua de tierra bien bautizada Punta del Este, apenas separada por dos cuadras, se encuentra su oponente: la playa Mansa, de olas peque?as, con su paseo mar¨ªtimo, p¨²blico tumbado y castillos de arena. Si en la Brava hay que estar siempre atentos a la bandera roja y a unas olas vigorosas que se han cobrado varias v¨ªctimas inconscientes, en la segunda, tan inofensiva como su nombre avisa, los cr¨ªos no corren el menor peligro. Altos edificios las separan y dan sombra a la Brava mientras el sol se recuesta por la Mansa, junto a la isla de Gorriti, reserva natural. Car¨ªsimos yates amarrados al puerto le despiden, mientras justo a pie del embarcadero se encienden varios restaurantes de marisco y, cruzando la calle, un ramillete de bares de dise?o y clubes que se vuelven ruidosos pasada la medianoche.
Si desde ah¨ª mismo seguimos caminando por la rambla del General Artigas, bordeando la costa, se llega hasta el extremo de Punta, donde se encuentra el faro, dando as¨ª la vuelta completa a la pen¨ªnsula, para volver hasta la Brava. Es un paseo de unos 30 minutos a pie que permite disfrutar de la brisa, del cambio de aguas (del parduzco r¨ªo de la Plata al azul oc¨¦ano Atl¨¢ntico) y -el espect¨¢culo debe continuar- del delirio arquitect¨®nico local, evidenciado en forma de mansiones, palacetes y otras ostentosas edificaciones de muy variopinta -e insospechada- inspiraci¨®n.
Porque Punta del Este es m¨¢s que una -o varias- playas: es todo un estilo de vida. En su avenida principal, Gorlero, columna vertebral de la pen¨ªnsula-ciudad, pelean por llamar la atenci¨®n boutiques, casinos, salones de belleza, bufetes de abogados y centros comerciales. Aqu¨ª se nota, y mucho, la plata, tan camuflada en el resto del pa¨ªs. Pues si Montevideo, la capital de la Rep¨²blica del Uruguay, destila un aroma decadente, sencillo y encantador, Punta del Este huele a aftersun, gimnasio, ropa de marca y crema reductora. Una ciudad balneario que en los meses de diciembre, enero y febrero rebosa de porte?os adictos al sol, y que el resto del a?o, con las tarifas m¨¢s bajas, recibe a visitantes con menos poder adquisitivo y, en agosto, a avistadores de cet¨¢ceos desde Punta Ballena.
Invasi¨®n argentina
Y es que el bronceado seguro es uno de los reclamos de Punta del Este, la playa uruguaya que han invadido sus vecinos argentinos relegando a un segundo plano las suyas, m¨¢s ventosas, turbias y pedregosas. Aunque un avi¨®n desde la capital del tango te deja en poco m¨¢s de media hora en destino, la v¨ªa m¨¢s popular para llegar acostumbra a ser tomar (prohibido decir coger) el buqueb¨²s en el puerto de Buenos Aires: un servicio de ferry sobre el r¨ªo de la Plata hasta Montevideo o Colonia, m¨¢s -si no te llevas el coche- un micro con el aire acondicionado a tope que te deposita en Punta del Este, junto al gigante enterrado en la arena. Y una vez aqu¨ª ya puedes acudir, debidamente uniformado, mostrando tono, pedrer¨ªa y mucho color, a las fiestas y saraos que se programan cada noche y que varios canales de televisi¨®n emiten en cruda competici¨®n con los jolgorios de su gran rival: la playa argentina de Mar del Plata.
Pero, como ya se encargan de evidenciar cada noche dichos espacios, aqu¨ª se api?an m¨¢s top models, gigol¨®s, aspirantes a estrella, artistas, vividores y due?os de yates que en ning¨²n otro lugar de Suram¨¦rica. Y son incontables las regatas, campeonatos de voley playa y desfiles de modelos que tienen lugar en este gran escaparate, que imita a Marbella, Saint-Tropez y Miami, y exhibe el mayor n¨²mero de liftings y liposucciones de Am¨¦rica Latina, refugio de ricachones y hervidero del famoseo: si Ana Obreg¨®n fuera porte?a, en Punta del Este har¨ªa su pose veraniega en traje de ba?o.
Esculturales cuerpos de surfistas, diosas y sirenas se exhiben tambi¨¦n por las playas vecinas. El puente ondulante de Leonel Viera -que provoca cosquilleo en el est¨®mago al cruzarlo en coche- da la bienvenida a la Barra y a Bikini, las m¨¢s animadas de noche, imanes para la juventud con sus bares, terrazas y boliches tentando a ambos lados de la avenida de Eduardo V Haedo. Continuos micros y un entretenido paseo en bici desde Punta del Este te conducen hasta all¨ª. De regreso, vale la pena desviarse a la derecha para cobijarse entre la flora del parque de El Jag¨¹el, vecino del barrio de Beverly Hills: no es necesario explicar qui¨¦n vive all¨ª.
Pero no se?ores, no todo es frivolidad en Punta del Este: para los curiosos del mundo submarino, no falta el Museo del Mar, con m¨¢s de 5.000 ejemplares, un pez luna de 2,60 metros, y, seg¨²n aseguran, el mejill¨®n m¨¢s grande del mundo; y, para los degustadores de arte, el Museo Ralli, hermano del de Marbella, con piezas europeas y latinoamericanas contempor¨¢neas.
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos- Uruguay tiene unos 3,5 millones de habitantes.- Moneda: un euro equivale a unos 33 pesos uruguayos.- Prefijo telef¨®nico: 00 598.
- C¨®mo llegar: - Iberia (www.iberia.com; 902 400 500) tiene vuelos directos de Madrid a Montevideo a partir de 902,06 euros. Desde Barcelona, con una escala,a partir de 1.012,96.- Desde la estaci¨®n de autobuses Tres Cruces de Montevideo, el viaje hasta Punta del Este dura alrededor de dos horas y cuesta unos 4,40 euros. Informaci¨®n y reservas: www.trescruces.com; 24 08 87 10.
- Comer: Sophia (94 35 50 03). Calle 27, entre Gorlero y la 24. Punta del Este.Unos 15 euros. Ambiente sofisticadoy m¨²sica en vivo todas las noches.- Gran Cant¨®n Chino (42 44 13 16). Calle 28 y Gorlero. Punta del Este. Unos 9 euros.- Ciclista (42 44 00 07). Calle 20, esquina 27. Punta del Este. 9 euros.
- b>Dormir: Iberia Hotel (42 44 04 05). Calle 24, 685. Punta del Este. Doble, 22,50 euros.- 1949 Hostel (www.1949hostel.com; 42 44 07 19). Ambiente juvenil. Unos9 euros por persona y noche.- Awa Design Hotel (42 49 99 99; www.awahotel.com) La doble, a partir de 90 euros, con desayuno incluido.
- Informaci¨®n: www.turismodeluruguay.com.- www.maldonadoturismo.com.uy.- Embajada de Uruguay en Madrid (917 58 04 75). Pintor Rosales, 32.
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