Gabo I de Aracataca

Por el Corredor de las Begonias, enfrente de donde estaba la cama en la que naci¨® a las ocho y media de la ma?ana del 6 de marzo de 1927 Gabriel Jos¨¦ Garc¨ªa M¨¢rquez, circulaba a mediod¨ªa del 6 de diciembre de 2006 un fantasma que result¨® ser una mujer de carne y hueso.
Est¨¢bamos mirando la se?al que recordaba donde hab¨ªa nacido el autor de Cien a?os de soledad cuando esta mujer de ojos grandes y vac¨ªos entr¨® en el pasillo, agarrada del aire. Circul¨® con una lentitud sobrenatural, sigui¨® reinando en el vac¨ªo cuando pas¨® a nuestro lado, y se escap¨® del sitio como si se fuera en volandas, hacia el patio en el que Gabo escuch¨® las historias de las Mil y una noches.
Ahora hay m¨¢s Mileidis que ?rsulas, m¨¢s K-Cher que Aurelianos
Cuando ya la mujer era una sombra y la inquietud que deja un fantasma, le preguntamos a Rubiela, la morena de filigrana que ense?a la casa-museo de Garc¨ªa M¨¢rquez:
-?Usted ha visto pasar a una mujer de pelo blanco, como si no estuviera mirando?
-S¨ª. Es Soledad Noches. Siempre va as¨ª.
La mujer iba de un lado al otro de la casa en que naci¨® Gabo I de Aracataca y no era un fantasma.
Los que hayan le¨ªdo Cien a?os de soledad habr¨¢n visto deambular por el libro mujeres as¨ª, desde el mismo momento en que Garc¨ªa M¨¢rquez convierte la excursi¨®n de Aureliano Buend¨ªa a mirar el hielo en un ejercicio de surrealismo m¨¢gico que luego los cr¨ªticos, y los lectores, reconocieron con el sobrenombre (literalmente exagerado) de Realismo M¨¢gico.
Ya dentro de Aracataca, todos nos se?alaron ¨¦se del hielo como el camino que le da la vuelta al pueblo, de su esplendor a su miseria y viceversa. El hielo marca un hito en su historia y Gabo lo recogi¨® como un s¨ªmbolo del deslumbramiento.
El hielo marca un hito en la historia de Aracataca y Gabo lo recogi¨® como s¨ªmbolo
El hielo (el sitio donde estaba el hielo) est¨¢ a un tiro de piedra de la casa, pero para llegar hasta ¨¦l, Aureliano Buend¨ªa debi¨® cruzar caminos estrujados por el sol, t¨ªsicos, pobres y reales, por los que tuvo que atravesar el propio Garc¨ªa M¨¢rquez de la mano de su abuelo hasta el lugar que entonces significaba el porvenir y ahora es met¨¢fora de la crueldad con que la historia le cierra el porvenir a los pueblos.
Junto al lugar del hielo, que ahora es un garaje desvencijado, lleno de relojes desconchados, autom¨®viles inservibles, muebles viejos, sillones donde ya no se sentar¨¢n ni los fantasmas, est¨¢ aquel r¨ªo de piedras grandes y de aguas l¨ªmpidas que hab¨ªa a las afueras de Macondo; es decir, de Aracataca.

Se vaci¨® de hielo, y de historia, la f¨¢brica del hielo, en la que tuvo intereses el laborios¨ªsimo abuelo de Gabo, y se llen¨® de ficci¨®n, de fantasmas, muchos de los cuales circulan a¨²n gracias a la escritura del hijo del telegrafista; ahora vemos la vieja f¨¢brica fracasada como si en efecto fu¨¦ramos a tocar ah¨ª el material precioso que en Cien a?os de soledad tiene la categor¨ªa del oro y del fuego, y que, en efecto, quema cuando se lo toca; ahora ese detritus en que lo dejaron la United Fruit Company y el tiempo es un s¨ªmbolo para los que vamos y una pesadilla para los que la viven. Una mujer con rulos (Esther Aaron, de 58 a?os) que habita la casa contigua, de madera, pero no de ca?a brava, muestra los desconchados de su vivienda como consecuencia de las desidias de las autoridades; han dejado que el tren y la polvareda de siglos entren a saco en la casa y hayan hecho de ella la antesala de un cementerio.
Los caminos que fueron de Macondo en los a?os de esplendor de Aracataca, cuando aqu¨ª ven¨ªa todo el mundo, y las nacionalidades se contaban por docenas, siguen siendo del polvo de la intimidad de la tierra del Caribe, y la gente sigue mirando al horizonte como miraba Aureliano Buend¨ªa en la novela m¨¢s famosa de los siglos recientes. La le¨ªmos como si ocurriera en otro mundo, y aqu¨ª la tocamos; existi¨®; sus nombres propios, dec¨ªa Gabo, son los de la gu¨ªa de tel¨¦fonos; eso vari¨® tambi¨¦n. Una chica que pas¨® por nuestro lado nos dijo: "Soy un personaje. Me llamo Amaranta". Pero ahora hay m¨¢s Mileidis que ?rsulas, m¨¢s K-Cher que Aureliano. La gu¨ªa de tel¨¦fono es un batiburrillo que viene m¨¢s de las series americanas que de las novelas de Gabo. Como en El Toboso no hay Dulcineas, aqu¨ª Remedios la Bella es tan s¨®lo un monumento.
Un momento: Luz Marina, una se?ora que se sent¨® a nuestro lado, nos dijo que no era gab¨®fila (es decir, fan¨¢tica de Gabo), pero luego se le iluminaron los ojos: tiene un hijo autista, y le llena de orgullo imaginar que cuando Gabo describe a Remedios la Bella est¨¢ en realidad cuadrando los rasgos de un autista, familiarizado con una inteligencia que los hombres no saben entender.
La leyenda dice que Gabo ha vuelto muchas veces despu¨¦s del Nobel
Cuando lleg¨® all¨ª el abuelo de Gabito, Aracataca era un predio esplendoroso, atravesado por la riqueza de las grandes plantaciones de bananos, capaz de atraer un comercio universal que fue el inicio de las leyendas que el ni?o empez¨® a grabarse. Siempre ven¨ªa algo de fuera, y de ah¨ª viene esa mirada extraviada, expectante, de Aureliano, y tambi¨¦n ¨¦sa es la mirada de Soledad Noches, buscando en la nada lo que hubo en el pasado.

Cuando nos ¨ªbamos de la casa, el director de este museo, Rafael Dar¨ªo Jim¨¦nez, nos se?al¨® para el frente, y all¨ª hab¨ªa un hombre con camisilla, inhalando el aire como quien fumara un puro, sentado en una mecedora muy trabajada, y mirando tambi¨¦n al vac¨ªo lechoso de aquel mediod¨ªa de calor insufrible. No le preguntamos ad¨®nde miraba, pero su mismo nombre, Nelson Noches, el hermano de Soledad, dec¨ªa su historia. Nos habl¨® de los primeros recuerdos de Gabo, y como ocurre en Cien a?os de soledad, le dio atr¨¢s y adelante a la historia de modo que nosotros cre¨ªmos simult¨¢neamente que hab¨ªa sido compa?ero de juegos de Gabito, que le hab¨ªa visto por primera vez cuando Don Premio -as¨ª le llaman- vino a Aracataca nimbado por el Nobel, y que en las noches an¨®nimas en que regresa sin que lo sepa nadie juegan a las cartas y toman tragos y oyen m¨²sica atravesados por un silencio que se parece al de Pedro P¨¢ramo.
La leyenda dice que Gabo ha vuelto muchas veces despu¨¦s del Nobel; la leyenda negra dice que no volvi¨® nunca, y la leyenda urbana, de la urbanidad de Aracataca, le reprocha que no haya hecho nada nunca por su sitio. Un d¨ªa lo desminti¨® (por si hiciera falta) en una dedicatoria que le hizo precisamente a Jim¨¦nez: "Para Rafael Dar¨ªo, del paisano que no ha hecho nada por Aracataca salvo este libro y otros m¨¢s".
La casa est¨¢ llena de recuerdos; algunas de las joyas diminutas del abuelo, fotos, rectores...
Y lo desminti¨® nada m¨¢s ganar el Nobel, con una frase que parece una inscripci¨®n y que est¨¢ clavada con chinchetas en algunos de los rincones: "Est¨¢ en mi car¨¢cter: nunca, en ninguna circunstancia, he olvidado que en la verdad de mi alma no soy nadie m¨¢s ni ser¨¦ nadie m¨¢s que uno de los diecis¨¦is hijos del telegrafista de Aracataca".
Dar¨ªo Arizmendi, que era un periodista muy joven cuando Gabo gan¨® el Nobel, en octubre de 1982, y que acompa?¨® a la comitiva en la recepci¨®n sueca de Estocolmo de diciembre de ese a?o, tambi¨¦n hizo a principios de 1983, en medio del calor, el viaje de regreso de Garc¨ªa M¨¢rquez a Aracataca. Hubo cinco mil personas aumentando el censo cada vez m¨¢s escu¨¢lido de este pueblo del interior del Caribe, y llevaron en volandas a Gabo por todas las calles y por todas las casas. Excepto por su propia casa, que ya era ajena.
Arizmendi lo vio ser zarandeado, agasajado, besado y demandado: de ¨¦l quer¨ªan becas, dinero, viajes, premios, le ped¨ªan que troceara la loter¨ªa que ya hab¨ªa obtenido. El reciente premio Nobel vivi¨® con el aturdimiento que convoca su timidez.
A la salida de Macondo, es decir, Aracataca, la f¨¢brica del hielo est¨¢ derretida
Cuando Arizmendi, uno de los periodistas m¨¢s influyentes y famosos de Colombia, termin¨® de contar ese viaje de regreso, tan distinto al viaje de regreso que Gabo hizo con su madre para vender la casa, dijo:

-Ah¨ª entend¨ª por qu¨¦ Gabo no ha vuelto a Aracataca.
Otros no lo entienden; pero s¨ª Rubiela, que cuida su casa-museo, o Rafael, que la dirige:
-Una leyenda caribe dice que quien recoge sus pasos muere m¨¢s pronto, y Gabo es muy supersticioso. No volver¨¢ nunca.
La casa est¨¢ llena de recuerdos; algunas de las joyas diminutas que hizo su abuelo, las fotos, recortes, los bastones del abuelo; en el cuarto de los abuelos hay un ba¨²l que pudo haber sido, o no, aquel del que Gabo fue sacando recuerdos que luego est¨¢n en casi todos sus libros.
Jim¨¦nez nos cont¨® una historia que ya es leyenda tambi¨¦n, como todo lo que toca aqu¨ª Garc¨ªa M¨¢rquez: el abuelo vino a Aracataca huyendo de su propia historia, pues hab¨ªa matado a un hombre; un d¨ªa Gabo se encontr¨®, muchos a?os m¨¢s tarde, con el nieto de aquel abuelo, se sent¨® junto a ¨¦l, supo la historia, se emborrach¨® con ¨¦l, y despu¨¦s cont¨® as¨ª su primera impresi¨®n:
-Me cagu¨¦. Los dos descendientes de aquel duelo, all¨ª, frente a frente. Me cagu¨¦.
Cuando juntamos bajo el gran ficus del patio a los chicos que leen, con Rafael Dar¨ªo Jim¨¦nez y con otros maestros, los libros de Garc¨ªa M¨¢rquez, era como si juntara aquel pasado vertiginoso de la Aracataca rica con la Aracataca que ahora espera que un milagro la devuelva a sus tiempos de esplendor, cuando lleg¨® el hielo, "el gran invento de nuestro tiempo".
No es leyenda que all¨ª las mariposas, o los temporales, sean espect¨¢culos magn¨ªficos y duraderos; est¨¢n, se ven, se sufren o se disfrutan; casi todo lo que nombra Gabo est¨¢ cercano, se puede tocar; una gu¨ªa para encontrarlo est¨¢ escrita, y ser¨ªa el resumen de libros que han escrito sobre El Libro Cobo Borda o Conrado Zuloaga, que acaso son los colombianos que m¨¢s saben de Gabo y de Cien a?os...
Aura Ballesteros, de Cundinamarca, maestra, recibi¨® un d¨ªa el encargo de venir a ense?ar en Aracataca. "?Y me le¨ª todos los libros de Garc¨ªa M¨¢rquez! ?No me iban a coger en ayunas en un sitio como ¨¦ste!". Se los aprendi¨®. Ella es la responsable de Gabolectura, en un instituto que se llama, c¨®mo no, Instituto Garc¨ªa M¨¢rquez, que recibe el nombre corto, y raro, de Indegama. "Gabolectura trata de estimular la autoestima de los cataqueros, que sepan que esta literatura es de aqu¨ª, que les pertenece, y que ellos pertenecen a esta tierra".
De todos los testimonios, uno singular. Milena tiene 15 a?os, acaba de ganar el concurso de los lectores de Garc¨ªa M¨¢rquez; quiere hacer Comunicaci¨®n, y ya va adelantada. Todo lo que hay en Cien a?os de soledad le parece realista; lo que de manera m¨¢s brillante se queda en su memoria: la f¨¢bula del hielo, los inventos tra¨ªdos a Macondo (el hielo, el im¨¢n), y la imagen de Remedios la Bella subiendo al cielo entre s¨¢banas... Pero lo que de veras le parece simb¨®lico de su pa¨ªs en la novela que ha le¨ªdo es la muerte de Jos¨¦ Arcadio, "esa muerte impune como tantas muertes que ha habido en mi pa¨ªs, como la de Jos¨¦ Eli¨¦cer Gait¨¢n, como la de Jaime Garz¨®n, como la de Luis Carlos Gal¨¢n...".
Antes de la fama y de los libros, en medio de la miseria de aquellos tiempos, Gabo volv¨ªa a Aracataca a vender enciclopedias en una tierra de gentes empobrecidas... Se quedaba d¨ªas y d¨ªas, tomando ron, recorriendo pueblos, mirando al vac¨ªo, como el coronel, como Nelson Noches, como Aureliano Buend¨ªa... En uno de esos viajes alrededor de Aracataca fue cuando se encontr¨® con Prudencio Aguilar, el nieto del hombre al que hab¨ªa matado su abuelo... "Los dos nietos del duelo, sentados en el petril, bebiendo juntos, ?me cagu¨¦, claro que me cagu¨¦!".
A la salida de Macondo, es decir, Aracataca, la f¨¢brica del hielo est¨¢ ya totalmente derretida; las mariposas amarillas aparecen sobrevolando el r¨ªo, pero las aguas que las reflejan son del mismo color que sus alas...
Lo invitan siempre a volver. ?l no quiere venir a recoger sus propios pasos.
Y casi todos sus pasos est¨¢n en Aracataca.
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