Colombia, una esperanza a pesar de todo
Machado dec¨ªa que pod¨ªa tener aprecio por los conservadores siempre que no fueran como el sarnoso que lo que quer¨ªa conservar era la sarna. Los llamados "paramilitares" colombianos corresponden a esta categor¨ªa. Grupos armados promovidos por terratenientes y ganaderos inicialmente para enfrentarse a la guerrilla que se han convertido de hecho en una fuerza pol¨ªtica vinculada a algunos sectores del "uribismo" (el conglomerado heterog¨¦neo que apoya al presidente Uribe) y que representan el peor conservadurismo colombiano: la violencia masiva para defender los privilegios m¨¢s anacr¨®nicos y clasistas de la sociedad rural y su influencia sobre el Estado.
Escribo desde Bogot¨¢, donde los medios de comunicaci¨®n, en especial los semanarios Semana y Cambio, han confirmado y divulgado algo que se sab¨ªa y comentaba pero que no trascend¨ªa a la escena p¨²blica: las estrechas relaciones entre paramilitares y pol¨ªticos de los ocho partidos que constituyen el uribismo institucional. Una veintena de senadores y diputados est¨¢n ya detenidos, procesados o sometidos a investigaci¨®n. Y es la punta del iceberg puesto que por ahora s¨®lo se ha investigado la regi¨®n atl¨¢ntica a partir de las declaraciones de un funcionario de la DAS (Departamento Administrativo de Seguridad). Se supone que en otras regiones se repetir¨¢ la historia. Evidentemente, no todo el "uribismo" est¨¢ con los paramilitares pero la influencia de ¨¦stos en los aparatos del Estado es ahora indiscutible.
Los paramilitares se han distinguido por su crueldad, han asesinado poblaciones enteras as¨ª como a miles de cargos electos y activistas sociales, han establecido estrechas relaciones con el narcotr¨¢fico que en buena parte los financia y a la vez se han introducido en la maquinaria pol¨ªtica uribista. El ¨²ltimo detalle que est¨¢ en primera plana: la canciller ha intervenido ante la c¨²pula de la judicatura a favor de su hermano, senador y conocido paramilitar para evitar su procesamiento.
Se ha demostrado que los narcos y paramilitares han financiado campa?as pol¨ªticas de congresistas, gobernadores, alcaldes y otros pol¨ªticos integrados en el uribismo y han utilizado su capacidad de coacci¨®n para forzar el voto en las zonas que controlan, y tambi¨¦n su inserci¨®n en aparatos del Estado (como la DAS) para organizar el fraude cuando era necesario. Desde el poder regional o local han desviado recursos p¨²blicos destinados a la sanidad y obras p¨²blicas hacia los paras y las mafias a ellos vinculados. Se ha dado a conocer el documento firmado por cincuenta l¨ªderes pol¨ªticos hoy uribistas de colaboraci¨®n con los paramilitares en una reuni¨®n convocada por ¨¦stos en 2001, un a?o antes de la primera elecci¨®n de Uribe. Se ha constatado la complicidad o el consentimiento de parte del uribismo con las masacres cometidas por los paras, y ya se han descubierto m¨¢s de un millar de fosas comunes.
La colusi¨®n entre sectores del uribismo (estatal y local), militares, jueces y funcionarios p¨²blicos con paramilitares y narcos ha contaminado al conjunto del Estado y les ha garantizado hasta ahora el poder y la impunidad. Pero ahora el edificio se resquebraja. Una mayor¨ªa de la Corte Suprema ha reabierto las investigaciones que la fiscal¨ªa hab¨ªa suspendido y un fiscal general nuevo ha debido actuar en consecuencia. La m¨¢quina de la justicia, con resistencias internas sin duda, se ha puesto en marcha.
Para entender mejor la dial¨¦ctica entre violencia y guerra sucia por una parte y democracia y Estado de derecho por otra, pues de todo hay, conviene recordar algunos precedentes. La muerte es una constante en la pol¨ªtica colombiana desde el asesinato del l¨ªder m¨¢s popular que ha tenido el pa¨ªs, Jorge Eli¨¦cer Gaytan en 1948, hasta el de Luis Carlos Gal¨¢n cuarenta a?os despu¨¦s, en ambos casos para impedir su acceso a la presidencia. Candidatos a presidente, electos nacionales y locales, l¨ªderes sociales... los asesinados son innumerables. La guerrilla naci¨® en los sesenta como rebeli¨®n social. El asesinato sistem¨¢tico de los que optaban por promover cambios en una sociedad de privilegios y un Estado excluyente la consolid¨® y radicaliz¨®. A principios de los noventa se forma la Uni¨®nPatri¨®tica, coalici¨®n de las izquierdas democr¨¢ticas que obtuvo senadores y diputados y muchas alcald¨ªas y concejal¨ªas facilit¨® que la guerrilla redujera considerablemente su actividad y que sectores de la misma se incorporaran a la pol¨ªtica legal. En poco m¨¢s de un a?o un millar de electos y de responsables de la UP son asesinados. Y otros muchos deben exiliarse o clandestinizarse para sobrervivir. La guerrilla entonces se reactiva.
Pero en la ¨²ltima d¨¦cada la fuerza del narcotr¨¢fico no solo refuerza a los paramilitares al servicio de la derecha m¨¢s conservadora. Tambi¨¦n contamina a la guerrilla que pierde progresivamente la legitimidad que hab¨ªa adquirido en importantes sectores de la opini¨®n p¨²blica y ahora es percibida como una organizaci¨®n violenta, no democr¨¢tica y que para muchos parece confundirse por sus m¨¦todos con los paras.
El debilitamiento de la izquierda y el liberalismo despu¨¦s de la presidencia fallida de Samper en los noventa (acusado a su vez de conexiones con el narcotr¨¢fico y hoy pr¨®ximo a Uribe) ha conducido a la peor situaci¨®n posible: en nombre de la paz, la seguridad y la democracia ocupan posiciones de poder unas derechas autoritarias, con ramalazos facistoides, que utilizan a los paramilitares, toleran y se benefician de los narcos, se apoyan en la colusi¨®n de sectores del Ej¨¦rcito y de la Justicia con paras y narcos y garantizan la impunidad de todos. El bloque narcos-paras se convierte progresivamente en una fuerza pol¨ªtica inserta en las instituciones y en uno de los pilares del uribismo, en el cual los sectores liberales o democr¨¢ticos cada d¨ªa parecen contar menos.
Y sin embargo el pa¨ªs va adelante. Ha recuperado tasas anuales de crecimiento del 4% y atrae inversiones. Vive un momento de intensa creatividad cultural, en cine y literatura especialmente. He constatado en m¨²ltiples reuniones como se construye un tejido social de base, de organizaciones populares articuladas en muchos casos con alcald¨ªas, que crean espacios de paz y de cooperaci¨®n. Y Bogot¨¢ es hoy una ciudad en plena transformaci¨®n, que se ha convertido en un centro atractivo para los latinoamericanos.
Y emergen alternativas pol¨ªticas. EL viejo partido Liberal, democr¨¢tico, da signos de renovaci¨®n, con l¨ªderes populares como Piedad C¨®rdoba. Y destaca el espectacular desarrollo del Polo Democr¨¢tico Alternativo, la coalici¨®n de izquierdas constituida hace pocos a?os y que conquist¨® ya alcald¨ªas (la de Bogot¨¢ entre otras) y gobernaciones y obtuvo el segundo lugar en las ¨²ltimas elecciones presidenciales. Estos d¨ªas el Polo celebra su congreso. Mas de medio mill¨®n de sus miembros han participado en la elecci¨®n de 2000 delegados y se presenta como una fuerza ascendente y una alternativa real.
La Justicia en marcha dif¨ªcilmente dar¨¢ marcha atr¨¢s. Se multiplican declaraciones y se comprueban denuncias que se reflejan en los medios de comunicaci¨®n. El uribismo reacciona hist¨¦ricamente, algunos de sus dirigentes piden una ley de "punto final" para legalizar los cr¨ªmenes y mantener sus posiciones, otros proponen disolver la C¨¢mara de Representantes para abrir las puertas a un r¨¦gimen presidencialista de excepci¨®n, hacia una dictadura legal.
Pero a uno le parece que es el uribismo el que est¨¢ herido, quiz¨¢s de muerte. La sociedad colombiana, incluso importantes sectores econ¨®micos, est¨¢ perdiendo la confianza en un presidente que hace solo algunos meses obtuvo un fuerte respaldo electoral. El actual proceso de exigencia de responsabilidades pol¨ªticas y legales puede incluso culminar en el inicio de una actuaci¨®n institucional y popular que promueva la destituci¨®n o fuerce la dimisi¨®n de un presidente cuyo discurso sobre la paz y la seguridad se ha demostrado una falacia.
Jordi Borja es geogr¨¢fo y urbanista.
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