?dolo a los 29
Una escapada en el Tour en contra del sentido com¨²n convierte en estrella al ciclista gallego, que ve transformarse su existencia
Un t¨®rrido s¨¢bado de julio a la hora de la siesta por el midi franc¨¦s puede ser tan buen momento, tan buen lugar, como otro cualquiera para hacer algo que cambie la vida de uno para siempre. Incluso aunque durante el proceso el protagonista no sea precisamente consciente del giro que va a tomar su existencia.
Ni siquiera varias horas despu¨¦s, cuando el sol hab¨ªa dejado de calentar, cuando una violenta tormenta de viento hab¨ªa tumbado vallas, altavoces, pancartas publicitarias en la meta de Mont¨¦limar, ?scar Pereiro era capaz de calcular la trascendencia que para su vida futura tendr¨ªa lo que hab¨ªa ocurrido. Incluso cuando, ya oculto el sol, ya calmados los vientos, terminada la cena en un peque?o hotel rural, el maillot amarillo cuidadosamente doblado sobre el respaldo de una silla en su habitaci¨®n, ?scar Pereiro, ciclista ya veterano, brindaba ante las c¨¢maras, chocaba su copa de champ¨¢n con la que sosten¨ªa el alem¨¢n Jens Voigt, la duda no andaba muy lejos.
?Qui¨¦n habr¨¢ hecho mejor negocio en el d¨ªa, en la escapada, Voigt, que ha ganado la etapa y que ya tiene algo seguro, una l¨ªnea m¨¢s en su palmar¨¦s, o yo, que, s¨ª, soy maillot amarillo, l¨ªder del Tour, pero un l¨ªder consentido, pero hasta cu¨¢ndo?
A ?scar Pereiro, 28 a?os entonces, 29 desde el mes de agosto, le gustaba definirse como un amante del espect¨¢culo, del ciclismo de ataque, sin reservas, sin pensar en el d¨ªa siguiente. Su espect¨¢culo era las fugas tempranas los d¨ªas importantes de monta?a y tambi¨¦n los d¨ªas de transici¨®n, los descensos acrob¨¢ticos, las ca¨ªdas con gracia. Y con el mismo esp¨ªritu festivo, al que habr¨ªa que a?adir un matiz de revancha, se embarc¨® aquel s¨¢bado 15 de julio en la escapada del d¨ªa. Ten¨ªa que lavar su imagen. El jueves, en la primera etapa de monta?a de su primer Tour con el Caisse d'?pargne, un equipo para el que el Tour es el s¨²mmum, Pereiro hab¨ªa perdido 26 minutos. Hab¨ªa perdido el Tour, la confianza de su equipo. Hab¨ªa perdido casi la fe.
El l¨ªder del Tour era entonces un norteamericano llamado Floyd Landis a quien, pese a tener ya 30 a?os, cab¨ªa considerar como novato en el asunto de intentar ganar la carrera. Su impericia, su soberbia, que corr¨ªa paralela, le guiaron a marcarse un gambito de rey, una jugada que cre¨ªa maestra y termin¨® cost¨¢ndole la partida: dejemos a la fuga que gane y gane minutos, que gane hasta media hora y prestemos el amarillo, prestemos la prenda y todos los trabajos que lleva consigo, los sudores de su defensa, la presi¨®n de dormir con ¨¦l. Y eso ocurri¨®, la escapada lleg¨® con 30 minutos, Voigt gan¨® la etapa, Pereiro se visti¨® de amarillo. Su vida acaba de cambiar. Y tambi¨¦n la historia del Tour.
Sin pretenderlo, con su gambito de soberbia, Landis hab¨ªa creado las condiciones para convertir el Tour de 2006, el Tour corrido en las circunstancias m¨¢s adversas, en el Tour m¨¢s aplaudido desde hac¨ªa a?os. Cada d¨ªa, un terremoto. Una muerte seguida al d¨ªa siguientes de su resurrecci¨®n correspondiente.
Y as¨ª fue porque Pereiro se transform¨®, la posibilidad de ganar en Par¨ªs le cambi¨® el chip: el espect¨¢culo, que lo dieran otros, que ¨¦l iba a ganar. Aguant¨® en el Alpe d'Huez pese a perder el liderato por 10s, pero lo recuper¨® con fuerza el d¨ªa siguiente, segunda jornada alpina, porque Landis sufri¨® un inesperado desfallecimiento. Y a¨²n lo mantuvo en Morzine, en la ¨²ltima jornada de Alpes, pese a que la resurrecci¨®n de Landis se hab¨ªa convertido en la octava maravilla del Tour. Y aunque Pereiro, como estaba escrito, volvi¨® a perder la t¨²nica en la contrarreloj final, nadie pudo dudar entonces, tampoco ¨¦l mismo, que su transformaci¨®n hab¨ªa sido completa, que el juego de carambolas con que se hab¨ªa desarrollado el Tour le hab¨ªa convencido de que pod¨ªa empezar a dar pedales con otro ¨¢nimo.
Por eso, los sucesos posteriores, la posibilidad de ganar el Tour en los despachos ya que Landis hab¨ªa resultado positivo el d¨ªa de su gran cabalgada hacia Morzine, no dejaron de ser sucesos secundarios, aunque fuera entonces cuando su simpat¨ªa, donosura, gracia y talento conquistaran de verdad al gran p¨²blico, no s¨®lo a los aficionados al ciclismo: la transformaci¨®n interior, la importante, se hab¨ªa producido antes.
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