Nuestros saharauis y los otros
Zapatero debe promover la reconciliaci¨®n en la ex colonia
Espa?a no ha superado, 30 a?os despu¨¦s de su salida del S¨¢hara Occidental, el complejo de abandono de las poblaciones que un d¨ªa fueron nuestros conciudadanos; o mejor dicho, cons¨²bditos, pues en la Espa?a franquista no exist¨ªan ciudadanos. Por si se olvida, otros vienen a recordarlo como estos d¨ªas Buteflika a Zapatero.
Confundido en la frustraci¨®n de haber enterrado a un dictador muerto con plenos poderes, el pueblo espa?ol se proyect¨® en este pueblo joven, que se mostraba erguido con las armas en la mano, luchando por su independencia. Alg¨²n d¨ªa habr¨¢ que aclarar qu¨¦ factores motivaron el cambio de posici¨®n de partidos como el PCE que, en los a?os setenta, pasaron de apoyar las tradicionales reivindicaciones de las fuerzas de la oposici¨®n marroqu¨ª -comunistas del PCM incluidos- de reintegraci¨®n del S¨¢hara a Marruecos tras la retirada de nuestras tropas, a reconocer sin ambages a un emergente movimiento nacionalista, el Frente Polisario. Dos libros recientes recuerdan su nacimiento en los ¨²ltimos a?os de nuestra colonia, el de Claudia Barona (Hijos de la nube. El S¨¢hara Espa?ol desde 1958 hasta la debacle) y el de ?ngela Hern¨¢ndez (Guerra de banderas en el S¨¢hara).
Pero la aparici¨®n de un partido nacionalista no lo convierte de la noche a la ma?ana en "¨²nico y leg¨ªtimo representante" de todo un pueblo. Como tampoco pod¨ªa serlo aquel Partido de la Unidad Nacional creado por las autoridades coloniales. Y sin embargo, la apuesta de nuestras izquierdas, a¨²n clandestinas, por aquel Frente fue casi inmediata. ?Qui¨¦n aclarar¨¢ si lo que medi¨® fue precisamente que ven¨ªa apoyado por una Argelia en la que esas izquierdas cre¨ªan a pie juntillas que recib¨ªa con honores de jefes de Estado a los representantes de la reci¨¦n creada Junta Democr¨¢tica?
Nadie puede negar la torpeza de la soluci¨®n que el r¨¦gimen franquista dio a la cuesti¨®n saharaui en 1975, ni la violenta ocupaci¨®n que Marruecos llev¨® a cabo echando por tierra argumentos y derechos para la anexi¨®n que podr¨ªa haber esgrimido en una negociaci¨®n dialogada con las poblaciones colonizadas. Un alto responsable de la diplomacia marroqu¨ª me confesaba hace un par de a?os que para comenzar a arreglar las cosas, Marruecos deber¨ªa reconocer el error y el horror en los m¨¦todos de su entrada en el territorio, que escindi¨® la poblaci¨®n en dos y aceler¨® la huida de miles de refugiados. Una Instancia de Equidad y Reconciliaci¨®n har¨ªa falta para el S¨¢hara, dilucidando no s¨®lo qui¨¦n desapareci¨® o fue torturado -algo que ya se ha empezado a hacer-, sino reconociendo la personalidad de un pueblo con derecho al autogobierno.
Solidaridad excluyente
Pero autogobierno no quiere decir necesariamente independencia. Y ah¨ª es donde el Consejo Real Consultivo para los Asuntos del S¨¢hara (CORCAS), pese a las condiciones poco democr¨¢ticas de su creaci¨®n y su naturaleza arcaizante, deber¨ªa dar a luz un proyecto de autogobierno que, aun bajo soberan¨ªa marroqu¨ª, garantizase el retorno de todos los saharauis, el derecho a una vivienda digna, la libertad de designaci¨®n de sus dirigentes, la disposici¨®n auton¨®mica de las riquezas naturales y, por supuesto, la libertad de todos para defender democr¨¢ticamente sus proyectos pol¨ªticos, incluida la independencia.
A Zapatero se le ha instado (abroncado, han exagerado algunos) en Argel a no ser indiferente ante la suerte de los saharauis. Pero nos olvidamos con frecuencia de que desde 1976 hemos creado en Espa?a dos categor¨ªas de saharauis. Los nuestros y los otros. Raro es el municipio espa?ol que no tiene un programa de cooperaci¨®n con los saharauis refugiados en Tinduf. Sana costumbre la de la solidaridad con los nuestros, que han logrado sobrevivir gracias a esos apoyos, pero que no les ha ayudado a construir un futuro para todos los saharauis.
Nos olvidamos de que no todos los saharauis est¨¢n en los campamentos. Al menos las dos terceras partes quedaron en los territorios que Marruecos ocup¨®. Lo que les conden¨® -?durante 30 a?os!- a convertirse en los grandes olvidados. Con el pretexto de no avalar esa ocupaci¨®n, a?o tras a?o se fue discriminando en la cooperaci¨®n al desarrollo a toda esta poblaci¨®n, dejada a la merced de inversiones aleatorias de Marruecos y sin poder acceder a fondos que le hubieran permitido desarrollar una sociedad civil conectada con todas las corrientes de pensamiento, convirtiendo a sus habitantes en saharauis de segunda categor¨ªa, doblemente aislados y marginados. Ni siquiera se cooper¨® para mantener la ense?anza de nuestra lengua. Con la solidaridad excluyente hacia una de las partes, hemos reforzado el dogmatismo del partido ¨²nico, sin apoyar otras visiones que hubieran tendido puentes a la reconciliaci¨®n.
Actuando as¨ª se ha impedido, sobre todo, la saharauizaci¨®n de la soluci¨®n. Porque si es importante que polisarios y marroqu¨ªes discutan una salida posible, m¨¢s urgente es que los saharauis de all¨ª y de all¨¢ se encuentren, discutan y pongan a punto una soluci¨®n posible. El 6refer¨¦ndum ser¨ªa menos complicado despu¨¦s de clarificar ese acuerdo. Es en esa reconciliaci¨®n de saharauis en la que deber¨ªa pensar Zapatero, por aquello de la deuda hist¨®rica.
Bernab¨¦ L¨®pez Garc¨ªa es catedr¨¢tico de Historia del Islam en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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