La secta Obl¨®mov
1El trabajo es el refugio de los que no tienen nada mejor que hacer. Esta m¨¢xima se ha convertido en el eje de mi vida desde que hace unas horas me he entregado a las musara?as y al dolce far niente. Se ve que me he despertado con una tendencia a la pereza absoluta y cautivo del s¨ªndrome Obl¨®mov, esa pulsi¨®n que toma su nombre de las costumbres ap¨¢ticas del personaje de una novela que Iv¨¢n Goncharov escribi¨® en 1858.
Obl¨®mov es un joven y desvalido arist¨®crata, incapaz de hacer nada con su vida. Duerme mucho, lee algo, bosteza continuamente. Encogerse de hombros es su gesto preferido. Es de esa clase de personas que tienen la costumbre de reposar antes de fatigarse. Estar tumbado cuanto m¨¢s tiempo mejor parece su ¨²nica aspiraci¨®n, su modesta rebeld¨ªa. Encarna al indiferente al mundo por excelencia y es un pariente lejano de Bartleby, el escribiente. A lo largo de toda la novela de Goncharov, el joven Obl¨®mov raramente sale de su habitaci¨®n, donde permanece tumbado en un div¨¢n intentando evitar los problemas, las propuestas y las obligaciones que le llegan del exterior, y s¨®lo hasta muy avanzado el libro no le veremos, por primera vez salir de la cama.
2
Como no tengo nada que hacer, imagino, sin salir de la cama, que me han contratado para dar consejos al Gobierno catal¨¢n. Me fijo en que si bien los d¨ªas de la semana tienen nombre, las noches de la semana a¨²n no han sido bautizadas por nadie. Decido entonces sugerir al Gobierno que comience a buscar nombres a esas noches. Y me digo que por hoy ya he trabajado suficiente. ?Le podr¨ªa interesar al Gobierno mi idea? Seguro que, como toma tantas iniciativas extravagantes, pensar¨ªa que ya tanto da una m¨¢s.
3Llamo al amigo Jordi Llovet y le cuento que desde ayer trabajo para el Gobierno catal¨¢n, al que le doy perezosamente consejos. "No das golpe, vamos", me dice. Un breve silencio. Pienso que me va a rega?ar por mentirle y sucede todo lo contrario. La casualidad quiere que pase a hablarme con entusiasmo nada menos que de Obl¨®mov, del que me dice que es el emblema de cualquier ocioso o cansado que se precie. Y luego me habla tambi¨¦n del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti, que en sus ¨²ltimos a?os se negaba a moverse de su cama y que pudo perfectamente ser uno de los componentes m¨¢s secretos de la secta Oblom¨®v... Me callo. Hago como si no supiera de qu¨¦ secta me habla.
4
Me acuerdo de que la secta se reun¨ªa hace unos a?os en Nochebuena en el restaurante Obl¨®mov de Glasgow. Que yo sepa, no hay otro restaurante con ese nombre en todo el mundo y ellos decidieron reunirse all¨ª, en el 372 de Great Western Road, pero la cosa no funcion¨® porque el propietario, Obl¨®mov, hombre activo donde los hubiera, se neg¨® siempre a leer el libro ruso que lleva su nombre, y menos a¨²n a simpatizar con el personaje central de la novela. Al parecer, la actitud del restaurador escoc¨¦s acab¨® propiciando el secretismo involuntario de la secta y, desde que dejaron de reunirse en Glasgow por estas fechas, la conjura de la secta Obl¨®mov se ha deslizado hacia vericuetos subversivos y ultrasecretos.
5
"No trabaj¨¦is nunca" recuerdo que dec¨ªa el grafito que escribiera Guy Debord por todas las paredes del Quartier Latin de Par¨ªs en los a?os cincuenta. Creo que si nos negamos a trabajar, a la larga seremos premiados, como bien nos recuerda Bertrand Russell en su Elogio de la ociosidad: "Todos conocemos la historia de aquel viajero que vio en N¨¢poles a 12 mendigos estirados al sol y ofreci¨® una lira al m¨¢s perezoso de todos. 11 mendigos se levantaron de un salto para reclamarla, de manera que el viajero se la dio al que ni se hab¨ªa movido".
6
Es cansancio lo que me produce la b¨²squeda diaria de personas amables, educadas, con buen car¨¢cter. Cada d¨ªa me siento m¨¢s fatigado de todos esos seres que nos tratan tan mal. Es insoportable el malhumor general, la mala educaci¨®n reinante. Cuanto m¨¢s avanzamos en el Estado del bienestar, m¨¢s horrible y malhumorada se vuelve la gente. Tal vez es consecuencia de que ese bienestar lo estamos alcanzando a trav¨¦s de luchas encarnizadas. Lo cierto es que el buen car¨¢cter es, de todas las cualidades morales, la que m¨¢s necesita nuestro mundo, y seguramente el buen car¨¢cter es consecuencia de la tranquilidad y no de progresos bestiales.
7"Cuando la pereza te hace infeliz, tiene el mismo valor que el trabajo" (Jules Renard).
8Estoy tan cansado de no hacer nada que decido salir a la calle con la intenci¨®n de dejar por un rato el div¨¢n y as¨ª hacer algo. Salgo con ganas de contarle al primero que encuentre lo primero que se me ocurra. Y as¨ª lo hago. Le cuento a bocajarro a un se?or del barrio que Jordi Llovet escribe mis libros y hasta mi dietario. Y el hombre -se nota que no es de la secta Obl¨®mov- s¨®lo sabe soltarme una estupidez y muestra, adem¨¢s, muy malos modales. Me entran inmediatas ganas de volver a mi div¨¢n, pues descubro que la calle tambi¨¦n me cansa. Decido que, a partir de ahora, no saldr¨¦ de casa hasta que sepa con seguridad que la gente ha comenzado a tener un cierto buen car¨¢cter.
9
Quisiera viajar. Despu¨¦s de todo, son d¨ªas de ocio. Pero nadie va muy lejos cuando conoce la felicidad de volver a entrar en su casa. Hace un rato, por ejemplo, he reincidido y he salido otra vez, y al poco tiempo he regresado de nuevo al hogar, he abierto la puerta de casa y he ido directo al div¨¢n, donde me he tumbado y he terminado por encogerme totalmente de hombros mientras me parec¨ªa que alguien dec¨ªa: "Nada fatiga tanto como la pereza".
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