Regreso al pasado
1. Dec¨ªa David Trimble que un proceso negociado de fin de la violencia s¨®lo es posible si las partes est¨¢n convencidas de que no conseguir¨¢n ninguno de sus objetivos por la v¨ªa militar. El atentado del pasado s¨¢bado confirma que esta condici¨®n no se cumple en el caso vasco: ETA sigue pensando que puede obtener resultados de la violencia. Que el terrorismo es un arma eficaz para doblegar las voluntades de los dem¨®cratas. Y mientras ETA piense as¨ª, no hay salida. Toda tregua acabar¨¢ siendo una tregua trampa: una pausa para rearmarse, renovar el personal y volver a empezar. Por eso, el Gobierno s¨®lo tiene una respuesta posible al bombazo de la T-4: trabajar con las fuerzas de seguridad francesas y dar un golpe policial a la c¨²pula de la organizaci¨®n terrorista. Esta tregua ha terminado: o el Gobierno se equivoc¨® de interlocutores o ¨¦stos le enga?aron; en cualquier caso, no hay posibilidad de retomar ahora el hilo de los seis confusos meses que han seguido a la declaraci¨®n del Parlamento. Muy probablemente ETA intente ahora jugar a la confusi¨®n, negando que el atentado de Madrid suponga la ruptura de la tregua. Ser¨ªa muy peligroso que el Gobierno cayera en esta trampa. Hizo bien Zapatero en hablar de suspensi¨®n de los contactos y no de ruptura de la tregua. Es ETA la que tiene que declarar la ruptura porque s¨®lo ella es responsable del fracaso. Pero la ¨²nica manera de convertir su cautela en firmeza es una acci¨®n policial y judicial inmediata. Seguir flirteando con nuevos se?uelos de la banda terrorista ser¨ªa extremadamente arriesgado. ETA est¨¢ tan anclada en el pasado que sigue creyendo en la utilidad pol¨ªtica de la violencia. Y esto imposibilita cualquier acuerdo.
2. El atentado del s¨¢bado tiene la virtud de la claridad: es ETA la que ha roto la tregua. Sobre ella recae toda la responsabilidad. Y, por si alguien lo dudaba, una vez m¨¢s se confirma que en estas organizaciones el mando es el comando. Como dice Kepa Aulestia, las treguas de ETA las declara la direcci¨®n pol¨ªtica y las rompe el aparato militar. Es tambi¨¦n definitivamente clarificador para Batasuna. Con el parking de la T-4 "se ha hundido tambi¨¦n la propuesta de Anoeta", ha dicho Jos¨¦ Jon Imaz. Se ha hundido si es que alguna vez estuvo de pie. La miserable prestaci¨®n de Arnaldo Otegui la tarde del atentado levanta cualquier duda sobre la autonom¨ªa de Batasuna. Este grupo es una terminal de ETA, a la que ¨¦sta apenas respeta. Sencillamente, a ETA le tiene sin cuidado que Batasuna se presente o no a las elecciones y que sus dirigentes est¨¦n en la calle o en la c¨¢rcel. Y Otegui es una pobre marioneta a la que le dan y le retiran la cuerda cu¨¢ndo y c¨®mo les da la gana. Batasuna ha dejado definitivamente de tener significaci¨®n pol¨ªtica alguna. No la tiene frente a ETA, en la medida en que sus dirigentes son simples empleados de los de las pistolas. Y no la tiene como representaci¨®n de la izquierda nacionalista vasca porque de ser as¨ª ser¨ªa capaz de imponer un discurso propio al sector militar, en vez de ir permanentemente a remolque de ¨¦ste.
3. Zapatero tendr¨¢ que cargar el resto de su carrera pol¨ªtica con sus imprudentes palabras del pasado viernes. Los hechos han convertido su proverbial optimismo -dentro de un a?o las cosas estar¨¢n "mejor"- en tr¨¢gico sarcasmo. Su imprudencia levanta serias dudas sobre la solidez de su apuesta. Es leg¨ªtimo preguntarse si su osad¨ªa es ignorancia sobre cosas que estaban en el ambiente, que todo el mundo dec¨ªa: que ETA se estaba rearmando, que los comandos tomaban el mando, que la organizaci¨®n se hab¨ªa renovado, que los planes de Batasuna hab¨ªan sido desautorizados, y as¨ª sucesivamente. A Zapatero el optimismo de la voluntad a menudo le hace descontar demasiado deprisa el pesimismo que aporta la inteligencia. En esta coyuntura, la ciudadan¨ªa necesita poder confiar plenamente en el Gobierno. Y el patinazo de Zapatero m¨¢s bien genera dudas. Demasiadas veces el presidente ha dado la sensaci¨®n de confundir con suma facilidad sus deseos con las realidades. La anticipaci¨®n es una virtud del liderazgo pol¨ªtico. Pero requiere medir adecuadamente los pasos necesarios para alcanzar el objetivo anticipado, de lo contrario se convierte en imprudencia.
4. De este episodio el PP sale con una mancha en su piel que le costar¨¢ mucho quitarse. Hay dos momentos que para m¨ª marcan la historia del PP m¨¢s all¨¢ de las discrepancias ideol¨®gicas y que me hacen dif¨ªcil mantenerle el respeto que merece toda instituci¨®n democr¨¢tica. Uno es su apoyo incondicional y ciego a la guerra de Irak, simbolizado por el jolgorio con el que celebraron que ninguno de sus diputados hubiese fallado en el voto en el que se decid¨ªa el apoyo a la guerra. Pero este disparate, que con el paso de los d¨ªas se hace m¨¢s evidente, a ojos de los biempensantes que anteponen la coherencia al error, pod¨ªa tener un atenuante: nadie pod¨ªa atribuirlo a intereses electoralistas, porque la inmensa mayor¨ªa de la opini¨®n estaba en contra de la guerra de Irak. El segundo momento, es el que hemos vivido este a?o: el negarse a apoyar al Gobierno en el proceso de paz, con intenciones indudablemente electoralistas. En una estrategia trazada como la revancha del 11-M, como qued¨® de manifiesto en algunas pancartas de la manifestaci¨®n de la AVT del pasado domingo. El PP ha preferido que fracasara el proceso de paz antes de que Zapatero pudiera apuntarse este ¨¦xito. Y esto hay que decirlo as¨ª, porque no se puede ir en este tema con medias verdades. Ni siquiera el d¨ªa del atentado el PP ha sido capaz de ponerse al lado del Gobierno. Y sus dirigentes han participado en las manifestaciones que trataban de convertir el bombazo de ETA en una exigencia de responsabilidades al presidente del Gobierno. En la pendiente de demagogia de la derecha, se ha llegado a pedir una moci¨®n de censura contra el presidente del Gobierno, a caballo del atentado de la T-4. Es dif¨ªcil llevar la obscenidad en pol¨ªtica tan lejos. El PP tambi¨¦n vive instalado en el pasado.
5. Zapatero es el presidente del Gobierno y no haber conseguido la complicidad del PP es un fracaso de su parte, por mucho que sepamos que el PP hab¨ªa hecho de la ruptura de la tregua una opci¨®n estrat¨¦gica. Zapatero, a partir del verano, ha sentido la presi¨®n del PP y ha jugado con lastre. Ciertamente, el atentado de ETA deja en evidencia al PP porque demuestra que ment¨ªa cuando estaba diciendo que Zapatero hacia concesiones pol¨ªticas a los terroristas. Sabido es que la mentira forma parte, de manera compulsiva, de la historia reciente del PP. Pero este episodio confirma dos cosas: primera, que es casi imposible llevar adelante un proceso de este tipo sin la plena unidad de los dem¨®cratas, porque la divisi¨®n deja un flanco abierto a la agitaci¨®n y al protagonismo pol¨ªtico muy f¨¢cil de aprovechar por los terroristas. Segunda, que si alg¨²n d¨ªa el fin negociado de la violencia es posible (hoy no lo es porque ETA no pone las condiciones m¨ªnimas elementales de su parte), el presidente que lo lidere tendr¨¢ que ser capaz de asumir algunos riesgos, probablemente incompatibles con estar pendiente de la presi¨®n de los ventajistas -tanto de la derecha como del nacionalismo vasco- como de los dientes de sierra de los sondeos de opini¨®n. Y en el campo de los ventajistas no podemos olvidar al presidente Ibarretxe. Frente a la responsabilidad y la serenidad de Imaz, el lehendakari, una vez m¨¢s, ha aprovechado la tr¨¢gica coyuntura para colocar su programa de m¨¢ximos sobre la mesa, como si previendo desde ya que Batasuna no podr¨¢ presentarse a las elecciones empezara la caza de sus votos.
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