Siete a?os infiltrado en Al Qaeda
Un marroqu¨ª que espi¨® al grupo de Bin Laden por cuenta de los servicios secretos franceses y brit¨¢nicos critica en un libro su enfoque simplista de la lucha contra la organizac¨®n
A 75 kil¨®metros de Algeciras el autom¨®vil Audi volvi¨® a averiarse y se qued¨® parado casi en medio de la carretera. Un coche de la Guardia Civil se le acerc¨®. Kamal, uno de los dos ocupantes del Audi, tuvo un ataque de p¨¢nico. Sab¨ªa que el veh¨ªculo estaba repleto de explosivos. Los agentes pidieron amablemente al otro conductor, Omar Nasiri, que retirara el autom¨®vil.
"De acuerdo, pero ?c¨®mo hacerlo?", les respondi¨® Nasiri tras explicarles el percance. "Les vamos a ayudar", le contestaron. Remolcaron el Audi con su coche patrulla durante 25 kil¨®metros hasta la puerta del taller mec¨¢nico de un pueblo y se despidieron con un gesto amistoso de la mano.
Al d¨ªa siguiente el autom¨®vil reparado fue introducido en T¨¢nger y un mes despu¨¦s, a finales del invierno de 1994, fue probablemente ese mismo veh¨ªculo el que estall¨® en Argel causando unos cuarenta muertos y m¨¢s de cien heridos. El atentado fue atribuido a los Grupos Islamistas Armados (GIA).
En Londres se code¨® con c¨¦lebres imanes radicales sobre los que informaba al MI5
Nasiri se hizo esp¨ªa cuando su hermano prest¨® la casa familiar a terroristas argelinos
Omar Nasiri, un seud¨®nimo, cuenta este y otros muchos episodios en un libro autobiogr¨¢fico, Dentro del Yihad: mi vida con Al Qaeda, historia de un esp¨ªa (Inside the Jihad: my life with Al Qaeda, a spy's story, editorial Perseus Books), que acaba de publicar en Estados Unidos y, casi simult¨¢neamente, en otros 10 pa¨ªses. Por ahora no est¨¢ prevista una edici¨®n en espa?ol.
Nasiri, marroqu¨ª de unos cuarenta a?os, narra a lo largo de 440 p¨¢ginas c¨®mo infiltr¨®, entre 1994 y 2001, al GIA argelino y despu¨¦s a la propia Al Qaeda en los campos de entrenamiento en Afganist¨¢n y en los c¨ªrculos islamistas de Londres. Lo hizo por cuenta, primero, de los servicios franceses (Direcci¨®n General de Seguridad Exterior), despu¨¦s, de los brit¨¢nicos (MI5), y finalmente, de los alemanes (Verfassungsshutz).
Su relato se lee como una trepidante novela de espionaje, pero Nasiri sostiene, en una conversaci¨®n telef¨®nica con este corresponsal, que "todo en ¨¦l es verdad excepto alg¨²n que otro detalle que ha sido modificado para proteger la vida de varias personas", empezando por la del propio autor, que, seg¨²n el semanario Der Spiegel, vive ahora en Alemania con una nueva identidad y casado con una mujer marroqu¨ª.
Para asegurarse de la verosimilitud de la narraci¨®n de Nasiri, la editorial entreg¨® su manuscrito a Michael Scheuer, que dirigi¨® la unidad de la CIA encargada de perseguir a Osama Bin Laden. "Nunca hab¨ªa visto nada sobre ese periodo que estuviera tan completo y sonara tan verdadero", declar¨® Scheuer a The New York Times refiri¨¦ndose a la descripci¨®n de los campamentos de entrenamiento militar en Afganist¨¢n. Una redada de islamistas en Bruselas, en 1995, corrobora tambi¨¦n el relato.
El ahora famoso esp¨ªa era, a principios de los noventa, uno de esos tangerinos que se las agenciaban como pod¨ªan para sobrevivir en ese norte de Marruecos m¨¢s pobre a¨²n que el resto del pa¨ªs. Hab¨ªa aprendido el castellano viendo TVE y se ofrec¨ªa, por ejemplo, como gu¨ªa a los reporteros de prensa.
"Dominaba a ciegas los ¨¢mbitos clandestinos y se mov¨ªa con la agilidad de un 007 en un entorno salpicado de trapicheos, delincuencia, sobreentendidos pol¨ªticos y polic¨ªas", recuerda un periodista de EL PA?S que, en febrero de 1991, efectu¨® un reportaje sobre la emigraci¨®n clandestina a trav¨¦s del Estrecho.
El salto al espionaje Nasiri lo dio porque a su hermano mayor se le ocurri¨® poner a disposici¨®n de los jefecillos del GIA argelino en el exilio la casa de su madre en Bruselas. Ah¨ª elaboraban Al Ansar, el bolet¨ªn del grupo terrorista, y pasaban las ¨®rdenes de compra de armas. El joven tangerino se chiv¨® a la DGSE y la polic¨ªa belga detuvo a toda la red.
El siguiente paso Nasiri lo dio ante la mirada incr¨¦dula de sus mentores franceses, que no le cre¨ªan capaz de introducirse en un campamento en Afganist¨¢n. Logr¨® entrenarse en el de Khalden bajo las ¨®rdenes de algunos de los lugartenientes de Bin Laden.
A continuaci¨®n, quiso poner en pr¨¢ctica en Chechenia los conocimientos adquiridos, pero el emir del campamento prefiri¨® encomendarle la puesta en pie de una c¨¦lula en Europa para atacar "bancos, sinagogas (...)". En Londres se code¨® con c¨¦lebres predicadores radicales como Abu Qattaba y Abu Hamza sobre cuyas andanzas informaba al MI5.
Por un lado, Nasiri expresa su tajante rechazo del terrorismo, pero, por otro, deja entrever su fascinaci¨®n por los muyahidin, "valientes defensores de una ideolog¨ªa /religi¨®n agredida". "Son equiparables a los integrantes de las Brigadas Internacionales que lucharon en su d¨ªa en Espa?a en defensa del comunismo", sostiene.
Los brigadistas combatieron en el frente contra un Ej¨¦rcito sublevado y no atacaban a civiles, le hace observar el periodista. "En los campamentos me ense?aron que hab¨ªa que respetar a los civiles, empezando por los ni?os, las mujeres y los ancianos, que hab¨ªa que preservar los edificios civiles, etc¨¦tera", responde el ex esp¨ªa. "Es verdad que, sobre el terreno, se cometen excesos", reconoce.
Despu¨¦s de trabajar sucesivamente para tres servicios de espionaje, Nasiri arremete contra su labor: "Tienen una visi¨®n reduccionista, s¨®lo les preocupa proteger su territorio, evitar que se produzcan atentados y no profundizan sobre las causas de la violencia para tratar as¨ª de erradicarla".
Los servicios secretos replican a sus cr¨ªticas dando a entender en algunos medios que escribi¨® su libro para vengarse porque cuando concluy¨® su contrato no se le ayud¨® lo suficiente, en Alemania, para empezar una nueva vida. "Es cierto que las pas¨¦ canutas, pero ahora estoy, estamos, bien con mi mujer", contesta el autor. "La verdad es que cog¨ª la pluma para que se sepan algunas cosas como que, por ejemplo, se avecinan tiempos dif¨ªciles: habr¨¢ atentados m¨¢s".
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