La discoteca La Paloma permanece abierta pese a la orden de cierre municipal
La Guardia Urbana no clausur¨® la sala en la medianoche del viernes, cuando venc¨ªa el plazo
Pese a la amenaza de precinto que pend¨ªa sobre la centenaria sala de fiestas La Paloma, concretada en una orden de cierre de actividad del Ayuntamiento de Barcelona cuyo plazo de ejecuci¨®n expiraba en la medianoche del pasado viernes, la m¨²sica sigui¨® ayer sonando en el local. Como lo hab¨ªa hecho, y a lo grande, hasta las cinco de la madrugada del s¨¢bado, superando sin intervenci¨®n municipal el plazo fijado para la clausura de la discoteca. El cierre se orden¨® por incumpliento de las normativas contra el ruido, origen del conflicto que enfrenta a los vecinos y la sala del Raval.
Hab¨ªa oscurecido en el barrio del Raval, llov¨ªa con fuerza sobre sus tejados y con las campanadas de medianoche venc¨ªa el plazo municipal pasado el cual la sala deb¨ªa dejar de funcionar. Llegada la hora, sin embargo, la calle permaneci¨® desierta. No s¨®lo no aparecieron luces rojas de la Guardia Urbana, sino que ni siquiera se vieron j¨®venes en la medianoche del viernes frente a La Paloma.
Lo que podr¨ªa haberse convertido en momentos de tensi¨®n entre la polic¨ªa y los trabajadores del local se diluy¨® en la nada. Los empleados, asegur¨® la gerente de la discoteca, Mercedes March, piensan "llevar hasta el final" la lucha para evitar el cierre de la sala. "La situaci¨®n es surrealista", comenta uno de los empleados, Albert Jornal, en el vest¨ªbulo: "?Se nos ha dicho que en dos d¨ªas nos vamos a la calle!". La amenaza de cierre ha originado la cohesi¨®n de los empleados de La Paloma, explica el camarero filipino Erario Deo Sahag¨²n. "Llevo siete a?os sirviendo copas aqu¨ª", explica. Como ¨¦l, muchos compa?eros m¨¢s; los cerca de 100 trabajadores con los que cuenta la discoteca.
"Aqu¨ª se trabaja bastante bien, no me puedo quejar", cuenta el vee-jay Pepe, encargado de proyectar las im¨¢genes que acompa?an los sonidos electr¨®nicos del pinchadiscos. Pero si bien los empleados defienden con ah¨ªnco el car¨¢cter cultural de la sala, los vecinos de la calle del Tigre se lanzan sin demora al ataque verbal. "Los cristales tiemblan y a veces pensamos que van a reventar", denuncia una vecina de uno de los edificios situados frente a La Paloma que no quiere revelar su identidad por temor a ser "represaliada". Pero, ?qu¨¦ tipo de represal¨ªas? "Algunos clientes de la discoteca nos han roto los cristales del portal al salir de madrugada de la sala y si reprendemos a los j¨®venes que mean, vomitan o cantan fuera, te lanzan cosas desde la acera", relata la vecina. Las caceroladas vecinales de protesta se repiten todos los s¨¢bados desde hace meses. De las fachadas de los edificios contiguos cuelgan s¨¢banas con lemas como Contaminaci¨®n ac¨²stica, igual a dinero o el m¨¢s conciliador Sala de baile s¨ª; discoteca no.
Sin embargo, no todos ellos son partidarios del cierre del edificio de la discordia. "Mi madre siempre me contaba que La Paloma, antes de ser sala de baile, hab¨ªa sido una fundici¨®n en el siglo XIX y que de all¨ª hab¨ªa salido el dedo de la estatua de Col¨®n en Barcelona", narra con nostalgia Carmen, otra vecina. "Yo, que nac¨ª en esta calle, no puedo ver ahora c¨®mo se la cargan".
Quien no muestra fisuras es la clientela habitual del local. La gerundense Anna Llensa cree que la discoteca "significa mucho m¨¢s que alcohol y chicos", mientras que su amiga Maria Gomis destaca "el estilo de la c¨²pula" o "la decoraci¨®n de ¨¦poca de la sala" para defender la continuaci¨®n del local como sala de baile. Ambas pudieron disfrutar de la ¨²ltima noche -que no lo fue- de La Paloma, atra¨ªdas por la fiesta que organizaban estudiantes de Arquitectura. A esa misma fiesta se present¨® la cubana Lucilda arguyendo el inminente cierre de "un monumento arqueol¨®gico, ?casi nacional!", seg¨²n su punto de vista.
La Paloma segu¨ªa ayer con las puertas abiertas. All¨ª se acercaron por la tarde decenas de personas mayores dispuestas a bailar al son de la m¨²sica tocada por una orquesta. Se trata de la otra cara de la sala, la de baile vespertino, y si ¨¦sta no existiera "nos hundir¨ªamos", dijo angustiada Encarna Morales. Su compa?era Vicenta Vallar¨¦s incluso amenaz¨® con hacer "huelga" y poner una orquesta en medio de la calle si les cierran "el chiringuito". Pero todos se muestran optimistas. "Llevo viniendo a bailar m¨¢s de 60 a?os, y si no la cerraron durante la Guerra Civil, ahora no se la cierran", exclama Emilo Clota. Incluso el comercio de la zona apoya la continuidad de la actividad de la sala, temeroso de que su cierre comporte la p¨¦rdida de vida en el barrio, dice Gemma Soriano en su tienda de papeler¨ªa.
En esta historia, j¨®venes y mayores se entienden. Y si la Guardia Urbana no lo interrumpe en cumplimiento de la orden de cierre, el baile y la m¨²sica seguir¨¢n sonando en el Raval.
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