A veces las palabras sangran
El lazo que el poeta y pintor argentino Hugo Padeletti entabla entre sus cuadros y sus poemas no obedece a lo que tradicionalmente se contempla en la relaci¨®n entre lenguajes est¨¦ticos. ?sta suele utilizar un pr¨¦stamo de f¨®rmulas intercambiadas y exclusivamente adjetivas, con la calificaci¨®n gemelar de sus productos como literatura visual o pintura literaria, hasta convertir en puramente exterior y contingente lo que, en cambio, es una cercan¨ªa necesaria y sustantiva -al menos en el caso concreto de este autor argentino que, nacido en Alcorta y destinado a poeta de provincia, hace el salto a Buenos Aires de la mano de sus exposiciones pict¨®ricas-.
Lejos de la equivalencia "ut pictura poesis" de Horacio, pero tambi¨¦n de la negaci¨®n rom¨¢ntica de Lessing, Padeletti descubre puntos de encuentro entre las dos expresiones, apoyadas en operaciones similares. Ambas son procedimientos para visibilizar lo invisible y ambas trabajan sobre una forma ulterior de la mirada que Padeletti identifica con la fenomenolog¨ªa de la atenci¨®n. Para ¨¦l, escribir o pintar supone, en primera instancia, atender con tensi¨®n acerada hacia el foco de esa pausada contemplaci¨®n.
ANTOLOG?A PO?TICA (1944-1980)
Hugo Padeletti
Pre-Textos. Valencia, 2006
90 p¨¢ginas. 12 euros
Como C¨¦zanne que, entre trazo y trazo, dec¨ªa pararse a mirar hasta el dolor vivo de la pupila y hasta imprimir en la tela las huellas de esa observaci¨®n, en el poema y en la pintura de Padeletti son detectables los tiempos de su detenci¨®n est¨¢tica en la visibilidad de la cosa, instantes en que el poema acoge la lenta focalizaci¨®n en el ser atendido. Que ¨¦ste sea lo m¨¢s sencillo, lo m¨¢s depurado de lo posible, proviene, como una exigencia, de la labor misma, labor que reposa en una paciencia y en una acuciosa dedicaci¨®n. De ah¨ª que la poes¨ªa se convierta en disciplina tendida, una tregua de deseo, la demora incons¨²til y et¨¦rea en sustancias intangibles y que Padeletti hable casi exclusivamente de animales, jardines, plantas y climas.
En ocasiones, esta presencia continua de lo natural y diminuto ha permitido asociarlo con cierto minimalismo que triunfa en una poes¨ªa argentina contempor¨¢nea de "decires quintaesenciados". Pero esas minucias -helecho, granada, hormiga- vienen comprendidas en el proceso en s¨ª de la atenci¨®n que, detenido microsc¨®picamente en las materias m¨¢s simples, determina el desplazamiento del poema desde la omnipotente voz enunciadora, organicista, integrista, unitaria, hacia la marginalidad humilde de los materiales, "centros de fuerza" y no "restos de lo que muri¨®", realzados en un texto enteramente abocado a ellos. El poema de Padeletti evita perspectivas centrales o jerarqu¨ªas de inter¨¦s, para dedicarse a todo lo que aparece. No es, con ello, la suya una poes¨ªa objetual ni objetiva. Se trata, m¨¢s bien, de evidenciar "la falacia de ser ajeno" y de creer que todas las cosas nos implican, siempre que se miren desde el no intervencionismo de la atenci¨®n y el cuidado.
La actitud casi monacal del poeta-pintor absorto en la superficie de su motivo recuerda, en ocasiones, una disposici¨®n religiosa en la escucha del mundo que Padeletti no tiene inconveniente alguno en reconocer. Atender no es m¨¢s que una de las variantes de la devoci¨®n. Se parece a velar en la noche y saber que -ya que "cada vida despliega el segregado / motivo de su apego"- esta espera "a la puerta de la casa" brinda un acceso a la conciencia.
La atenci¨®n, "el ahora sin residuos", se confirma a s¨ª misma, en tanto disposici¨®n humilde y sagrada, en el ¨²nico "milagro original" del "estoy viendo". Por eso, es ¨ªntima, m¨ªtica, votiva y nos re¨²ne en una cadena de miradas mutuas, nos consagra en el ejercicio de observarnos amorosamente, como "las frases que se apoyan / duermen juntas".
En el italiano renacentista,
por "sentimento" se entend¨ªa a la vez emotividad, sentido y sensaci¨®n, esto es, signo, "pathos" y "aesthesis" que, entrecruz¨¢ndose, forman la piel de la pintura. La atenci¨®n funda en los trazos una comunidad similar, porque se atiende con todo el cuerpo y la l¨ªnea que dise?a la letra es bella, conmovedora y significante. As¨ª hay palabras en Padeletti que "sangran", destilando una mancha de color que "no quiere secar". El verso se detiene algunos momentos, como si -reuni¨®n de conmociones, "tacto visible", manera interiorizada de sinestesia- hubiera tropezado con una rugosidad sem¨¢ntica del papel.
Por eso, leer este libro silencioso y perfecto supone unirse tambi¨¦n al poeta en la atenci¨®n sigilosa de lo que vive, unirse en el lazo de uniones que el libro arrastra y, entre las cuales, pintura y escritura cooperan en el dibujo delicado de aquello que se proponen como su convivencia.
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