Rebeldes con causa
En el curso de una de mis desafortunadas incursiones en la pol¨ªtica, all¨¢ por 1981, particip¨¦ como orador en el mitin organizado en un front¨®n donostiarra para la campa?a electoral por el Partido Comunista de Euskadi. El episodio tuvo ribetes surrealistas, empezando por el hecho de que la ¨²nica organizaci¨®n que nos apoyaba era una de homosexuales, lo cual no dej¨® de provocar asombro a algunos veteranos que proced¨ªan de la Tercera Internacional. Luego vino la tristeza de las gradas semivac¨ªas, pues no hay nada m¨¢s desmoralizador para quien habla que tener enfrente m¨¢s cemento que militantes. El acto se cerr¨®, como era de rigor, con el canto del Eusko gudariak en euskera y de la Internacional en castellano. Cuando en el segundo himno enton¨¢bamos el "en pie fam¨¦lica legi¨®n", se me ocurri¨® girar la mirada a la derecha, lo que me llev¨® a contemplar las orondas tripas de mis compa?eros de mesa, Roberto Lertxundi incluido (por no hablar de la m¨ªa propia). De pronto lo entend¨ª todo: por muy eurocomunista que fuera, la mercanc¨ªa que ofrec¨ªamos nada ten¨ªa que ver con la sociedad vasca de fin de siglo. All¨ª no hab¨ªa fam¨¦licos, sino tragones. As¨ª que baj¨¦ el pu?o y romp¨ª a re¨ªr a carcajadas, provocando una general estupefacci¨®n.
La experiencia me llev¨® a recordar que segu¨ªa siendo v¨¢lida, y aplicable a la situaci¨®n econ¨®mica mundial de hoy, la apreciaci¨®n de Carlos Marx acerca de la inhibici¨®n de los trabajadores ingleses ante la opresi¨®n ejercida sobre Irlanda. Juicio que bien podr¨ªa aplicarse a los asalariados europeos o americanos de hoy en relaci¨®n a los pa¨ªses subdesarrollados. Por progresistas que sean sus ideas, los intereses les llevan a dar por buena la explotaci¨®n. Sin espacio para la duda, la pol¨ªtica de izquierda tiene que contar con ese obst¨¢culo, manteniendo la exigencia del cambio sin perder de vista la necesidad de respetar el bienestar de los "trabajadores opulentos" del mundo euroamericano. Una dif¨ªcil cuadratura del c¨ªrculo, cuya orientaci¨®n conservadora se encuentra reforzada por el fracaso de las revoluciones que a partir de 1917 buscaron la inversi¨®n de las relaciones de poder econ¨®mico, poniendo the world upside-down. Los iniciales logros del modelo sovi¨¦tico en la industrializaci¨®n, el trabajo de la mujer o un cierto igualitarismo, fueron de sobra superados por el enorme precio pagado en cuanto a la violaci¨®n sistem¨¢tica de los derechos humanos, que por a?adidura, como sucede en la Cuba de Fidel, y sucedi¨® en la URSS y las "democracias populares", se vio acompa?ada de la ineficacia econ¨®mica. Por una de esas tretas del viejo topo, el ¨²nico r¨¦gimen comunista que escapa al callej¨®n sin salida, despu¨¦s de los disparates en cadena protagonizados por Mao, lo ha logrado por medio de una restauraci¨®n del capitalismo, y con una pura y dura restricci¨®n de los derechos de los trabajadores.
Las salidas tradicionales se encuentran, pues, cerradas a la vista de su espectacular fracaso. Queda en pie, con todo, la estimaci¨®n de que no s¨®lo la desigualdad ha aumentado en el marco de la globalizaci¨®n, sino de que el "nuevo orden internacional" anunciado por el mayor de los Bush ha sido incapaz de resolver los problemas pendientes, el palestino en primer plano, y que bajo el Bush menor el liderazgo americano se ha convertido en delirio estrat¨¦gico, perdiendo el capital moral del 11-S con sus propias violaciones de derechos humanos (Guant¨¢namo) y con la estupidez fundida con cr¨ªmenes contra la humanidad en la invasi¨®n de Irak. Es la hora de los profetas sanguinarios, con Al Zawahiri a la cabeza, anunciando un castigo contra los infieles de dimensiones desconocidas, respaldado adem¨¢s de forma cada vez m¨¢s intensa por una masa de creyentes sensibilizados, no ya por las pr¨¦dicas de Al Qaeda, sino por las im¨¢genes de Irak o de L¨ªbano que est¨¢n construyendo por vez primera la umma a nivel mundial gracias a las emisiones de la televisi¨®n Al Yazeera.
As¨ª las cosas, es fuerte la tentaci¨®n en la izquierda pol¨ªtica de escapar a una realidad tan compleja y desfavorable, refugi¨¢ndose en los s¨ªmbolos y en las construcciones maniqueas, con frecuencia cargadas de masoquismo (respaldo a Fidel, culto al Che). Tal actitud ha podido apreciarse en muchos comentarios sobre la guerra del L¨ªbano, con justas cr¨ªticas a Israel pero omisi¨®n total de la responsabilidad de Hezbol¨¢ y de Ir¨¢n, y sobre todo en la consideraci¨®n del terrorismo isl¨¢mico o yihadismo que ha pasado a ocupar el frente del escenario desde el 11-S. Con unas u otras palabras, todos los males, tanto el del terrorismo como el de las presiones migratorias, tendr¨ªan un origen com¨²n que explica cuanto ocurre de un plumazo y designa de paso al culpable: son efecto de la injusticia econ¨®mica que hace saltar de uno u otro modo a los condenados de la tierra contra la opresi¨®n occidental.
La soluci¨®n de la cuesti¨®n terrorista ser¨ªa asimismo simple, de acuerdo con este enfoque de apariencia marxista, y en el fondo de pobres contra ricos: bastar¨ªa con proporcionar medios econ¨®micos a los desfavorecidos para que el problema se aproximara a la resoluci¨®n, de ese acercamiento en el v¨¦rtice etiquetado como "alianza de civilizaciones". S¨®lo que el reto del islamismo violento es de otra especie. Se trata de una lucha por el poder a escala mundial, amparada en una radical intransigencia religiosa y protagonizada por minor¨ªas activas, las cuales, eso s¨ª, pretenden atraer a la masa de creyentes, con la ayuda de Bush. No hay que confundir el contexto con la naturaleza del problema.
Otro tanto sucede en el tema de la emigraci¨®n. La pobreza constituye el tel¨®n de fondo, en el marco de una creciente desigualdad entre Norte y Sur, y es por ello necesario partir de una actitud favorable a la acogida. Pero quienes est¨¢n en condiciones de pagar un billete de avi¨®n o el pasaje en un cayuco no s¨®lo provienen de la pobreza. Responden a una pulsi¨®n de motilidad, de movilidad social ascendente, perfectamente leg¨ªtima, susceptible de ser abordada dentro de un tratamiento donde hay que integrar otras variables. Pensemos en el relato publicado hace poco por el suplemento semanal de este diario, la historia de Alioune, el senegal¨¦s que cruz¨® el mar para mantener a su familia. Claro que el bueno de Alioune aspiraba a mejorar la suerte de todos los miembros de su familia, y ¨¦stos eran nada menos que cuarenta. A veces hay que releer a Malthus: en muchos casos es el desbordamiento demogr¨¢fico, m¨¢s que la perversidad capitalista, lo que ha
roto los moldes de un crecimiento equilibrado en pa¨ªses africanos. En suma, no se trata de cerrar puertas al modo de Sarkozy, sino de lograr que exista un ajuste entre la cuant¨ªa de inmigrantes recibida y la capacidad de los mecanismos de integraci¨®n.
En el mundo de hoy, siguen vigentes las razones para la rebeld¨ªa. En un espacio latinoamericano que por fortuna se mueve, y con todas sus incertidumbres pol¨ªticas, las de Evo Morales para emplear los recursos de su suelo en la mejora de las condiciones de vida populares en Bolivia. Las del pueblo palestino para alcanzar una suficiente soberan¨ªa (compatible con la supervivencia de Israel). Las de quienes tratan de romper la tiran¨ªa religioso-militar en Sud¨¢n. Las de aquellos que claman por una pol¨ªtica redistributiva a los grandes de la globalizaci¨®n. La condici¨®n es que las demandas, y las acciones de quienes las apoyen, reconozcan la perversidad de la v¨ªa del terror y el fracaso de la utop¨ªa igualitaria. No vendr¨¢n soluciones de la inauguraci¨®n de f¨¢bricas de Coca-Cola en Kabul un 11-S. Menos a¨²n del imperio de la muerte en nombre de Dios que Al Qaeda trata de implantar.
Ahora bien, en las circunstancias actuales, desde la crisis de Oriente Pr¨®ximo a la exigencia de superar la dependencia en Latinoam¨¦rica, lo que resultar¨ªa suicida es detenerse en espera de que el curso natural de los acontecimientos y las deliberaciones del G-8 eviten el riesgo de estallidos sociales y b¨¦licos cada vez m¨¢s graves. La era Bush nos ha situado en un punto de no retorno.
Esta apreciaci¨®n resulta a¨²n m¨¢s v¨¢lida si tomamos nota del problema m¨¢s grave que hoy tiene ante s¨ª la humanidad: el calentamiento del planeta. Nos lo recuerda Al Gore en su Verdad inc¨®moda, con el apoyo de una excelente actuaci¨®n como pedagogo y como actor, bien lejos de su cara de palo en las elecciones robadas del a?o 2000. Nos lo ponen tambi¨¦n ante los ojos las noticias de prensa que informan que con toda probabilidad el oto?o de 2006 ha sido el m¨¢s c¨¢lido en Europa de los ¨²ltimos 500 a?os, y sin lugar a dudas del ¨²ltimo medio siglo, seguido del oto?o de 2005. Una de las lecciones positivas en la historia del capitalismo ha sido que para lograr un crecimiento autosostenido resulta imprescindible garantizar el mantenimiento de los recursos t¨¦cnicos y de capital, as¨ª como preservar las materias primas y la energ¨ªa necesarias para la producci¨®n. Y que ¨¦sta no destruya el ecosistema. Lo sucedido con la desecaci¨®n del mar de Aral -por un r¨¦gimen comunista- no ha sido un accidente local, que arranca lamentaciones de los espectadores de televisi¨®n o de los turistas que a cientos de kil¨®metros visitan una ciudad de Khiva, en el tour de Uzbekist¨¢n, invadida a todos niveles por la arena y la sal. Estamos ante un anuncio demasiado visible de lo que va a ocurrir, y de c¨®mo va a ocurrir, si la emanaci¨®n de gases a la atm¨®sfera sigue impulsando una marcha imparable hacia la cat¨¢strofe a escala planetaria. Y Estados Unidos no firm¨® el convenio de Kyoto, y Espa?a lo incumple. Aqu¨ª s¨ª la rebeld¨ªa debe hacerse grito.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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