Por qu¨¦ se equivoca Huntington
No s¨¦ si a ustedes les ocurre lo mismo, pero estoy seguro de que, aunque los acontecimientos de los ¨²ltimos diez a?os tal vez no hayan cambiado tanto los modelos de conducta cotidianos, s¨ª han modificado mi manera de ver el mundo. A todos nosotros el mundo se nos aparec¨ªa relativamente ordenado dentro de la confusi¨®n, como un paisaje de colinas y bosques, de continentes y personas cercanas y alejadas, familiares y ex¨®ticas, y en este mundo, despu¨¦s de todo, cada uno ocupaba su lugar. Entonces los chinos eran de China, los negros de ?frica, los italianos de Italia, los daneses de Dinamarca, los franceses de Francia, los brasile?os de Brasil y as¨ª sucesivamente. Entonces ven¨ªan de un lugar, estaban arraigados y, si era necesario, se les pod¨ªa devolver a sus pa¨ªses de origen. Aunque no se supiese mucho acerca de los "extranjeros", se sab¨ªa, en cambio, que se les pod¨ªa visitar en aquellos lugares geogr¨¢ficos. Bajo esta concepci¨®n de la cultura basada en el hermetismo territorial parec¨ªa que era f¨¢cil tanto viajar de una sociedad a la otra como comunicarse unos con otros por encima de todas las barreras ling¨¹¨ªsticas.
Esta visi¨®n del mundo se ha vuelto muy dudosa. Por primera vez en la historia todas las personas, los grupos ¨¦tnicos y religiosos y las poblaciones tienen un presente com¨²n: cada pueblo se ha convertido en vecino inmediato de otro, y las sacudidas en una parte del globo terrestre se propagan a gran velocidad al conjunto de la poblaci¨®n del planeta. Pero este presente f¨¢ctico y com¨²n ni se basa en un pasado com¨²n, ni garantiza de ninguna manera un futuro com¨²n. Precisamente porque el mundo est¨¢ "unido" aun sin quererlo, sin votarlo y sin aprobarlo, de repente las contradicciones entre las culturas, los pasados, las distintas posturas y las religiones se hacen patentes. El mundo en el que cada cultura, cada grupo ¨¦tnico y su correspondiente jerarqu¨ªa y creencia religiosa estaban encajados en un lugar geogr¨¢fico exclusivo, ya no existe. M¨¢s bien, estas culturas y naciones aparecen indisolublemente entremezcladas unas con otras. Vivimos en una comunidad de vecinos, mezclados unos con otros, y esto se expresa tambi¨¦n a trav¨¦s de una competencia dolorosa por encima de todas las fronteras.
Detr¨¢s de las redes de comunicaci¨®n tecnol¨®gicas no s¨®lo est¨¢n los estados y los empresarios compitiendo entre ellos, sino tambi¨¦n de manera directa los individuos. Cada d¨ªa hay m¨¢s ejemplos que lo ilustran: empresas de seguridad en pa¨ªses en desarrollo que se encargan de la videovigilancia de empresas occidentales; o escolares americanos que reciben clases de recuperaci¨®n de un profesor indio al otro lado del planeta. O piensen en el llamado "debate de las caricaturas". Los autores de las caricaturas pensaron al principio que se trataba de un asunto estrictamente dan¨¦s. Pero unos meses m¨¢s tarde ard¨ªan embajadas occidentales en el mundo ¨¢rabe, y no s¨®lo los daneses, sino tambi¨¦n muchos europeos se vieron llamados a defender los valores de la libertad de prensa contra la censura religiosa.
Ni los sue?os de los humanistas ni las ideas de los fil¨®sofos, ni aun la actividad pol¨ªtica han llevado a esta "uni¨®n" de la humanidad. En esta comunidad de vecinos que compartimos todos mezclados, los vecinos se ven a s¨ª mismos extra?os, incomprendidos y amenazados.
Las personas que viven en un mundo con una concepci¨®n autoritaria del poder, como ocurre bajo algunas formas del islam, viven de manera distinta a aquellas que viven en un mundo en el que el poder se reparte democr¨¢ticamente. Las personas que tienen un concepto del "honor" con un significado tan predominante, que pueden llegar a matar a sus hermanas convertidas en impuras porque han sido violadas, son distintas a las personas que viven en un mundo en el que los sujetos son juzgados seg¨²n sus intenciones ysu rendimiento. Las personas que "saben" que la humanidad est¨¢ amenazada con desaparecer por culpa de una cat¨¢strofe clim¨¢tica provocada por la sociedad industrial, viven en otro mundo que aquellas que todav¨ªa no han o¨ªdo nada de todo esto o que piensan que estas previsiones son producto de una histeria seudocient¨ªfica. Y una parte esencial del problema es que todos estos mundos conviven mezclados unos con otros en la misma sociedad.
Samuel Huntington trata de explicar estas contradicciones con la imagen del "choque de civilizaciones". Pero esta imagen es falsa. A¨²n es deudora precisamente del antiguo mundo de representaciones, en el que las culturas son construcciones cerradas herm¨¦ticamente en una localizaci¨®n geogr¨¢fica espec¨ªfica. Hoy se trata de lo siguiente: de mostrar, en contra de estos ide¨®logos tanto occidentales como orientales que militan a favor de la ilusi¨®n de la pureza, que la cultura es algo originariamente impuro, algo que se debe siempre a la mezcla de distintas "culturas" y, sobre todo y antes que nada, que se constituye como tal con esta mezcla. Por supuesto, Europa tambi¨¦n ha recibido la herencia de los antiguos a trav¨¦s la cultura ¨¢rabe e isl¨¢mica. Y naturalmente el islam estaba estrechamente entrelazado en muchas partes con el Occidente cristiano y con el mundo jud¨ªo. No hay nada m¨¢s falso que decir que la herencia europea y el islam compiten el uno con el otro.
A la vez, esta idea herm¨¦tica de la cultura ignora que las l¨ªneas de tensi¨®n, divisi¨®n y de conflicto no son permanentes. En realidad, las identidades de grupo son recreadas permanentemente.
Los dirigentes del islamismo militante han creado un movimiento terrorista que ha trastornado el orden mundial, a la vez que han fabricado un c¨®ctel pol¨ªtico explosivo basado en viejas ense?anzas, tradiciones inventadas, ideales de pureza ficticios y nuevas t¨¦cnicas de comunicaci¨®n y de organizaci¨®n, y lo han globalizado con ¨¦xito como ant¨ªdoto al dolor por la dignidad herida. El mediador entre Occidente y el islam, el premio Nobel de Literatura de este a?o, Orhan Pamuk, ha escrito lo siguiente: "Occidente apenas tiene idea del sentimiento de humillaci¨®n que una gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n se ve obligada a vivir y a superar, sin perder el juicio o convertirse en terrorista, en nacionalista radical o en fundamentalista religioso". Tal como revel¨® una encuesta publicada hace poco en el mundo ¨¢rabe, las personalidades m¨¢s importantes para este mundo son los jefes de Hezbol¨¢, de Ir¨¢n, de Ham¨¢s y de Al Qaeda.
El motor central de los acontecimientos no ser¨¢ por mucho tiempo s¨®lo la globalizaci¨®n, esto es la integraci¨®n de contextos de actividades y experiencias m¨¢s all¨¢ de las fronteras de los Estados nacionales. Se trata, sobre todo, de una competici¨®n en el seno de estas culturas que viven mezcladas y entre ellas mismas para imponer los preceptos del camino correcto, esto es el poder definir lo que es verdadero y lo que es falso, lo bueno y lo malo, lo arriesgado y lo seguro. Los aspirantes a convertirse en pa¨ªses hegem¨®nicos como Ir¨¢n -?y Estados Unidos!- se ven a s¨ª mismos no s¨®lo como naciones, sino como modelos morales, que ense?an el buen camino a la humanidad. Y Europa: ?qu¨¦ hace, a favor de qu¨¦ est¨¢ y para qu¨¦ lucha?
En realidad, bajo mi punto de vista, negar la verdad elemental de mi lugar de origen y del mundo conceptual europeo y occidental, seg¨²n la cual todas las personas est¨¢n provistas de derechos inalienables y que, debido a ello, la democracia es la ¨²nica forma de ejercer el poder que garantiza la dignidad humana, ser¨ªa lo equivalente a un suicidio cultural. Precisamente, en la vecindad tan enigm¨¢tica y conflictiva en la que estamos mezclados unos con otros esta verdad es m¨¢s importante que nunca. Es la clave de la supervivencia.
Ulrich Beck es profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad de M¨²nich. Traducci¨®n de Mart¨ª Sampons.
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