Esta c¨¢rcel es un circo
Las reclusas de Alcal¨¢-Meco celebran la Navidad con elefantes, acr¨®batas y payasos
A Genoveva le cayeron ocho a?os y siete meses por robar pisos, casas y tiendas. "Y una joyer¨ªa", matiza la malague?a. "Atraco a mano armada. A punta de pistola, pero de pl¨¢stico, eh". Ha cumplido casi la mitad de su condena y la han paseado por "todas la c¨¢rceles de Espa?a". "Me las conozco todas", dice con una sonrisa de ni?a buena y picarona que ning¨²n juez ha logrado arrebatarle. Ayer, a sus 30 a?os y a las puertas de obtener su primer permiso en cuatro a?os, celebr¨® la Navidad con el resto de las m¨¢s de 600 reclusas del presidio viendo un espect¨¢culo del Circo Mundial. Y adem¨¢s, actu¨® con su grupo de aer¨®bic. Ah¨ª es nada.
Una c¨¢rcel es un mundo. Tiene sus leyes, ritos y costumbres. Tan aburrido como el del otro lado de los muros. As¨ª que no es habitual ver pasar a tres elefantes de Sri Lanka por el patio en plan Fellini. Ni siquiera a unos acr¨®batas patinando o a una malabarista del hula-hop. En general, no es com¨²n que una c¨¢rcel se convierta en circo. Doce de la ma?ana en el polideportivo del centro penitenciario. Despu¨¦s de los elefantes llega el speaker y los buenos deseos: "?Que en un a?o aqu¨ª no quede nadie!". Se retira el presentador y entra en escena una ¨¢gil se?orita, cuyo show consiste en embutir su gr¨¢cil figura en decenas de hula-hops. Los coge con el pie, con el brazo, la rodilla... Y a ritmo de m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa, el p¨²blico enloquece. Juventud, divino tesoro. Las del grupo de aerobic de la c¨¢rcel la miran encantadas.
A Nuvia, una de ellas, le podr¨ªan caer 13 a?os. "Tema de drogas", dice. Lleva un a?o en preventiva. Pero quiz¨¢, con un poco de suerte en su juicio -cruza los dedos- dentro de poco pueda volver a ver a su hijo de dos a?os. "En esta c¨¢rcel hay buen ambiente. Montamos fiestas con la m¨²sica que le gusta a cada una, dependiendo de las nacionalidades", explica Nuvia. El 50% de las internas es inmigrante.
El momento cumbre del espect¨¢culo llega con el payaso. Para regocijo de todas, el hombrecito de colores se va directo al jefe de servicio de la prisi¨®n y lo saca a lucir palmito al escenario. Ellas estallan en un "?Don Enrique, don Enrique!".
"Es muy buena persona. Tiene mucha paciencia", dice una de las reclusas. Y salta la vista. Don Enrique, un santo var¨®n, se lo ve venir, pero no logra evitar que el payaso le endose un tut¨² de bailarina rusa y un gorro de goma con cresta; de inmediato, el jefe de servicio se convierte en un ave del bolshoi. Ellas, claro, desencajadas de la risa.
El circo se despide de las chicas de la zona B y entran las de la A, un poco m¨¢s "revoltosas" y "veteranas", seg¨²n sus compa?eras. Genoveva vuelve a actuar para ellas: "Jo, ha sido muy chulo. Sobre todo lo de los elefantes. Yo he tocado a uno. Es que no me dan miedo los animales". Ni las pistolas de juguete.
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